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The Sheep Song se ha nutrido de tantos recursos literarios, que puede que la forma más provechosa de contemplarla e integrarla, es teniendo la mente en blanco. Lo cual de un modo u otro, resulta más sencillo de llevar a cabo si uno se deja guiar por una pieza en la que la inmensa mayoría de las acciones se suceden sobre cintas que hacen a sus intérpretes estar en movimiento de forma permanente, sino se “quedarían atrás” en todos los sentidos.

 

Lo anterior, me permite hacer un paralelismo con los videojuegos de plataforma. Esto es: En los que el personaje al que seguimos su historia, va cayendo en consciencia de su “destino” (por así decirlo) a la par que, nosotros los jugadores/espectadores, le vamos “acompañando” en sus aventuras y desventuras. He allí que uno termine implicándose emocionalmente con la historia y sus personajes, siendo que aunque se mantiene la premisa de que lo que se está viendo es una representación, el caso es que nuestra condición de espectador casi que nos saca de la realidad de la que nunca salimos. Con el aliciente, de que fue tan fastuoso y complejo el despliegue que tuvieron que hacer los integrantes de Toneelhuis/ FC Bergman con el equipo técnico del Teatro Central, para que nosotros los espectadores, disfrutemos de un trabajo que nos adentra en una experiencia inmersiva.

Foto: Kurt Van der Elst

Foto: Kurt Van der Elst

 

Ahora bien, se nos expuso una historia que un principio podría parecer una inocente fábula que tiene como protagonista a una oveja, cuyas inclinaciones interiores le conducía a explorar el mundo de los humanos para conocer más, progresar y demás cosas por el estilo. Y basta que uno interprete el rol del ser desconocido, una de las reacciones, lamentablemente, que más se repiten es el miedo, el rechazo y la agresión por parte de los demás.  Como si la sola existencia del “diferente” fuese un cuestionamiento en numerosos aspectos, de lo que sostiene los pilares que mantiene estable un imaginario en el que se pertenece por causas contingentes.

Cuanto más se iba sumergiendo este personaje en el mundo de los seres humanos, se fue desvelando como la corrupción, la arbitrariedad y la desidia es lo que gobierna. Allí se sobrevive, allí disfruta el que se puede permitirse un rato de recreación, pero siempre  ha de mantenerse con la mente en claro que su suerte es susceptible de revertírsele por cualquier contratiempo. En fin, los integrantes de Toneelhuis/ FC Bergman nos representaron un trabajo que aunque uno conserve la leve esperanza de que todo al final “se arreglará” para la oveja protagonista (tras haber superado incontables  desafíos que han puesto su vida en juego), el caso es que The Sheep Song nos expone una historia en la que su protagonista termina siendo «absorbido», como si el haber emprendido este viaje al mundo de los humanos fuese lo mismo a haber instalado una trampa en las puertas de su propia madriguera.

Foto: Kurt Van der Elst

Foto: Kurt Van der Elst

 

Aunque pueda parecer paradójico, todo esto se va desarrollando en un marco que fue “ensamblado”  con muchísimos elementos, para dar un aire de fantasía y siniestralidad,  propio de algunas películas y videoclips dirigidos por Michel Gondry.  Sea intencional o no, ello invita a pensar a que vivimos en un mundo muy diverso y hermoso, por más que entre nosotros, los seres humanos, se estén acometiendo cosas que no hacen más que  auto destruirnos.

En definitiva, este trabajo es conmovedor y sumamente hermoso. Hecho con una sensibilidad que arrebataría a cualquier persona, incluyendo aquellos que intentaríamos hacer un análisis  más o menos consistente, de esta creación de esta compañía belga. De verdad, que estos son los momentos en los que mis comentarios sólo valen para documentar un hecho y parte de sus implicaciones, pero en ningún caso para “recrear” o generar un canal directo con que saca a la luz, a la calidad y la monumentalidad de The Sheep Song.

 

 

 

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