Por Bárbara Bécares
Antes de todo, decir que este artículo no pretende ser una lección moral, simplemente busca generar conciencia sobre el impacto que podemos dejar por el mundo con una simple semana de vacaciones fuera de nuestro país, sobre todo cuando esa visita es a un país en desarrollo.
Hace unos meses mi mejor amigo se fue a Cuba. Al volver me comentaba enfadado que aunque comprendió los intentos de estafa que vivió por la ciudad, le pareció muy mal cuando la estafa vino del portero del hotel de cuatro estrellas en el que se alojaba en Varadero. Tenía razón, él estaba pagando un buen precio por ese hotel y esperaba sentirse protegido del típico acoso al que los turistas se ven sometidos en un país tan pobre como Cuba.
Pero también el portero del hotel podría tener razón. Mientras los turistas pagan lo mismo que pagarían en cualquier buen hotel situado en Europa, probablemente el trabajador cubano no reciba más que 10 dólares al mes por trabajar sus ocho horas al día y quién sabe si más y sus puede que seis días a la semana. Y digo 10 dólares porque ese es el sueldo de un médico en el país ‘comunista’.
Todo el dinero que no se llevan los trabajadores, se lo lleva la empresa hotelera y, probablemente (estos son simples e inocentes conjeturas mías) el gobierno y las autoridades que reciben su parte correspondiente por haber vendido las playas y los terrenos a las grandes cadenas hoteles.
Por cierto, algo que me choca mucho es que las playas sean propiedad privada. Siempre había pensado antes que la naturaleza era de todos.
Pero sigamos con el turismo. Hazte a la idea de que, aunque sólo sean los 10 días de vacaciones de tu año, el dar ese dinero a esas grandes cadenas hoteles lleva a la explotación de los trabajadores locales y, lo que es aún peor, a la devastación de los terrenos, la privatización de las playas y la destrucción de comunidades indígenas y naturaleza.
Ahora estoy en Borneo, una maravilla de la naturaleza que en los últimos años ha vivido uno de los mayores procesos de deforestación de la historia reciente. Por un lado, las grandes empresas han destruido la naturaleza local con el objetivo de plantar aceite de palma para su comercialización, por otro lado los ‘resorts’ han privatizado hasta las montañas.
Para crear las grandes cadenas de hoteles que hay repartidas por toda la isla, las tribus indígenas se han visto despojadas de sus tierras y de sus casas. Los vecinos de Mulu, el mayor Parque Nacional de Malasia que es Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000 se quejan de que han pasado de vivir de sus tierras y de la caza en los bosques de la región y de ser ellos quienes alojaban a los visitantes en sus hogares o pequeños negocios, a tener que vivir apartados de su hogar, donde la cadena Marriot ha instalado un complejo hotelero con spa, a vivir de las propinas de los visitantes y, a veces, se quejan, a parecer una atracción de feria para los turistas. Además de que la gran polémica viene porque el líder del gobierno de Sarawak, la provincia donde se encuentra Mulu, cuenta con una gran participación de las acciones del Royal Mulu Resort.
¿Qué alternativas hay?
Las ‘guesthouses’ o casas de huéspedes son una buena opción alternativa. Claro que no son tan lujosas como los grandes resorts ni te dan una pulsera donde todo lo que consumas durante esos días está incluido, pero también son alojamientos muchísimo más baratos. Pero cuando te alojas en una ‘guesthouse’, fomentas la economía local y no la de las grandes corporaciones y sabes que vas a recibir un trato personalizado.
Los dueños de pequeños hostales suelen destacar por ser hospitalarios, por querer que el visitante esté cómodo durante los días que viaje por el país y probablemente sean de mucha ayuda para que esto sea así. Las agencias de viajes no suelen ofrecerte estas opciones. Pero desde que tenemos a Google que responde a todas nuestras preguntas, no es nada difícil ponerse en contacto con el lugar donde te quieras alojar, incluso antes de salir de España rumbo a las vacaciones.
Sólo es una idea.
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