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Por Marcos Rodríguez Velo

Antes o después tenía que ocurrir. Tras cuatro discos con una clara impronta dance-pop y sencillos que, a pesar de contar con estribillos seductores y en los que han colaborado nombres como Armin van Buuren o Freemasons, no le han garantizado alcanzar las zonas más altas de las listas musicales, Sophie Ellis-Bextor sorprende a todos (o casi todos) y cambia de registro con Wanderlust, un disco donde Sophie saca su lado cantautor para presentarse al público como una artista “creíble”. Una exigencia que sintió también Kylie Minogue hace veinte años – cuando se unió al sello Deconstruction Records para lanzar dos trabajos bien acogidos por la crítica, pero no por los que estaban más preocupados por el negocio – así como los veteranos Pet Shop Boys (con Behaviour, Release y Elysium), que aquí nos lleva a un resultado más extremo que los casos apenas citados: para bajarnos del dancefloor y matar el groove Sophie se ha aliado con un cómplice como Ed Harcourt, que en el quinto trabajo de la inglesa figura como productor, arreglista y coautor de las once canciones – siendo ésta ya una gran novedad, si recordamos el desfile de invitados y colaboradores de los discos anteriores: de Alex James de Blur (Move This Mountain) a Gregg Alexander de New Radicals (Murder on the Dancefloor), de Moby (Is It Any Wonder) a Calvin Harris (Off &On) pasando por Eg White o Fred Schneider de B-52’s.

Ni el cambio de registro ni el encuentro con Ed Harcourt han sido casuales: antes de Read My Lips la señorita Ellis-Bextor había lanzado un disco brit-pop con Theaudience (de poco éxito) y en los últimos tiempos la hemos visto participar en duetos con The Feeling – grupo en el que toca su marido Richard Jones – como por ejemplo Leave Me Out Of It, además Harcourt había compuesto para ella Cut Straight To The Heart, que acabó formando parte del disco Make A Scene. Con el tiempo, entre los dos artistas ha nacido una sólida amistad (Ed es el padrino del tercer hijo de la cantante, Ray Holiday Jones) y juntos han meditado la idea de grabar canciones unidas entre sí por un concept, con una coherencia inédita, sin renunciar al eclecticismo que va desde las reminiscencias de los históricos girl-groups del single Runaway Daydreamer (saqueando un amplio rango de influencias inglesas pasadas, de las Spice Girls de Stop a los Saint Etienne de You’re In A Bad Way) a los sugestivos ecos de Europa del Este de Cry To The Beat Of The Band (coros búlgaros incluídos). De una primera escucha superficial de Young Blood podríamos pensar que Sophie ha escuchado mucho el Born To Die de Lana Del Rey, y sin embargo la producción tiene un soplo exquisitamente europeo con episodios british, porque no se puede sonar más british que The Deer & The Wolf, asimilable a los últimos Keane, y Wrong Side Of The Sun, llena de melancolía. No faltan cambios de dirección como la extraña pero interesante 13 Little Dolls, un experimento en que se intenta fusionar dos mundos tan alejados como Sandie Shaw y el Iggy Pop de Lust For Life (no debería funcionar, y sin embargo…), mientras Love Is A Camera es una oscura fábula a ritmo de vals. La voz de Sophie Ellis-Bextor, con su inconfundible acento se adapta perfectamente a este material, seduce con ese aire altivo y un poco snob y no sufre ni siquiera cuando roza el susurro, jugando inteligentemente hasta el final la carta de la expresividad.

Quitando dos, quizás tres canciones de relleno, Wanderlust se revela como un buen disco que pillará con el pie cambiado a sus fans de toda la vida, pero que ayudará a la cantante a encontrar otros nuevos (y las buenas posiciones en las listas inglesas pocas semanas después del lanzamiento parecen demostrarlo). Ed Harcourt ha moldeado para Sophie un horizonte sonoro en el que la artista se siente cómoda, dejando su huella pero sin robarle el protagonismo. No es algo que suceda muy a menudo en mundo del pop.

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