El 18 y 19 de marzo se representó en el Teatro Central, Sonatas de los Misterios, de la mano de Anne Teresa de Keersmaeker/Amandine Beyer/Rosas/Gli Incongniti. Una obra que se suma a las que han formado parte al legado que ha construido Anne Teresa de Keersmaeker/Rosas, en este emblemático teatro sevillano
Sonatas de los Misterios es uno de esos trabajos que resultan ser una “colección enciclopédica” más que un libro. Pues, su exhaustividad en tiempo de duración y el mantenimiento de la energía por parte de todos los intérpretes sobre el escenario, demuestran su grado de ambición y compromiso a la hora de abordar una iniciativa que muchos tomarían como innecesaria, dado que es posible comunicar cosas similares de otras maneras.
Se percibía en parte del público una mezcla entre deseo de que acabase la pieza porque ya uno estaba saciado, y un aprovechar cada movimiento de los bailarines, cada nota de los músicos, debido a que cosas como estas suelen ser memorables. Hasta tales puntos, que ayudan a los espectadores a crear sus propios criterios sobre lo que les gusta a la vez que maduran; siendo que no todo lo que a uno le satisface tiene que generarle comodidad a uno mismo en todos los ámbitos.
Por otro lado, estuvieron los espectadores que tras entrar en la pieza, se dejaron hacer como si estuviesen dentro de una suerte de meditación guiada en la que la palabra o cualquier otro tipo de emisión de fuera del escenario, se les hubiese presentado como algo fuera de contexto e incluso una interrupción. Esta densidad de la que les hablo, es la que hace que recordemos eventos como este como algo súper concentrado en el tiempo y en el espacio. Pero en el momento que se fue materializando esta pieza se estuvo “estirando el presente”, hasta que su extensión hiciera que pasásemos en un salto del minuto uno a las dos horas y media, en lo que a conciencia temporal se refiere.
En tal marco, Anne Teresa de Keersmaeker/Amandine Beyer/Rosas/Gli Incongniti se enfrentaron a un desafío en el que la iluminación; los cambios de vestuario; el número de bailarines en escena; el tipo de movimiento que ejecutaban los mismos; el recurrir, repentinamente, a canciones populares de hace décadas…, eran los recursos con los que había que jugar para que Sonatas de los Misterios no resultase lineal y predecible. Sin embargo esta pieza se fue desmarcando del alcance de dichos parámetros, siendo que la misma desplegó su lógica interna con la que se resguardaba.
Esta fue la manera en cómo estos profesionales se mostraron leales en la composición de un concierto de música bailado, de las Sonatas del Rosario (también conocida como Sonatas de los Misterios) de Heinrich Ignaz Franz Biber ¿Es preciso y justo calificar de “insuficientes” el calculado uso de los recursos antes mencionados, para que el espectador le quede en claro que esta pieza es una “colección de variaciones” bien articuladas, en vez de una única variación? Estas y más preguntas me resultan complicadísimas de responder, ya que defiendo que trabajos como Sonatas de los Misterios conviene dedicarse a elaborar preguntas, más que lanzarse a contestar algo que se adecué a lo que nos dice nuestra intuición.
Desde luego, la ejecución de todos los intérpretes sobre el escenario fue minuciosa y esquicita: qué de difícil es encontrarse con intérpretes que tengan ese nivel de versatilidad y frialdad, a la hora afrontar tan obsesivas directrices. Que de uno no ser “obsesivo” a la hora de dirigir trabajos como este, la cosa se queda en el mero intento o quizás en la impertinencia. Sonatas de los Misterios es una muestra de que hay que tener la cabeza y las prioridades en orden, de lo contrario no saldrá a la luz que uno tiene la capacidad de tender hacia el infinito en sus composiciones. Después claro está, de haber rebasado las propias fantasías que uno se ha representado en el proceso de elaboración de semejante montaje.