¿De algo tan personal y privado como lo es la interpretación de una música a través de la danza, puede nacer una suerte de “código compartido” entre un grupo de personas que se perciben de algún modo u otro, emparentados. O detrás de todo ello, ha habido una serie de variables que han favorecido que dicho código, se convierta en una convención que se ha erigido como una cosa ampliamente aceptada? ¿Se puede implantar un antropología de nuestra relación con la danza en esta edad contemporánea, desde la sugerencia permanente, que están intrínseca a las artes escénicas. O ello sería lo más consecuente con el paradigma epistemológico, en el que nos estamos desenvolviendo en los tiempos que corren?…
Desde el principio esta pieza de La Imperfecta, se propuso ir caldeando al público mediante una serie de manifestaciones provenientes de un exhaustivo ejercicio de reducir a su mínima expresión, a cada uno de los elementos que componen a la misma. He allí que en cuanto más avanzaba Sudar Folklore, comprendí que este trabajo también perseguía ser una experiencia estética que nos haga transcender (al menos durante su desarrollo) el punto de partida en el que fuere que empezase cada uno de los que hemos sido sus espectadores.
En los parámetros en los que se enmarcó a sí mismo el diseño de Sudar Folklore, está contenido el afán de evitar que de este trabajo emerja un “nuevo folklore” (por llamarlo de alguna manera), para que así sea mucho más accesible plantearse si tener dicho cometido, es más propio de la mentalidad que nos ha ayudado a constituir en nuestra cultura occidental, cosas como el Estado/Nación o la familia de tradición juedo-cristiana; o por el contrario, dar paso a traducir lo que caracteriza a nuestro actual paradigma epistemológico, en el que los denominados “valores tradicionales”, se les está poniendo a debate su necesaria hegemonía, al menos, desde la disrupción procedente de pensadores como Sigmund Freud, Karl Marx o Friedrich Nietzsche.
Esta pieza no es más que una sugerencia a la práctica de llevar a cabo actos performativos que “detonen” en la realidad arquitecturas, que hasta ahora han ritualizado nuestros modos de entender una danza compartida entre personas, que por asuntos de lo más contingentes, conviven juntos en un mismo entorno. Ya que cabe preguntarse, si este trabajo sólo se limitó a intentar materializar lo previsto en al marco conceptual que le dio pie, o sencillamente, el mismo se fue conformando a la par que se iban probando una serie de investigaciones más o menos relacionadas, que procuraban responder a una serie de inquietudes albergadas en los profesionales involucrados con este proyecto.
Quizás los profesionales involucrados me digan que las dos cosas a la vez, y si es así, pues entonces se ha de sacar a colación que el actuar y el pensar están profundamente vinculados. Y quien se afane en predicar que en realidad está operando una dicotomía entre ambas, creo que basta señalar a las artes escénicas contemporáneas como unas disciplinas dotadas de tal potencial, que no sería más que un modo de hacer filosofía a través de los formatos que las caracterizan. Esto es: Si nos centramos en el ejemplo de Sudar Folklore, nos encontramos con una pieza que hace tal ejercicio de abstracción de los temas que a los cuales hace alusión, que lo que representaron los integrantes de La Imperfecta, fueron las estructuras que ellos identificaron que hacen posible que los cuerpos están siendo habitados a través de la danza, se relacionen de manera colectiva, y así (entre otras cosas) se genere un reencuentro consigo mismos.
En consecuencia, la pieza no se desarrolló de manera lineal, sino más bien, que fueron desatando una serie de “líneas de fuga” que daban lugar a la repetición de una serie de conjunto de pasos; a la interacción entre dos o más intérpretes; o que un intérprete se aparte a una zona del escenario, para terminar de concretar todo lo que se ha estado germinando en éste hasta aquél momento, dando pie a un nuevo ciclo en Sudar Folklore. En esto los integrantes de La Imperfecta, fueron sumamente inteligentes y maduros a la hora de articular y organizar a esta pieza, dado que una dirección menos experimentada y versada, hubiera abogado por esquemas en los que se haya apostado por lo acumulativo, mientras se trazaba una línea recta en permanente ascenso.
Si bien es cierto que dicho esquema es intuitivo y tiene su razón de ser en una escala meramente formal, el caso es que Sudar Folklore no pretendió un objetivo concreto, sino en realidad mostrarnos, a nosotros los espectadores, una forma de estar y afrontar al mundo a través de la composición y representación de una pieza de danza contemporánea. Dicho lo anterior, no debe dejar de reconocerse que Sudar Folklore se presentó como un proyecto que de un modo u otro, precisaba acogerse al mundo de las raves y la música electrónica, como también, de referencias a danzas folklóricas (eso sí, redefiniéndolas al cambiarlas de su contexto más habitual), para que así su traducción sea más asequible de ser traspuesta a algunos de los ámbitos del cotidiano de nosotros los espectadores.
De tal manera que los cambios de la paleta de colores poniendo en diálogo a la iluminación y el vestuario los cambios de vestuarios de los intérpretes, el entrar y salir de los patrones de desplazamiento en el espacio escénico o de los códigos de movimientos “consensuados” (si se me permite la expresión) entre estos profesionales; son varias de las cosas que exponían con fundamento, el paso del tiempo y de la superación de los ciclos que constituyen a Sudar Folklore. Y como no puede ser de otra manera, la música que se pinchó fue de sus principales aliados para que, nosotros los espectadores, se nos haya introducido a un mundo en el que su reproducción es la única vía para poderse experimentar y pensar en todos los niveles.
Por tanto, no me queda más que afirmar que disfruté muchísimo de este buen trabajo, que más que ser “pionero” de algo, posee la suficiente consistencia para usarlo de referencia de que a través de artes escénicas, también se puede hacer filosofía.