Por Marisol Gándara
A veces es necesaria la intervención
que nos dicten protocolos que contengan el instinto,
fuerza sin más,
energía que cambia de nombre según la boca y el contexto,
según el ciclo.
Si no se ata al animal
el político se desboca.
De ahí quizás la acumulación de amantes,
la incesante suma de capitales para la cama
la cuenta corriente,
el desgaste progresivo de un valor que gusta de transformarse
hasta que la sinonimia acaba por volverse esquizofrénica.
Ni siquiera los moldes son exactos
el placer y la euforia los dilata,
los expande.
Pedimos a veces, de mil maneras,
que se entrometan
que se metan dentro,
en la claustrofóbica circunstancia
del paradigma proyectándose contra la materia
y la materia contra sí misma para vencer la inercia.
A veces es necesario el control ajeno para administrar la casa,
el cuerpo
y que el animal no sucumba ante lo político
ni el político se consuma a sí mismo bajo su fuerza
y sus instintos.
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