Olivier Dubois (con intención o sin ella) procuró poner un espejo a todos sus espectadores, otorgándonos la valiosísima oportunidad de reflexionar sobre el cómo ha ido evolucionando nuestras posturas a lo largo del desarrollo de esta pieza. Así preguntas como: ¿Es propio de personas de gustos refinados, haber “captado” la genialidad de un trabajo que fue estrenado hace diez años en el prestigioso Festival de Avignon (Francia)?¿Hemos sido capaces de localizar las cosas a las que dirigen nuestras miradas la sinopsis de esta pieza, en el transcurso de su representación?… Nos hacen asumir la responsabilidad con nosotros mismos, en la medida de cómo estamos gestionando la recepción de algo que no garantiza un “consumo” predeterminado, con el fin de tener una experiencia satisfactoria.
Ante esta bifurcación de caminos posibles, me decanté por observar como este trabajo iba desmembrando mis mecanismos de defensa que todos, nosotros los espectadores, activamos a la hora de ver una pieza escénica. Empezando por diferenciarme del objeto de estudio en tanto sujeto, para ser capaz de identificar el qué suscita en mi mismo. Por tanto, decidí tener un tránsito en el que confíe que Tragédie, new edit me “embadurnase” de todo lo que nos ofrece y luego pensar sobre ella. Piénsese que esta creación de este profesional francés, no nos da concesión alguna, sólo “arroja” sobre el escenario un ser vivo indomable, al que conviene conseguir “entrar en su juego”.
Olivier Dubois y su equipo se valieron de recursos como la música y el diseño de iluminación, para asegurarse que Tragédie, new edit no se nos hiciese insípida, dado que ella se traza en el tiempo y en el espacio, en forma de una espiral ascendente. He allí que sus dieciocho intérpretes vuelvan a retomar dinámicas como el caminar en fila (tal y como lo habían hecho al principio de esta pieza, con la idea de caldear al público), o que las rompan para que lo momentos mayor interacción entre ellos no se nos pasen por desapercibidos, ganando entidad en la pieza. Por eso ello no, necesariamente, ha de ser leído como una “recurrencia”; sino en realidad, como que esta pieza iba ganando volumen una vez que finalizaba cada uno de los bloques de la estructura formal que la compone. Así, la dirección de Olivier Dubois jugaba con que la pieza fuese y no fuese predecible para con sus espectadores, en el sentido de que aunque nos exponía cuál es la gramática y la morfología a la que responde, lo anterior no era suficiente para descifrar el qué tipo de “literatura” generaría.
En esta línea, Tragédie, new edit da la sensación de que puede acabar o no en cualquier momento. He allí que es innegable que a esta pieza se le podría hacer tantas indagaciones desde los parámetros de la filosofía, las ciencias sociales, e incluso las bellas artes. Es que es tal su plasticidad que tengo la sensación de que uno siempre dejará en suspensión algunos de sus componentes, en cuanto uno se proponga a analizarla.
En definitiva, Tragédie, new edit me parece un trabajo monumental, exhaustivo, inteligente… De esos que uno siente que ha visto una pieza que estará presente en una de las páginas de los anales de la historia de la danza contemporánea. Sin olvidar, lo arrolladora que haya sido la experiencia estética que nos emplaza.