Super vivencia en estos tiempos de pandemia. Cuando acabe todo esto echaré de menos mirar por la ventana mucho tiempo sin parecer un psicópata.
Dentro de la fauna de mi vecindario hay una señora que me llama bastante la atención. Puede tener unos sesenta años y vive en el balcón, creo que desde que empezó el confinamiento no ha vuelto a pisar su casa. Siempre está con un cigarro en la boca y con el móvil en la oreja. No sé si al otro lado del móvil hay alguien, pero grita como si le estuviese dando órdenes al ejercito mongol de Gengis Kan, (unas 100.000 personas), y quisiera que se enterase hasta el último guerrero. La hija de puta es un aspersor, yo vivo a 10 metros de su ventana y cuando habla me empaña los cristales. El vecino de abajo cuando son las ocho sale a aplaudir con un paraguas.
Si esta señora diera positivo, nos pondrían en cuarentena a todo el barrio.
Nunca he tenido mucho contacto con mis vecinos, pero ahora que me asomo y los veo, he decidido que cuando acabe esto me voy a ir a vivir al campo. Me rodean no menos de 18 aspirantes a músicos, entiendo que estos son momentos complicados, y que no todo el mundo lleve bien tener demasiado tiempo libre y no poder salir de casa, pero tampoco es necesario que a todos nos dé por la música. Desconozco si esto es una especie de guerra musical entre vecinos, pero yo ya tengo visto en milanuncios un trombón por si me tengo que defender.
A ver cómo le explico yo a la policía que me pare por la calle, que me estoy saltando el estado de alarma porque necesito comprarme un instrumento musical.
Comprar en el supermercado se está convirtiendo en una aventura. Yo voy una vez en semana, y lo hago con toda la precaución posible, llevo mis guantes, la mascarilla y mantengo dos veces la distancia de seguridad, pero hay algunos que han llevado la protección al nivel dios, bolsas de plástico en los pies, mono blanco, mascarilla integral, y guantes. Cuando veo a alguien así me siento muy desprotegido, como si fuese un gladiador al que le ha tocado luchar con un cuchillo de untar. A veces me pregunto si los telediarios mienten, y estas personas saben que en realidad lo que ha pasado es que ha explotado un reactor nuclear cerca de mi casa y voy a ser el último gilipollas en enterarme. La semana que viene quiero salir de casa con un casco hecho de papel de aluminio, no sé si valdrá para algo, pero yo me sentiré más seguro si hago que los demás duden de su super protección.
No poder salir de casa está afectando a mis sueños, ayer soñé que salía a la calle a correr (soñar con hacer deporte no me ha pasado en mi vida), pero todo era tan real, que me he levantado con agujetas. He empezado a hacer yoga mirando vídeos de youtube, estoy estresado, agobiado y triste por la situación que estamos viviendo a nivel mundial, pero ahora también estoy frustrado. La profesora de yoga (que cada día me parece más mala persona) está acabando con mis pocas alegrías.
Siempre he pensado que tenía un cuerpo normal, el de serie, el típico buen estado, poco uso, siempre en garaje, pero por lo visto me faltan articulaciones.
Es frustrante poner un vídeo de yoga nivel principiante de más de una hora, y en el minuto dos comprobar que ni siquiera eres capaz de sentarte como la profesora, después de esto, te importa un carajo saludar al sol o despedirlo, porque ya sabes que tu cuerpo no vale para este tipo de cosas, tengo un cuerpo más de ajedrez. Ayer hubo un momento en el que había que ayudarse con la mano para colocar el pie en una postura concreta, pero yo eché en falta una mano para ayudar a esa otra mano a colocar el pie en esa postura. Existe una especie de ladrillos para apoyarse en esos momentos en los que el cuerpo no llega a la postura adecuada (en mi caso son todos los momentos), pero solo tengo dos, si pudiese salir a la calle compraría un palet de estos ladrillos, los necesito.
La única postura en la que mi cuerpo no tiembla y me entra un tic en el ojo izquierdo, es la del final, la postura de savasana, es una en la que hay que ponerse boca arriba y taparse con una mantita hasta quedarse medio dormido, esa es la mía, es que me sale casi de forma natural.
Cuando no puedo dormir, pienso que la profesora de yoga se queda sin internet y no puede dar más clase y eso me relaja, me imagino tirado en el sofá en una postura natural, y sin pensar en respirar, y me quedo dormido. La profesora está haciendo de mi confinamiento un infierno, estoy a dos respiraciones profundas (inhalando y exhalando por la nariz) de cagarme en sus muertos.
Esta tarde a las seis hay otra clase de yoga, de pensarlo ya me está entrando el tic en el ojo. Una cosa buena que sí que tiene el yoga, es que cuando se está practicando esta disciplina, uno se olvida de todo lo que pasa a su alrededor y solo piensa en el creador del yoga y su familia (yo también le dedico pensamientos a la profesora).
Todos los días a las ocho salgo a tocar las palmas por los sanitarios que tan merecido se lo tienen, en serio, no entiendo cómo puede haber personas que les increpan y les invitan a dejar sus propias casas, en fin, hay gente para todo. Supongo que estas personas cuando se pongan malos, no necesitarán de sus conocimientos y ayuda.
Existe una teoría llamada la regla de las mil horas, que dice que, si alguien practica algo durante 10.000 horas, puede considerarse un experto en esa materia. No sé qué pasará después de esto, pero si salgo de esta, voy a incluir en mi currículum que soy palmero profesional, ya mismo estoy por ahí de gira con Miguel Poveda. Por cierto, no solo toco las palmas por los sanitarios, también lo hago por las personas que son capaces de mantener la mascarilla en su sitio y hablar a la vez.
No sé cómo lo hacen, pero el otro día le dije al frutero que quería dos kilos de patatas y en la segunda “ta” ya tenía la mascarilla tapándome un ojo, y como no te puedes tocar la cara, pues así hice el resto de la compra, es incómodo, pero te acostumbras.
Es evidente que hay muchas clases de mascarillas, y las mías son de las malas, pero tampoco había necesidad de sacar al mercado un producto sin haberlo probado antes, en serio, es que cada día que me toca salir al supermercado acabo con la mascarilla en el ojo o en la frente como un unicornio. El otro día estuve buscando en internet cómo hacer una mascarilla casera, una que no se mueva, y encontré muchos tipos distintos, pero encontré algo mucho mejor en un foro. Había un tipo que decía que él no necesitaba mascarilla, que iba al supermercado realizando apnea. Cuando lees algo así, uno piensa en que la selección natural no funciona del todo bien. Yo no sé si este chaval vive en la estantería del papel higiénico, ahora que está vacía, y se puede permitir el lujo de ir a la compra sin respirar, pero para los demás humanos esa opción creo que no vale, yo vivo en un segundo, si pillo aire y no lo suelto, posiblemente algún vecino tendrá que recoger mi cuerpo en el rellano.
También he creado mi propia playlist llamada Confinamiento, cada vez que la escuche me van a entrar ganas de limpiar, tocar las palmas y hacer bizcochos.
Ayer casi vi entero un anuncio de la galería del coleccionista, pero no lo conseguí, creo que necesito un par de semanas más de confinamiento. Estos anuncios me dan miedo, me da miedo el formato, me dan miedo los presentadores, y me dan miedo los productos que venden. Me imagino a alguien llamando para comprarse un sillón relax y me pongo tenso.
Hace un par de semanas me descargué en el móvil un juego de esos de encontrar las diferencias, esos que son dos fotos exactamente iguales, pero hay unas pequeñas diferencias casi inapreciables.
Los primeros días fueron entretenidos, pero ahora estoy obsesionado, esta mañana me miré en el espejo y me encontré más de siete diferencias solo en las orejas.
Si a alguien aún le quedan dudas de la distancia que hay que tener y la música que hay que escuchar cuando se va al supermercado a comprar, aquí dejo mi sugerencia: