Este fin de semana, después de haber sido aplazado por las inclemencias meteorológicas del finde anterior, ha tenido lugar en Roma la tercera edición de Videocittà, el festival de visión. Ver y escuchar es una experiencia difícilmente controlable emocionalmente y que va mucho más allá de nuestros sentidos: Videocittà. Il festival della visione.
Durante el acto inaugural Videocittà se ha presentado con tres palabras arte, creatividad, contaminación, para hacer síntesis de su carácter multidisciplinar. El Festival puede entenderse como una ocasión en el que artes escénicas, de movimiento, musicales/sonoras, visuales, multimedia, etc se buscan, se encuentran, a veces se miran, se observan, se olisquean, otras se acarician y otras se funden con mayor o menor intensidad.
Aunque el contenido del festival no se ha centrado exclusivamente alrededor de estos conceptos, la tercera edición ha sido dedicada a la lucha contra toda forma de violencia y a favor de la igualdad de género, apoyando un crecimiento cultural compartido y libertad de expresión de todos los individuos.
De aquí interpretamos que el festival busca consolidarse cómo un punto de encuentro del universo audiovisual, en el que géneros y estilos audiovisuales, sean capaces de elaborar discursos sólidos en torno a cuestiones abiertas de nuestra sociedad actual. ¿y entonces? Pues lo podéis imaginar: que además de los temas mencionados, nos topamos de forma recurrente con la omnipresencia de la pandemia y sus no indiferentes efectos psicosociales (más allá de aquellos sanitarios), y que ha sido protagonista o personaje en diferentes disciplinas durante el curso del festival.
El programa efectivamente ha respondido con bastante brío a sus silogismos iniciales presentando un programa que dejaba espacio en pasarela para videoarte, música, formatos multimedia, perfomance, animación, documental y ficción.
La instalación artística merecedora de eco para la inauguración de los actos ha sido Invisibili Orchestre de Quiet Ensemble: una retroproyección de luces e imágenes sobre una nube de agua prácticamente vaporizada a modalidad de gran pantalla, en la que se sucedían una secuencia de imágenes, a veces casi microscópicas, acompañadas por sonidos amplificados provenientes de la naturaleza y que sumían al espectador dentro de una experiencia sensorial del todo orgánica pero sobre todo hiperbólica en todos sus aspectos.
Siempre sin dejar de lado el hecho que Videocittà tiene una marcada personalidad nacional, hemos podido degustar un gran surtido de platos itálicos, sea en materia musical que audiovisual.
A ilustrar esto, desde el marco musical, hemos encontrado la participación de Margherita Vicario, una cantautora italiana de electropop ligero, aunque a veces la encontremos en una versión un poco más intimista y profunda
Tre allegri ragazzi morti, banda italiana con un indie que da pequeños saltos entre el pop, el rock y el punk; Coma Cose; duo de milaneses en clave de rap electrónico. Frenetij&Orang3, dos romanos que parten unas veces como rap electrónico, otras como electropop, otras casi cantautor, otras hip hop, otras como samberos. Tienen muchos amantes y no se casan con nadie, todavía. Venurus, que combina resuelto blues electrónico con el género de cantautor italiano. El sello Asian Fake, ha lucido Hanami, un disco recopilatorio de 13 canciones (seleccionadas entre más de 400), nacido del confinamiento y orientado, según sus creadores, a lanzar nuevos talentos y, de entre los cuales, seguramente alguno dará que hablar en el futuro del underground italiano.
Los Awards, presentados el primer día del festival, eran los premios del festival dedicados a la materia más puramente audiovisual, con 6 disciplinas diferentes y siempre, como decíamos, concentrados en su producto nacional. Los laureles han sido para:
Phantheon del conjunto Dirty Seagulls por un poético plano secuencia de casi un minuto alrededor del Phantheon y sus columnas, grabado a lomos de un dron. Brillante, no sólo la fluidez técnica de su vuelo, sino también por su dimensión sonora llena de espacio;
para Tutti a casa de Francesco De Carlo y Francesco Lancia por un programa en streaming en clave de humor, nacido por y durante el confinamiento, con el que han abierto una plaza virtual por la que hacer transitar predominantemente personajes del mundo del humor enItalia. Han hecho gala de la enorme necesidad del ser humano de exorcizar el miedo y la incertidumbre a través de la comicidad y la ironía.
Para El Primo maggio Roma por un evento live en clave televisiva. El Primo Maggio es un festival anual de música, abierto al público, que se celebra todos los años en la plaza de san Giovanni di Roma y que éste año, por la pandemia, se ha visto obligado a transformarse en un género híbrido pero que se podría perfectamente encuadrarse en el género de programa televisivo.
Para Rebibbia Quarantine de Zero Calcare con una miniserie de cortos animados en los que su personaje aborda con maestría cínica e irónica, los humores producidos por los efectos del confinamiento y sus microhistorias, todo esto en un barrio obrero de Roma, Rebibbia.
Para Pincio de Francesco Coppola, con un video musical, grabado durante el confinamiento en Roma, que construye un auténtico collage de situaciones humanas en balcones y ventanas, entre las antenas de las azoteas. Durante el confinamiento todos seguramente hemos mirado con especial intensidad el libre vuelo de las aves sobre nuestras cabezas.
Para Millennial de Karol Sudolski, un artista audiovisual rico de técnicas que explora el concepto de error a través de un imaginario lleno de ideas luminosas y bizarras.
Efectivamente, es bastante cierto que si tú, como español, quieres saber algo de cómo son muchos italianos de nuestra generación (me refiero a la generación a la que pertenecemos tú y yo y punto, ¡¡no te digo ná más, jejej!!), te podrías hacer un mapa antropológico aproximado partiendo de estas muestras representativas en materia visual y musical.
El momento más internacional del festival ha tenido lugar el primer día y ha venido de la mano de Sevdaliza. Artista iraní basada en Holanda, que ha interpretado pocos temas, pero que han sido suficientes para mostrar una buena síntesis de su último disco, Shabrang.
Sevdaliza ha sido capaz de llenar la enorme, enormísima distancia física que había entre el palco y el público, con su paisaje sonoro lleno de fuerza emocional. Es cierto: nadie dijo que la existencia fuese una experiencia fácil, y justo ahí, en ese punto, nos encontramos Shabrang, un disco de profunda oscuridad luminosa, que se adentra en un mundo de introspección y en la complejidad de la existencia humana, con tonalidades a veces casi litúrgicas, intimistas, oscuras, reflexivas y melancólicas, pero sin caer en el patetismo en ningún momento.
Hallamos a una artista seguramente más madura, con un disco más rico y profundo, en una simbiosis de estilos, sin abandonar completamente el trip-hop presente en sus últimos trabajos, esta vez, podemos pasear por los caminos de su herencia persa-iraní, floridos con modos más cercanos al jazz o al clásico, sin dejar de lado la experiencia electrónica. La performance ha sido el producto de la unión de su música con la intervención lumínica de las proyecciones realizadas por Quiet Ensemble.
Todo esto y mucho más en el marco de Videocittà y todos sus eventos ha sido il Giadino delle Cascate, un inmenso espacio verde que había estado cerrado al público durante casi 60 años y que, ahora, después de una rehabilitación de este grande espacio, el ciudadano podrá de nuevo ejercer el derecho de disfrutarlo libremente.
Videocittà ha brindado ocasiones para emocionarse. Todos estos artistas, cada uno a su modo, han echado leña a ese fuego que, al fin y al cabo, es el que más nos pertenece, aquel que es capaz de adentrarse en las entrañas del ser humano: el fuego de las emociones. Usadas cómo un fin en sí mismas, como trampolín a la reflexión crítica, a la estimulación de la razón o de la imaginación, cómo tú lo prefieras, pero siempre como elemento inherente a nuestra naturaleza humana, al igual que nuestra imperiosa necesidad de arte, cultura y placer.