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Por Giulio Vita

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Los artistas que nos permiten diferentes lecturas en sus obras o que, de por sí, no nos dan ninguna lectura evidente sino que nos presionan para tener una opinión resultan necesarios para la desenvoltura de una cultura más interesada e interesante. La relación autor-audiencia es mucho más interesante si es participativa, cuando el artista deja espacios para que el público los llene, haciéndolo parte de la obra, incitándolo a pensar, como la literatura de Cortázar, como el cine de Kubrick, o como las canciones de aquellos que en la música no resuelven sino que buscan constantemente.

Desde hace dos semanas he estado haciendo un documental sobre Sexy Bicycle, proyecto de folk psicodélico fundado por Nika Kvaraskhelia, un georgiano residente en Barcelona, al que se le unió Nico Manzano, venezolano y ex-miembro de Boom Boom Clan, banda caraqueña de pura experimentación.

Nika compone las canciones, toca la guitarra y canta. Después, Nico busca en ellas y arquitecta el mapa estratégico de los sonidos que usará. Sonidos hechos en casa: pasos, manos frotándose, la garganta que carraspea, golpes al micrófono en loop, ladridos y demás juegos de ilusionismo musical, permitiendo al oyente envolverse en aquella cascada hipnótica que es la canción. Escucharlos es una experiencia onomatopéyica y visceral, que de alguna manera nos transmite a un mundo interior muy personal, desconectando de nuestro alrededor para colgarnos al hilo que proponen ellos.

En un pequeño apartamento en la periferia de Barcelona, trabajan minuciosamente en su primer disco, dentro de una habitación mínima con un viejo Macbook Pro, un par de micrófonos y treinta grados de verano. Ha sido apasionante poder estar dentro de ese taller de artesanía rural en el que se crea un producto que pareciera manufacturado por un equipo entero de técnicos y sin embargo no es más que el trabajo de dos veinteañeros sin trabajo ni otra ambición que la de buscar dentro de la música. ¿Buscar qué? Eso no importa. Lo importante es la búsqueda.

A primera vista parecen inocentes al resultado, dando la impresión de que ha sido todo una casualidad, y sin embargo, cuando se sientan comienza un juego donde el rigor también tiene un papel, y así evalúan y se cuestionan, vuelven a empezar y deshacen la canción o implementan otro ritmo u otro sonido, descansan con cerveza y vuelven a pensárselo, de manera que la dinámica del ensayo y error es esencial para la creación definitiva. Uno se escucha al otro y revisan, opinan, debaten y llegan a un consenso, pero sin ninguna discusión realmente sino más bien con un intercambio de puntos de vista que logran mejorar la idea del otro cada vez más.

Nika compone metódicamente probando acordes que encuentren esa especie de puente hacia lo surreal, porque su música tiene el elemento fundamental de la introspección, y así llega una voz como desde lejos pero grave y con presencia, haciéndonos prisioneros de algo que nos parece foráneo, de otro mundo, de otra realidad que no es ésta pero nos controla porque la necesitamos.

Nico, por su parte, amante y explorador del sonido, busca definición en la voz de Nika, adornando la canción de detalles sutiles pero claves (una mano que entra en un río, un eco, una pisada, un grito ahogado) y crea la atmósfera precisa para lo que nos quiere transmitir la canción en su primer estado. Todo lo hace a mano, cada sonido es creado por él y su micrófono, captado en la computadora y llevado hacia la confección virtual pues, es un artesano consciente de las capacidades de la tecnología y pone a favor de su método rural el desempeño virtual. Esto crea un sonido diferente y fresco, que nos relaja y atrae, nos emociona y, de alguna forma, nos regala algo a cambio de quitarnos algo, porque son canciones en las que dejamos una parte de nosotros al escucharlas, una suerte de arañazo en nuestra intimidad.

En vivo no decepcionan, como podría ocurrir en estos casos, sino que buscan hacer que la experiencia de cada concierto sea única, dando otras versiones de las canciones: Nico modificando pautas, registrando sonidos y poniéndolos en loop al momento; Nika absorbiéndonos en el eco de su voz de capitán perdido en ultramar, que nos recuerda a algo que podría definirse como post-grunge o, como ellos mismos se han declarado, folk psicodélico.

Sexy Bicycle – Boris Lancaster from Linterna Studio on Vimeo.

@elreytuqueque

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