Por Marisol Gándara
Llévame a ese mundo ficticio,
pero constante,
donde los cambios no existen
y la existencia transcurre,
parcialmente, como partes inconexas,
los pies por los brazos.
La vida lisa y plana
como un niño en su aula,
un jardín de juegos para un infante,
imberbes en un paraíso
del que quisiéramos no haber salido,
pero del que huimos desmelenados,
liberando del animal el pelaje.
Llévanos de vuelta a ese mundo constante,
pero ficticio,
deflactados,
que las circunstancias alrededor
no nos inflamen ni nos apaguen,
que no rocen la superficie de la abstracción
en la que nos sumergimos cuando hacemos cálculos
donde nos hallamos cuando soñamos
en la que escribamos versos y vida,
cuando enloquecemos o me deflacto
y de la realidad nos liberamos
apartándonos de su peso.
Transportados a esa serie de cantidad
donde lo único que importa es el número
(de sueños)
la cantidad de lo perfecto y lo observable,
aunque no sea cierto
y de real no tenga más
que la mano que la cifra deflacte.
música cine libros series discos entrevistas | Achtung! Revista | reportajes cultura viajes tendencias arte opinión