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The Psychedelic Furs regresan a Sevilla, ofreciendo en la Sala Custom un viaje por medio siglo de canciones, con un arranque inesperado de los californianos Dear Boy y un público entregado de principio a fin.

 

La noche de concierto empezó con algo de desconcierto. El cuarteto angelino Dear Boy salió a escena apenas unos minutos después de la apertura de puertas y cerró su actuación cuando muchos pensaban que aquello era solo la antesala del “inicio oficial” del concierto. Una lástima y, a la vez, una oportunidad inesperada para quienes ya estaban dentro, la de disfrutar de la banda que acompañará a los Furs en, al menos, una docena de fechas de la gira.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Capitaneados por Ben Grey, voz y principal compositor, Dear Boy llevan más de diez años transitando ese territorio donde se cruzan el post-punk emotivo y el pop británico de los noventa. En Sevilla presentaron parte de Celebrator (2025), su segundo álbum, un trabajo más abierto y resplandeciente que sus primeras grabaciones. El directo confirmó esa nueva energía: canciones sueltas, un sonido firme y una ejecución dinámica que dejó con ganas de más, porque el set fue breve, unas seis piezas, aunque permitieron intuir lo que pueden dar de sí. Dear Boy no suenan a promesa; ya funcionan como una banda hecha y derecha. Visto lo visto, ojalá vuelvan pronto a estas tierras.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Y llegó el turno de The Psychedelic Furs. Apenas ha pasado un año desde su última visita y, aun así, verlos de nuevo en Sevilla no deja de sentirse un privilegio. Aquella cita tenía algo de irrepetible; parecía casi un milagro que tras tantos años desde su creación, pisaran Sevilla por primera vez. Los Furs llevan viendo la vida pasar desde el escenario desde 1977, en pleno cruce de punk, art-rock y glam. Pronto se convertirían en punta de lanza de la new wave británica. El despegue definitivo llegó con Talk Talk Talk, álbum que los situó en la primera línea de aquella escena y que consolidó su identidad sonora. Pero conviene mirar también hacia su obra reciente: Made of Rain (2020) sigue siendo un disco magnífico, extraño y poderoso, injustamente pasado por alto para lo que ofrece. Háganse un favor y denle una oportunidad, con o sin prejuicios.

En el escenario ya estaban los hermanos Butler, Richard al micrófono y Tim al bajo, acompañados por una formación distinta a la del año pasado, tan singular como sólida. Amanda Kramer, que ha trabajado con Julee Cruise, Siouxsie Sioux o Eurythmics, volvió a ocupar los teclados, y Zack Alford, con experiencia junto a Bowie, Springsteen y The B-52’s, sostuvo la batería con su precisión habitual. Las guitarras quedaron en manos de Rich Good, miembro fundador de The Pleased, y de Peter DiStefano, conocido por Porno for Pyros y también por sus colaboraciones con Peter Murphy, Scott Weiland y proyectos de música para cine junto a Harry Gregson-Williams.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

 

 

Arrancaron con “Heaven”, radiante y liviana, un recordatorio de su vena pop más luminosa de los ochenta. “President Gas” llegó después con la misma urgencia cortante de sus primeros tiempos. Al igual que el año pasado, hasta este punto la energía parecía algo contenida, sin la voz de Richard Butler despegar completamente, y esto es bastante importante. Su manera de cantar define buena parte del ADN de los Psychedelic Furs. Esa voz grave y áspera envuelve las canciones con una mezcla de melancolía y dureza que nadie más tiene, entre guardando la distancia y lo contrario, sombrío y todo lo opuesto. De ahí que las letras de los Furs traten de sentirse fuera de lugar, de relaciones difíciles, de emociones que pesan y de miradas críticas hacia el mundo.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Ya con “Wrong Train”, del brillante regreso discográfico Made of Rain (2020), algo en Butler se desató del todo. “The Ghost in You” conserva en directo toda su emoción, quizá incluso más que en estudio, y sirve para recordar que Richard Butler colaboró con Martin Gore, uno de los pilares creativos de Depeche Mode, en la letra de “Ghosts Again”. “The Boy That Invented Rock & Roll” le siguió, quizá el tema más evidente de Made of Rain. No insistiremos más en lo sorprendente que es este álbum. Por si fuera poco, le siguió la energía de “Mr. Jones” y la intensa calma de “My Time”, y el nuevo clasicazo que es “No One”. Luego “Love My Way” entró como una corriente eléctrica, con el teclado de Amanda marcando el pulso. La canción hace años que dejó de ser sólo un himno ochentero: basta recordar su presencia en Call Me by Your Name (2017), donde acompaña ese instante en el que uno empieza a mirarse de verdad y se atreve a cruzar la puerta del deseo propio. Más adelante, “Pretty in Pink” llegó, inseparable del brillo melancólico de la película de John Hughes (1986), donde el tema funciona como una radiografía emocional del instituto: la apariencia, el deseo equivocado, la fragilidad inconfesable. En directo mantiene ese filo, el de las emociones que entonces no sabíamos nombrar. Amago de final con “Heartbreak Beat”, su mayor éxito en EE. UU., ese temazo con brillo FM de 1986 que aún hoy levanta a cualquiera y empuja la noche un poco más, como ocurrió aquí. Los bises fueron, para empezar, “All of the Law”, con ese mezcla de comercialidad y de extrañeza, tan, tan de los Furs. Y se acaba a lo grande con “India”, de su primer álbum, de 1980. En este punto Peter DiStefano sale de su prisión de la guitarra rítmica y se marca un solo de esos rotundos e increíbles.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Hubo una época en la que hablar bien de la música de los 80 era casi una rareza. Se la despachaba como hortera, como demasiado comercial, como un montaje de sintetizadores, hombreras y minutajes limitados. Todo eso pesó durante años, como si aquella década hubiera sido un error del que convenía reírse. Sin embargo, el tiempo fue dejando atrás a ciertos artistas y, en cambio, a otros los colocó en ese territorio donde una banda deja de ser “famosa” para convertirse en permanente. Este es el caso de los Psychedelic Furs o, por ejemplo, de Duran Duran y tantos más. Por un lado, no estamos hablando solo de los 80: siguen publicando discos sólidos. Por otro, continúan llenando conciertos con la gente que los escuchó entonces y con quienes los descubren ahora y, aun así, permanecen fuera de los focos de la atención masiva. Con este pensamiento tras el concierto, se nos acabó la velada… no sin antes conseguir el autógrafo de Richard Butler, y saludar a Mr. Alford. Es lo que tiene no irse tan temprano a dormir, aunque sea lunes.

 

 

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