Por Jacobo Vázquez
Cincuenta años después del nacimiento de la psicodelia no resulta fácil mantener vivo un género con un campo de acción tan reducido y que ya ha vivido su mejor época. Lejos quedan ya los años sesenta y setenta, en los que el rock psicodélico habitaba en los tocadiscos de toda una generación de la mano de unos primerizos Pink Floyd, Cream o incluso The Beatles. En los últimos años, sólo los trabajos de unos cuantos grupos, como The Flaming Lips, Mercury Rev y Animal Collective -estos últimos más cercanos a la música experimental- han evitado la muerte del estilo. Algo que se revela fundamental para que los australianos Tame Impala hayan podido lanzar este otoño Lonerism, un disco que está logrando un gran éxito de crítica y que se ha convertido sin duda en uno de los discos del otoño. Un álbum que logra insuflar nueva vida a la psicodelia, adaptando los viejos esquemas a los tiempos que corren.
Asociar su música a The Beatles quizás resulte extraño para algunos, pero una sola escucha al álbum es suficiente para constatarlo. Parece como si los australianos hubieran tomado el legendario Revolver como manual de estilo, en especial lo que los de Liverpool hicieron en Tomorrow Never Knows, la canción que lo cerraba. Las baterías flotantes a punto de desaparecer entre los densos órganos, las voces delirantes y los ruidos espaciales, todo complejamente entrelazado a través de las múltiples capas que conviven en cada tema. Pero sobre todo lo que hace tan especial el sonido del disco son los efectos. Algo habitual en la psicodelia, pero que pocas veces había sido tratado de esta manera. Cada instrumento, cada melodía y cada voz suena como filtrada a través de decenas de ellos, en especial distorsiones y reverbs. Pero efectos cálidos y exuberantes, no tan angulosos como antaño, lo que convierte cada canción en una ensoñación donde el lirismo de las melodías cautiva de inmediato.
Casi todo el peso de la composición y las letras recae sobre su solitario y enigmático líder Kevin Parker, una suerte de Syd Barret del siglo XXI. Dichas letras reflejan exactamente lo que cabría esperar de una persona que en su primer álbum reconocía que “Company’s okay/Solitude is bliss”. Soledad, miedo, desafíos, sueños por cumplir y sueños que ya nunca se cumplirán. Tras las perezosas Be Above It y Endors Toi, llega el turno del pop colorista con Apocalypse Dreams y especialmente Why Won’t They Talk To Me?, una suerte de Space Oddity para una generación encerrada entre sus propias paredes, solitaria y que sólo reconoce la felicidad una vez ha pasado de largo, como parece afirmar Kevin. También hay espacio para el rock en Mind Mischief y Elephant, uno de los singles más potentes del año, que con su ritmo firme y sin fisuras destaca entre el ya de por sí brillante conjunto de temas que conforman el álbum.
Por todo ello, no es descabellado afirmar que Lonerism se convertirá con el paso de los años en un disco clásico, capaz de compartir lugar sin sonrojo con los grandes obras maestras no sólo de la psicodelia, sino del rock.
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