El programa doble previsto en la Sala X con Sneers y The Telescopes se quedó sin el dúo afincado en Italia por enfermedad de M.G. Blaankart. Así que The Telescopes desplegaron un pantano sonoro, casi performático, llenándonos de oscuridad y monotonía como señas de identidad.
A pocos días de celebrar su quinto año de vida, y haciendo gala de su excelente gusto en la programación, Sala X nos volvió a obsequiar con una banda consagrada en el panorama internacional: The Telescopes. Capital exponente del shoegazer británico, la banda conmemora el 30 aniversario de su nacimiento presentando su último trabajo, Exploding Head Syndrome (2019).
La ausencia de los teloneros Sneers por problemas de salud, dejaron a The Telescopes como plato único de la velada y un show de poco menos de una hora que, no sólo no se hizo corto (quizás todo lo contrario), sino que dejó satisfecho a un público ávido de distorsiones ásperas, oscuros acoples postpunk y ambiente con pretensiones de pesadilla hipnótica.
En efecto, Stephen Lawrie y los suyos pasaron por nuestra ciudad para presentarnos su último ejercicio onírico, Exploding Head Syndrome (2019), o lo que es sinónimo, un cóctel explosivo mezcla de punk, protoindie y post rock experimental, que da como resultado un producto atmosférico denso, monótono, asfixiantes en ocasiones y difícilmente digerible.
Apoyado en sus trabajos del último lustro, el set list del directo nos dejó temas como You can’t reach what you hunger (2017), Strange Waves (2019), The Speaking Stones (2019) o The Living Things (2019). Sólo una pequeña isla para agradar a los meláncólicos de sus inicios: un Violence, de su disco debut (Taste, 1989), deformado y alargado, como muestra de la senda que Stephen y los suyos han elegido transitar.
Parece que la formación deja definitivamente de lado el sonido que la vio nacer, con influencias de bandas como Velvet Underground o The 13th Floor Elevator, para sumergirse en una burbuja lisérgica ruidosa y caótica, en la que la base rítmica tribal del bajo J&D y la batería Ludwig Chicago se ve salpicada por los sonidos estridentes de las guitarras (tocadas con arco de violín, azotadas con cables de audio o simplemente acopladas) mientras la casi ahogada voz nasal de Lawrie emite frases desentonadas y gritos desgarradores.
Definitivamente, la propuesta actual de The Telescopes no es para todos los públicos, no es de fácil consumo. Sólo los fanáticos del género encontrarán grandes dosis de disfrute en ese pantano sonoro. Un espectáculo que a ratos estuvo más cerca de la performance, que de lo estrictamente musical. Café para los muy cafeteros.