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Partiendo de la base de que la mayoría de las personas que solemos acudir al Teatro TNT, esperamos encontrarnos con una programación  en la que en su mayoría hayan piezas escénicas de investigación contemporánea, no es de extrañar que a más de uno haya echado en falta que las interacciones entre los personajes de esta compañía aragonesa, hayan habido muchas más partituras de movimiento (por aludir a un ejemplo muy concreto) que hayan enriquecido y profundizado en el proceso de transmisión al público de las implicaciones de los hechos que se fueron sucediendo en escena. Por tanto ¿Después de todo lo que se ha ido desarrollando en las últimas décadas en las artes escénicas, no hay lugar a lenguajes más convencionales, o si se quiere, más conservadores (como el caso de este trabajo), a la hora de montar uno de los grandes clásicos del teatro universal? ¿Dónde está el límite entre los códigos que uno siente afinidad, con distinguir que un trabajo se ha quedado corto?

 

Ello me conduce a introducir la idea de que las tradiciones en las que uno se reconoce, no deberían tener por qué entrar en conflicto con saber identificar oportunidades en las que uno puede poner a prueba su propio criterio. Es más, el descifrar en calidad de profesional de las artes escénicas o de espectador versado, el cómo uno representaría la Tragedia de Edipo Rey de Sófocles, formaría parte de aquello que se correspondería con interpretar un rol, en el que uno “crearía” a partir de una eventual representación de un imaginario puesto en escena. O dicho de otra manera: En el ejercicio de analizar una pieza escénica que a uno le remueve algo por dentro, ello transciende a un estadio en el que uno se pone a crear, en tanto cuanto que el “crear” está íntimamente relacionado con la interpretación. Lo que pasa es que a diferencia del caso de los directores, los actores, los técnicos de luces y sonido, los profesionales de vestuario y maquillaje, etc…, no se suele visibilizar lo suficiente el potencial creativo que poseen los espectadores.

Foto: Marcos Cebrián

Foto: Marcos Cebrián

 

En esta línea, considero que esto se acentúa cuando estamos hablando de una historia que a la mayoría de los espectadores y profesionales de lo escénico, nos resulta familiar. Siendo que la versión de esta Tragedia de los integrantes de Teatro del Temple, se suma a una suerte línea genealógica en la que enlazaríamos las diversas interpretaciones que se han hecho de este clásico universal. Por tanto ¿En qué medida esta interpretación de la tragedia de Edipo ha sido consecuente con semejante responsabilidad? Lo que no me queda ninguna duda, es que estos profesionales defendieron con consistencia y convicción su apuesta, lo cual les otorgó una buena parte de la credibilidad que ostentaron. Ya que basta con hacer mención que los integrantes de Teatro del Temple, no se privaron de ofrecer su toque personal en el sencillo y efectivo espacio sonoro compuesto de unos seis intérpretes de negro y un músico que iba cambiando de instrumento según se habría estimado;  o los juegos que hicieron con el espacio (delimitando el lugar de los hechos que se están representando de forma directa, con la dimensión en el que estaría el personaje de Yocasta después de haberse suicidado, o de donde provendrían los personajes que intervendrían en la sucesión de los hechos), fundiendo los elementos de una puesta en escena que supo sumergirnos, a nosotros los espectadores, en otra época, en otra forma de pensar, etc…

Así, cuestiones como las características maneras de hablar de las Tragedias Griegas no quedaron como algo que desentonaría, como ha sucedido con varios de los “buenos intentos” que  han habido de representar este texto en las últimas décadas. Sí es que  dar con una fórmula que no “emborrone” la ejecución de los fundamentos que se han de respetar en el momento que uno se decanta por hacer una lectura contemporánea de un clásico sin parecer pretencioso o insustancial, era una cosa más seria de lo que parece. En tanto y cuanto que hay quien confía que con “seguir el texto” será lo mínimo para brillar, porque éste ya es bien estimado por sí mismo a nivel general. Lo anterior, es lo que me hace ser cuidadoso a la hora de escoger qué “relectura” voy a cubrir en este medio, siendo que los montajes que he visto de compañías como La Cuadra de Sevilla, Atalaya o Tríade Teatro, me resultan difíciles de alcanzar por su alto nivel.

Foto: Marcos Cebrián

Foto: Marcos Cebrián

 

Desde mi punto de vista, a lo largo de esta pieza que fue programada dentro de la segunda edición del Festival Rayuela, los integrantes del Teatro del Temple supieron dar una repuesta equilibrada a todo lo que les comento. Por tanto he de decir que yo salí satisfecho después de haber disfrutado de  Edipo, sobretodo, si el mismo me ha dado pie a reencontrarme con estas reflexiones que he compartido con ustedes. Seamos francos, la tragedia de Edipo Rey de Sófocles está disponible en bibliotecas y librerías (asimismo, aunque en menor medida, uno se puede volver a topar con otra versión de esta obra programada en algún que otro teatro), lo cual ayudaría a consultarla y repensar temas relacionados con que uno no se puede “librar” del destino por más que uno haya querido ser ingenioso en el desarrollo de sus empresas, o haya hecho lo posible con lo que disponía (como le pasa al personaje de Edipo en esta historia).

 

 

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