The Sacrifice es una pieza que desde el primer minuto capta la atención de cualquiera, dada su extraordinaria confluencia entre su diseño de iluminación, el vestuario que portan sus intérpretes, la diversidad de cuerpos de los mismos, el magnetismo que desprendían sus interpretaciones y la música que se tocó en vivo. Así, nosotros los espectadores, fuimos testigos de una gran exhibición de danza durante el desarrollo de una serie de “bloques”, que entrelazados, dotaban de “relieve” a una pieza que se pudo haber permitido mantenerse en una misma graduación para asegurar la clamorosa ovación que recibió al final.
Piénsese que de los que asistimos a alguna de las dos representaciones en el Teatro Central, pocos habrán sido las que tendrían previamente algún conocimiento del género de danza que se interpretó, danza Tswana; que a su vez salía relucir que la misma fue enriquecida bajo registros propios de la danza contemporánea, facilitando que resulte más “descifrable” lo que estuvieron haciendo estos profesionales sobre el escenario, y por supuesto, porque estos profesionales habrán considerando que este lenguaje les resultará útil para expresar lo que buscaban expresar. Aún con todo, se antojaba complejo seguir el hilo narrativo de la pieza, pues, era tan auténtico lo que estuvieron reproduciendo estos profesionales, que lo más intuitivo era dejarse llevar por la sensación de que pocas serán las ocasiones en las que uno volverá a presenciar semejantes danzas (partiendo de la base de que uno vive en un país europeo, con todo lo que ello supone).
En esta línea, cabe mencionar que nuestras miradas han sido condicionadas a un marco tan limitado y limitante, que sea lo que fuere que habite fuera del mismo, ello será percibido como “extranjero”, e incluso como inalcanzable. No con ello quiero decir que no sea seductor lo que entendemos como “ajeno”, pero hasta que uno no haya hecho una profunda inmersión en sus correspondientes idiosincrasias, apenas se puede intentar “traducir”. He allí que me atreva a afirmar que creaciones como Reveletions de Alvin Ailey, nos son más cercanas a nuestros «códigos compartidos» occidentales que lo plateado en The Sacrifice.
Si esto no es así, entonces ¿Hasta qué punto es factible superar esa primera “toma de contacto”? ¿De verdad los que habitamos en los llamados “países occidentales”, estamos preparados para enfrentarnos a semejante proceso, sin pasar por un conflicto de tipo dialéctico (en lo personal y en lo colectivo) de implicaciones políticas?… Lo que no se ha de negar es que es muy respetable que uno en tanto espectador, se haya ceñido a disfrutar sin mayores pretensiones de The Sacrifice. Asimismo, Dada Masilo y su equipo, básicamente, ofrecieron una muestra de lo que conocen y dominan. No obstante, no he de dejar pasar, que ellos serán conscientes que representar este tipo de trabajos en el “mundo occidental”, da garantías de que la gente saldrá de los teatros sin “haber parpadeado”, porque habrán visto algo “exótico”.
Aquí no se trata de señalar que Dada Masilo y su equipo se benefician del desconocimiento de sus “espectadores occidentales” (lo cual, por otra parte, es totalmente legítimo); pero si problematizar las consecuencias de que haya regiones del mundo que son tratadas como si los mismas fuesen de “otro planeta”, propiciando que surjan preguntas que raras veces se emitirían a profesionales de territorios que se han vendido como más afines en lo cultural, a lo que entendemos como “lo occidental”. Si damos por sabida la arrogancia que tanto ha determinado a los “occidentales” a la hora de estar y ser en el mundo, es un hecho que es difícil asumir que “los más versados” en danza, en realidad ignoran la gran variedad que existe. Y aquí no caben sospechas de que este tipo de danza es “folklore”, “no están codificadas por una institución académica”, etc.… Porque Dada Masilo y otros tantos profesionales de lo escénico han dado fe desde hace muchísimo tiempo, que no tienen por qué demostrar nada, y menos aún desde los parámetros que “homologarían” su modo de ejercer su oficio con los “oficiales” desde, insisto, el punto de vista “occidental”.
Si bien es cierto que llevamos algunas décadas en las que los pensamientos post- coloniales se están asentando en el mundo occidental, ello a pie de calle, no son más que referencias, herramientas más o menos útiles; pero quiénes hemos de operar con mayor o menor instrucción de los mismos, somos las personas comunes: Sí, aquellos que no los hemos confeccionado a través de un experiencia de vida, o una reflexión elaborada. Llegados a este punto, creo que lo más honrado es dejar reposar en uno lo que cada quien haya recogido de The Sacrifice. Para luego retomar cuestiones que si uno no pasa por este tipo de aproximaciones, sería complicado dar con incentivos que nos impulsen a actualizar nuestros modos de estar y ser en el mundo, desde el punto de partida del hayamos empezado a interactuar con el mismo.