Por Carmen Socías | Fotos Laura Rebollo
Nadie ha sabido explicarme nunca lo que significa realmente la palabra saudade, nostalgia, añoranza, hondo pesar. Si tuviese que transformarse en sonido muy probablemente la saudade se acercaría a la música de Sílvia Pérez Cruz. Catalana que puede pasar por andaluza, gallega, portuguesa, e incluso, escuchándola cantar el Ne me quitte pas , alguien diría que pudo nacer en los arrabales de París. Hablamos de una mujer que ha crecido en una familia de artistas y que ha sabido rodearse de maestros a los que ha unido su talento intuitivo y una sensibilidad en la voz muy por encima de la media.
Sola, a capela y con la canción popular gallega “Meu Meniño”, apareció en el escenario Sílvia Pérez Cruz el pasado jueves en el Teatro Circo Price de Madrid dentro de la programación del Festival de Jazz de Madrid, segunda visita a la capital después de pasar por el teatro Lara el pasado mes de mayo. La de Palafrugell (Girona) presentaba en la capital su primer álbum en solitario “11 de novembre” (Universal, 2012), lo hizo ante alrededor de mil almas que no tuvieron más remedio que rendirse a sus pies. El día en Madrid había sido lluvioso, antesala perfecta para un recital de hondura delicada y deliciosa.
Sílvia Pérez Cruz ofreció un viaje a la música de raíz, a lo popular, al fado, al flamenco, la bossa, y a otros tantos ingredientes de este concierto que como ella misma dijo “no se sabe muy bien qué estilo es”. Se metió al patio de butacas en el bolsillo desde el principio y se arrancó, ya con su cuarteto de cuerda de acompañamiento (Joan Antoni Vich-violonchelo, Mario Más-guitarra/bandurria, Raúl Fernández-guitarra/ukelele y Miquel Ángel Cordero-contrabajo), con “Pare Meu”, poema que Silvia musicó después de emocionarse con una lectura de su autora, María Cabrera. A Sílvia Pérez Cruz se le nota el rodaje, el trabajo codo a codo con grandes como Javier Colina, su pasión por las habaneras que cantaba con su padre, su sello como cantante de las Migas, su paso por Brasil, y su inconfundible estilo que se atreve a mezclar el quejío flamenco con el bolero o los arreglos jazzísticos.
“La saudade es un corazón todo hecho de papel”, con estas palabras presentaba Silvia Pérez “Não Sei”, era el tercer tema de la noche y demostraba lo grande que se hacía el disco en directo, los arreglos de cuerda y la voz de Sílvia Pérez Cruz sonaron exquisitas en el Price, especial la enhorabuena a los técnicos que se encargaron de que eso sucediera (Mateu Martínez, Joan Casanovas y Jaume Ventura).”Días de paso” nos mostró a la Sílvia Pérez Cruz compositora, guitarra en mano, invitando al escenario a Álex Tobías en la percusión, miembro del grupo Coetus , acompañantes en la grabación del disco y que tenían preparada una sorpresa final. La psicodelia en la guitarra, la experimentación, suponemos que influencia de Raúl Fernández Refree, aparecieron en la intro de “Iglesias”, una de las piezas más bellas de ese “11 de noviembre” y que le dedicó “a un amigo mío que abrazaba muy bien y que le gustaba mucho Desayuno con Diamantes”.
Sílvia Pérez Cruz es una artista valiente, intuitiva, y lo demuestra en el escenario, se atreve con piezas sagradas y además cae bien. En el Circo Price se mostró sonriente y habladora, ella misma se cortaba el discurso o pedía si por favor podían bajar el aire acondicionado de la sala, «me voy a resfriar, no voy adecuada» decía, con su vestido largo negro, todo con una sencillez grandiosa y sin parar de sonreír al público y a los músicos que la acompañaban.
Antes de llegar al ecuador del concierto Silvia Pérez Cruz sacó la artillería pesada y le plantó cara a dos versiones “Cucurrucucú Paloma” y “Corrandes d´exili”, canción de Lluís Llach que interpretó de forma desgarrada acompañada a la guitarra por su fiel aliado y coproductor del disco Raúl Fernández Refree. La pasión y el desgarro dieron paso de nuevo a la calma con la canción que lleva por título el nombre la de isla griega de “Folengrados”. Con el público venido arriba el concierto entraba en su momento álgido con la unión de las canciones “Veinte años” y “Temps perdut”, una nueva lección de buen hacer y de buen gusto de la artista catalana que mezcló la habanera con una canción escrita por sus padres, Castor Pérez y Gloria Cruz. “Memoria de pez” dio paso al pausado “Diluvio universal”, tema que dedicó a su madre, presente en la sala, y que acabó con una Silvia Gómez Cruz llorando y el público en pie, agradecido por haberles tocado el alma. La artista se permitió el lujo de intercalar en este “Diluvio Universal” parte de la famosa “Llorona” que popularizó Chavela Vargas, llegando a la pena acumulada y al hondo pesar en el tema más flamenco de la noche. La gran ovación estuvo a la altura de lo que se acababa de vivir, bienvenida la magia. Con lágrimas y alegría a la vez Sílvia Pérez Cruz, dejó caer un “Uy, qué emocionante…Espero que le haya gustado a mi madre”, avivando el aplauso y la sonrisa que ya no desaparecería de la cara de los asistentes. En el punto perfecto se sucedieron la habanera “Vestida de nit”, canción con música de su madre Glòria Cruz y música de su padre Castor Pérez, todo entonces era hermoso y emocionante. La alegría y el subidón de energía vino con “O Meu amor É Glòria”, un fin de fiesta al que se unieron los once músicos del grupo Coetus. Aquí Silvia Pérez Cruz demostró su dominio del tempo, toda una maestra de ceremonias que pasa de la potencia y derroche vocal al susurro sin que te des cuenta, juego de maestros, nivel superior.
El bis comenzó con una saeta que forma parte de la banda sonora de la nominada al Óscar “Blancanieves”, porque sí, Sílvia Pérez Cruz también es la voz de una de las mejores bandas sonoras de este año. “Tonada de luna llena” del colombiano Simón Díaz le sirvió al conjunto para llegar al éxtasis final con “Gallo rojo gallo negro”, canción de Chico Sánchez Ferlosio que sonó a himno, a cantar y a despedida.
Casi dos horas de concierto donde Sílvia Pérez Cruz demostró que cuando se tiene instinto y valía salen discos maravillosos como “11 de novembre”, y que al subir ese disco al escenario se hace grande, inmenso, y así salimos del concierto del Price, con el suspiro hondo y con ganas de llenarnos el alma de la particular saudade de Sílvia Pérez Cruz.
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