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El concierto que los Smile dieron el pasado miércoles fue pura terapia colectiva. Cromoterapia, si nos ponemos técnicos. Formado por dos miembros de Radiohead, Thom Yorke y Jonny Greenwod, junto con el batería de jazz Tom Skinner de los Sons of Kemet, los de la sonrisa de poema presentaban su álbum debut A Light for Attracting Attention, lanzado el 20 de abril de este año por XL Records.

Mirad todas esas luces guapas

Thom Yorke

 

– Alicia: Pero un sueño no es la realidad …

– Sombrerero loco: ¿Quién puede decir cuál es cuál?

Carroll, Lewis, (1871). A través del espejo y lo que Alicia encontró allí.​ McMillan Publishers.

 

Foto: Fernando González

Foto: Fernando González

 

Tras varias escuchas minuciosas (hechas con el corazón, el cerebro, el alma y las tripas) para una entrevista que tendrá que esperar… una pregunta surgió: ¿Cómo llevarían al directo los Smile las visiones que Yorke tuvo durante la pandemia? ¿Y las figuras literarias, y las fijaciones que abundan en las letras del álbum? ¿Cómo pensaban enseñarnos el otro lado del espejo y lo que allí vieron (espantapájaros, la Tierra en llamas, Berlusconi y sus bunga bunga girls, cerdos, signos de interrogación, el establishment, niños y niñas refugiadas, campanas redoblando, hielos, espejos)?

La respuesta, genial: a través de juegos de luz –como es apenas lógico dado el título del disco, A Light for Attracting Attention. Y fue sanador, debe decirse porque no sería justo etiquetar este pedazo de álbum como únicamente lúgubre, doloroso y distópico (que sí, que lo es); también ofrece luces al final del puto túnel. Y Thom Yorke, gracias a una instalación de luces leds (de unos seis metros de largo por tres de alto, ¿cortesía del diseñador Andi Watson?) se convirtió en el Arquetipo del Sanador. Carl Jung lo hubiera flipado.

Foto: Fernando González

Foto: Fernando González

 

La noche arrancó con la voz de Cillian Murphy leyendo el poema de William Blake que les inspiró su nombre.  Luego se dio paso a «Pana-Vision» y Yorke, como el niño de El traje nuevo del Emperador, ve a través de las trampas del poder. Mis ojos están abiertos, ahora te veo. Sin la corona, sin la capa. Y las leds arrojaron sobre los espectadores un azul antiséptico de paz y tranquilidad. La voz del cantante en plena forma, el público entregado, móviles al aire. En «Thin Thing» se adelanta a los críticos, escudriñando la utilidad de su propia obra, de su música. El rojo corría enérgico y vigoroso, gran estimulador de la circulación sanguínea. Greenwood en éxtasis y Yorke que no paraba de decir gra(s)ias, gra(s)ias.

Llegó el turno de «The Opposite», inspirada en The Hollow Men de T.S. Elioto la parábola Orwelliana del hombre de paja quemado por el establishemt (Lo que dicen no tiene sentido, sus bolsillos están repletos). Y verde, todo de repente se tornó verde, antibiótico natural. ¿Qué será de nosotros ahora? El show macabro donde el pobre es borrado mientras el rico sigue con su vida normal, ¿Puede pasar el próximo concursante, por favor? Los ritmos intrincados del jazz de Tom Skinner y las guitarras de los dos Radioheads se detenían dramáticamente para continuar con «Speech Bubbles», la voz de las víctimas de la guerra. El falsete del líder volaba entre el público que, para entonces, ya estaba más que en trance. Luz aguamarina que se convertía en blanco, así se pintaba a los refugiados de la canción. Corremos hacia las colinas, corremos como tontos. En un delicado montaje acompañado con los sonidos de un arpa, círculos de led se acercaba y alejaban entre sí, esos niños y niñas abandonados en la estación de tren con una nota pegada en sus camisas raídas. «Free in the Knowledge», de fucsia y azul, es la confesión de un hombre que admite su fragilidad y mortalidad.  Me libera el saber que un día todo esto habrá terminado. Todo cambia. Positivo, el Yorke insistía en que estamos juntos en esto. Que esto es una mala racha. Pose post-grunge obligada, Greenwood asentía en su solo/intermezzo. El saludo a los zorros de ojos azules que necesitan un secador de peloA Hairdryer») alias Boris Johnson/Donald Trump, estuvo enmarcado en guitarras aceleradas, voces distorsionadas, acusativas. Debería daros vergüenza, vais siempre culpando a los demás. Y, girando su cabeza hacia nosotros, ¡oh, simples humanos!, la imagen bonita de la noche: un músico indicándonos la salida: Llevará su tiempo, pero…mirad esas luces guapas, mirad las luces. El arquetipo del sanador, a tope. Balsámico.

Foto: Fernando González

Foto: Fernando González

 

Espero no haber sido el único en haber tenido esta visión o no me quedará más remedio que ir al loquero este lunes, pero juraría que el gran Vangelis susurraba a Yorke al oído durante «Waving A White Flag». Indie, synth, barroco. No eres tú cuando estás por los suelos, eres el rostro de otro, en la luna. Alguien a quien han abandonado. La bandera blanca del título estuvo representada por luces de todos los colores proyectadas en todas direcciones: el público, los árboles, los músicos. Y el recinto se transformó en basílica.

Greenwood ardía durante «We Don’t Know What Tomorrow Brings», Thom al sintetizador le seguía, el tempo acelerado por Skinner hasta casi el post-punk. Incertidumbre. Estoy atrapado en una zanja, no encuentro la salida. Los bordes se estrechan. Y de todos, el color violeta predominaba, el de los trastornos emocionales, las fobias, los estados de ansiedad, pero también el que favorece el sueño. En contraste, «Skrting on the Surface» trajo una voz ligera hasta nosotros, mecida por rayos de color naranja, casi volcánicos, contra la fatiga, eficaz para respirar, pellizcando nuestro neocórtex colectivo. Cuando nos demos cuenta de que estamos fatal, podremos bordear la superficie. Y entonces habremos salido de ésta.

«Seguramente no conozcáis estas canciones, pero para eso estamos. Gra(s)ias por haber venido, anyway». A los Smile les dio tiempo hasta para presentar nuevos temas, como «Call Us» y «Bodies Lauging». La Strat de Ed O’Brien parecía haber sido modificada ligeramente, con pastillas negras en el puente y el cuello. La pesadilla de Gaia cabreada que dibuja «The Smoke» escupió sobre el respetable la potente imagen de tres músicos (y algún técnico agazapado por ahí) envueltos entre fuego verde, fuego Valyrio. Metáfora de la auto inmolación como forma de protesta. ‘Tratadme bien, calmaos’ –dice en sueños. Merezco una segunda oportunidad. Una única revolución. La Tierra clama y nosotros, tan frescos.

Foto: Fernando González

Foto: Fernando González

 

Apaga las luces. O hay bunga-bunga o no volverás a trabajar en la tele. El cerdo del Silvio Berlusconi no queda muy bien parado en «You Will Never Work in Television Again» (ojo: palabras de Yorke). Presumiblemente escrita para su esposa, la actriz italiana Dajana Roncione, (No tengas miedo, mi amor), aquí las guitarras, el bajo y la batería denuncian a monstruos, troles de las cavernas que se aprovechan de tantos sueños juveniles, hermosos. Ya es hora de salvar a las víctimas de las conductas sexuales ilegales de las élites. Aparta tus sucias manos de mi amada. ¡A saber dónde han estado antes! (ojo: palabra de Yorke, te alabamos, Señor).

Antes de cerrar el concierto con nuevos temas («Gotta Start Again»), la setlist terminó con la canción de apertura del disco: «The Same». La rayada total con gritos primarios. No hay necesidad de pelearnos. Mirad hacia la luz, agarradla con ambas manos. Y de vuelta al azul tranquilizador, pacificador. Como confesó el cantautor en la Rolling Stone, «Mientras estaba atrapado en casa durante dos años, una de las cosas que descubrí fue… es muy posible que… que todos los seres humanos seamos bastante similares en realidad. ¡Y no se esfuerzan mucho en decírnoslo, nunca! Aparentemente, todos estamos en pequeñas facciones que deben luchar entre sí. ¡Y una mierda!»

El orden de las canciones del conciertazo en Madrid difirió respecto al del álbum, lo cual tiene sentido porque se trataba del viaje hacia el interior de un ser humano sensible que proponía algo a su público post-confinamiento: ir hacia la luz. Para los angloparlantes presentes esa noche el mensaje llegó al consciente. Para los que no controlan el inglés, llegó al subconsciente porque el color, la rabia, la belleza y la redención son universales, arquetípicos. Y hay para todos, todas y todes.

La tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo. Y dijo Yorke: «¡Hágase la luz!»

Y la luz se hizo. Y Yorke vio que eso estaba bien.

 

 

 

 

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