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Por más que, nosotros los espectadores, estemos familiarizados con el idioma en el que hablaron las intérpretes, los arquetipos y demás referencias de las que se valen para que esté a nuestros acceso salir de un mismo punto de partida; las integrantes de esta compañía andaluza, nos sumergieron en una dimensión paralela a la de nuestro cotidiano, ya que sus elementos que son comunes a los de la nuestra, interactúan de otra manera. Por ello considero que Sueños merece ser vista al menos tres veces, para captar al detalle lo que nos expone.

 

Esta creación desencadenara en sus espectadores una especie de sensación de indefensión, dado que no es posible visionarla con distancia. Es decir: Es irrelevante que tanto se haya conocido en vida, o si muchos de los temas que abordan  por razones netamente personales, uno no termine de entrar en la misma sintonía en el que la obra se desarrolla. Es un hecho que, Sueños se perfila a sí misma de tal manera que fuese una primera vez para todos. Incluyendo a sus personajes, quienes a pesar de que parezca que saben cuáles serán sus siguientes pasos, éstos no son capaces de controlar el cómo irán gestionando el presente, mientras se va acercando el día de la boda de la protagonista de esta historia, María la campesina.

Nina Martínez, María Sánchez y Lucía Povedano dieron rostro a unos seres que en tanto pertenecientes a una suerte de “linaje de mujeres” que ha vivido lo que están por pasar, ellas en carne propia, no lo ha experimentado. La madurez y el bagaje que emanan los personajes de la hechicera  y el de madre, no les ha librado de subestimar el enorme potencial de la joven y cándida María la campesina. Ella tiene una vida entera por delante, más no carece de capacidad de discernir que corre riesgos. Claro, que los hay que se antojan ineludibles, dado los roles que se espera que ella desempeñe con lealtad. Sin embargo, el empuje y la esperanza que le mueven, es aquello que da margen a pensar que el ciclo al que se le han querido “encerrar” a quienes han compuesto al “linaje de las mujeres”, es probable que esté por ser superado dialécticamente.

 

Desde luego este montaje dirigido por Candela Quiroga, parte de la base de que la alianza entre tres mujeres no basta para dejar a atrás a un sistema cisheteropatriarcal, el cual ha sabido reinventarse bajo la única finalidad de conservar los pilares que lo han sustentado hasta ahora. Pero ¿Qué pasaría si estas tres mujeres se convirtiesen en testigos y protagonistas del descubrimiento de las primeras fórmulas, que disolverían la sensación de que lo que han vivido las integrantes de su linaje no sido su destino, sino una mera contingencia proveniente de un “estado de excepción que se ha hecho regla» desde tiempos ancestrales?…

Sueños  no entra en el juego de encuadrarse con la idea de «una esencia femenina que no ha podido ser en el mundo porque el sistema cisheteropatriarcal lo ha impedido, al situar a sus “secuaces” en una posición de poder”. No, estas profesionales han tenido la agilidad de entender que hasta la idea de “la mujer” se ha ido constituyendo en este sistema a su medida, erigiéndose como un artificio susceptible de restaurase acorde a algo que garantice el respeto a la dignidad de cada ser humano.  Asimismo, tampoco han caído en “victimismos” ni “melodramas innecesarios”, por el contrario este trabajo humaniza a sus personajes. Siendo que Sueños apunta a que todo queda por hacer, y nadie sobra en este proceso de reconstrucción de las relaciones humanas en lo político y lo ético.

El ambiente onírico y bizarro que despliegan estas integrantes de Teatro Incandescente, llena de contenido y significado a todo lo que hacían y decían sus personajes, recordándonos que muchas veces nuestras rutinas diarias no es que degraden el valor de nuestras vidas, pero sí que  “distraen” (por así decirlo) a nuestras capacidades, a la hora de virar hacia una dirección en la que nos dejemos de comportarnos como un “engranaje” más para que todo siga funcionando según lo previsto. No voy a negar que poner en práctica muchas de estas cuestiones nos favorecen (de hecho su atractivo, precisamente, reside en ello), no obstante ¿hasta qué punto estamos siguiendo la corriente de lo que nos ha rodeado, como estrategia de convivencia para con los demás? ¿Acaso las artes escénicas no nos están demostrando que nosotros, en tanto seres capaces de crear mundos, tenemos en nuestras manos negarnos a la idea de “esto es lo que hay”? De problemas y demás desventuras no nos libraremos nunca, al formar todos ellos del mero hecho de vivir ¿De verdad  compensa aceptar todo lo que nos ha condicionado hasta ahora, ante la amenaza de ser abocados a la exclusión social?

 

En lo que se refiere a la puesta en escena de Sueños, destacaría que el diseño de iluminación ha sido fundamental para que cada escena de la obra quede enlazada, más no se dé la sensación de que se ha seguido un orden cronológico. Así, lo que sucedía ahondaba en ofrecer más información sobre lo que estaban lidiando los personajes de esta pieza, y lo que era posible extraer de esta obra por parte de los que componíamos al público. Por otra parte, el vestuario sumado a las telas que usaban en algunas escenas, contribuyeron a que lo que estaba personificado en estos personajes fuese percibido como atemporal. Es decir: Como si esta obra pudiese haber sido hecha hace décadas, o se estrenaría en el 2123.

Todo fue dispuesto con tanto cariño, verdad y detalle, que no me queda ninguna duda que esta pieza no le queda más que crecer. Lo cual me conduce a afirmar que cuanto más se programe y, en consecuencia se represente, Sueño alcanzará el lugar que merece estar. Una vez más, quienes integran a Teatro Incandescente, me siguen dando motivos para seguir yendo al teatro a cubrir sus montajes de una manera incondicional.

 

 

 

 

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