Por Carmen Socías
“Pintereando” con Ricardo Moya, director del montaje “Viejos Tiempos” de Harold Pinter.
Nos citamos con Ricardo Moya en la cafetería del Teatro Español, y lo que iban a ser quince minutos se convirtió en algo más de una hora de charla, eso es lo que pasa cuando Pinter aparece en escena. El montaje “Viejos tiempos” de Harold Pinter se estrenó en la sala pequeña del Teatro Español de Madrid el 24 de mayo, desde entonces no se han cansado de poner el cartel de no hay entradas. El día anterior de nuestra cita nos topamos con un montaje pequeño en apariencia, pero inmenso una vez que te introduces en él. Con una escenografía envolvente y algo más de una hora de representación Emma Suárez, Ariadna Gil y José Luis García-Pérez demuestran por qué son tres actores en mayúsculas, y lo hacen con una obra que plantea un reencuentro veinte años después. Tres personajes (Kate, Anna y Deeley) reunidos en el salón de una casa cerca del mar y muchas incógnitas por resolver, o no. Hablar del ganador del premio Nobel de Literatura Harold Pinter (1930-2008) es hablar de silencio, de lo que no se dice, nosotros quisimos ponerle palabras a ese universo de la mano del director Ricardo Moya.
Como actor ya se enfrentó hace unos años a Pinter con “Regreso al hogar”, ahora le toca el turno al Ricardo director ¿Cómo llega a Viejos Tiempos y por qué?
Por qué es una pregunta que me habéis hecho muy frecuentemente, es algo que nos preguntamos mucho en esta sociedad que nos ha tocado vivir, y nos olvidamos muchas veces del para qué. Para qué se hace una guerra, para qué se hace un negocio, para qué se casa uno, para qué sale de casa. A mí me movió casi más el para qué que el por qué. Pinter siempre ha estado ahí, siempre ha estado muy vigente. Pinter es el padre de las nuevas dramaturgias, y a su vez el hermano pequeño de Samuel Becket. Parece ser que tenía la sana costumbre de pasarle todos sus textos a Beckett. Reencontré “Viejos tiempos” en la librería “La Celestina”, releí la traducción de Luis Escobar, que había servido de base para el estreno en España el año 74 con Paco Rabal, Irene Gutiérrez Caba y Lola Cardona, y me fascinó. Me volvió a abducir el mundo Pinter, la paradoja, la manera de expresar cosas expresando lo contrario, esa forma de jugar con el lenguaje que al final es una manera de cercar el vacío, de cercar el silencio, de hacer espacio; en un tiempo en que los textos que vemos no dejan demasiado lugar al silencio. En un tiempo de ruido y furia hay alguien que detecta los lugares del silencio y del vacío. Pinter es un observador privilegiado, y nosotros privilegiados por tener acceso a ver esa manera de conocer el mundo. Y el por qué al final viene de esa curiosidad legítimamente humana de a ver qué hay aquí, y aquí hay un colador.
Al estrenarse la obra en EE.UU un crítico del New York Times dijo “es una obra maravillosa, que no se sabe de qué va”. ¿De qué va Viejos Tiempos?
(Sonríe) Eso es tener demasiada prisa para ver a Pinter y para entenderle. Estamos un poco condicionados por esta necesidad de explicar por qué y por esta necesidad de explicar de qué va. Tenemos demasiada urgencia en que las cosas hayan pasado, seguramente va de esto Pinter, se toma su tiempo en que pasen las cosas. Viejos tiempos nos hace preguntarnos qué es el tiempo, ese contenedor en el que transcurre la vida, nuestra vida, por qué nos interesa el tiempo. ¿Por qué nos interesa el tiempo, porque estamos vivos y vamos a estar muertos? Al final, ¿cuál es el interés de codificar el tiempo, de saber qué es objetivamente el tiempo? No hay tal cosa. Objetivamente hay un reloj, varios relojes, miles de relojes y casi ninguno coincide, serían incluso relojes diferentes en su funcionamiento. Los seres vivos somos así, somos relojes orgánicos, por eso nos interesa, nunca vamos a saber dónde empieza y dónde acaba. Sabemos el día que nacimos porque figura en un registro civil, si pudiésemos vernos después de muertos sabríamos que habíamos muerto porque figurará en un registro civil, ¿qué ocurrió mientras tanto? Va a ocurrir lo que decía Lennon que la vida es aquello que pasa mientras hacemos planes para vivirla, Viejos Tiempos va de esto también. Ahí sí que hay un por qué, ¿por qué tenemos que nombrar, codificar, objetivar y objetivizar las cosas que vivimos? No sólo es suficiente con vivir está contando Pinter, es preferible vivir por delegación, en los papeles, en los registros. En Viejos Tiempos se encuentran unas personas, hacen referencia a veinte años atrás, y acabamos enterándonos de qué coño ha pasado en estos veinte años, nos acabamos enterando de otra pregunta. Es lo inquietante de esta función, están haciendo referencia a cosas que han ocurrido o no, porque la memoria es muy fantasiosa, entonces la obra va del envejecimiento y del paso del tiempo, del tedio, de la actividad frenética por encontrar significados; y va, como siempre en Pinter, de la comunicación, de la posibilidad o imposibilidad de la comunicación. En una entrevista que le hicieron a Pinter en los 60, antes de escribir Viejos Tiempos, dice una cosa muy reveladora, dice que en el silencio nos podemos comunicar bastante bien, pero cuando usamos las palabras empezamos a escondernos, a guardar cosas, y eso es sobre lo que le gusta escribir. La escritura en un primer momento le produce cierta nausea, y él escribe una vez superada esa náusea, que en realidad se la produce el lenguaje.
La obra se representa en la sala pequeña del teatro Español, el público está prácticamente encima de la escena ¿cómo se trabaja la dirección de un montaje en un lugar como este?
Justamente sin ocultar nada, no puedes ocultarte en ningún lugar del espacio, eso es algo que propone precisamente Pinter. El lugar ideal para un Pinter es la sala pequeña, nosotros incluso lo hemos acercado más. El espacio es un salón donde una de las paredes es el patio de butacas, nos hemos adecuado al lugar, nos interesaba algo muy cercano. Saber de antemano que estaríamos ahí nos ha condicionado, yo tenía que estar muy cerca de lo que hacían los actores, porque era el modelo de espectador que iba a existir. No hemos ensayado en un teatro, hemos ensayado en una habitación, sin escenario. Lo más importante ha sido intentar desentrañar qué ocurre entre ellos tres, había que encontrar una geometría funcional interna. Dentro del intérprete es donde había que mirar bien, no es un contador de noticias el actor o la actriz de esta función, es un ser vivo en el que resuenan una serie de referencias que están en el texto, es lo más complicado de Pinter y lo más complicado de esta función.
Bueno, Emma Suárez es una actriz muy inteligente, es capaz de comprender el trabajo de la inteligencia de un intérprete, no se queda en una especulación, es muy buena acogiendo al personaje. Hay algo muy especial ahí que solo es posible desde la generosidad, esa es una característica de estos tres intérpretes. Son muy generosos, están dispuestos a darle de sí al personaje, son muy conscientes de que ellos no son el personaje, ellos le dan una serie de cosas y están muy atentos a dejar que viva, esto es muy complicado, hay que tener una cierta maestría. Se corre siempre el riesgo de suplantar uno al personaje y vivir desde uno mismo algo que no es tuyo, tú le das a alguien algo para que viva, ese es el juego de la interpretación cuando transmite algo. En este sentido Emma es muy buena porque organiza muy bien todo su trabajo y tiene esa capacidad de ofrecerlo, no se lo guarda. Su personaje es muy especulativo, casi podíamos decir que es un personaje engañoso, y tiene otra característica el personaje que es que ejecuta su alegría de manera muy versátil, no solo está contenta, esta manera de generar alegría hay que expresarlo muy bien, solo alegría es poco.
Kate, interpretado por Ariadna Gil, es un personaje que escucha mucho y habla poco, se mantiene en ese silencio pinteriano ¿cómo afrontó Ariadna Gil este trabajo?
Ariadna aporta sobretodo serenidad. Kate es ese personaje que recibe todo lo que ocurre, le da la bienvenida a todo lo que pasa. La virtud de Ariadna como intérprete es que vive los personajes de manera muy arriesgada, es como se puede vivir la serenidad. En el teatro todo es paradójico no es como en la vida. La manera de expresar la serenidad es contenerla y arriesgarse a vivir lo que llegue, es una línea muy delicada, es estar alerta constantemente. Ariadna puede estar muy alerta y puede no ser beligerante en absoluto. Como dice el Libro de la Guerra, Sun Tzu “el que espera no tiene necesidad de demostrar que ya ha ganado”, y esto se le podría aplicar al personaje de Kate, y hay algo en la manera de trabajar de Ariadna que es así.
Deeley, personaje interpretado por José Luis García-Pérez, ¿Es el más débil de los tres? ¿Desde donde afronta este personaje el actor?
Puede percibirse como el más débil porque es el que lucha, el que pelea. José Luis tiene un corazón de oro, me voy a permitir usar el tópico, en este caso es absolutamente cierto. Tiene una bondad natural que le regala al personaje, y es desde esa alma de los antiguos guerreros desde donde afronta las cosas. Deeley está constantemente construyendo su entereza, y de alguna manera se está construyendo constantemente, por eso pregunta tanto. Eso es una de las cosas tremendas de Pinter, sitúa al elemente masculino en esta situación de debilidad un poco ficticia, en apariencia, pero hay un león escondido y dispuesto a luchar. En este caso se encuentra a fuerzas que no luchan de la misma manera, han ganado porque no luchan, esa es la paradoja. Su actitud es de defensa, cree que puede perder todo lo que ha conseguido, y ahí está la pregunta de Pinter para Deeley ¿qué has conseguido, qué hay que puedes perder, qué hay que crees que eres tú de lo que has hecho? Y ahí viene una posible respuesta, ¿no será que te estás haciendo continuamente, ganes o pierdas? Es lo que expresa el personaje de Deeley en relación con los otros dos personajes.
El espectador de Viejos Tiempos se introduce lentamente en la estructura que plantea Pinter. ¿Es un tempo, como director, de difícil manejo?
Es un tempo natural, por lo tanto complicado. Todo lo que es natural para los seres humanos tendemos a complicarlo bastante. Es un tempo de latido de corazón, de velocidad de pensamiento. Todo está vinculado con un ritmo binario, nosotros vamos al ritmo del corazón, es la base de todo. Por ahí nos inventamos los sistemas binarios, las computadoras, sí o no, somos así de simples…
Necesitamos respuestas…
Efectivamente, y nos encontramos con un grave problemas cuando pensamos que la respuesta ya está dada, que lo hacemos al revés el procedimiento. Esto es otra de las maneras que plantea Pinter. Creo que estos tres personajes finalmente buscan refugio, tienen una experiencia inclemente con su mundo circundante y buscan refugio en ellos mismos, que son los otros. Seguramente por cómo funciona nuestro sistema nervioso, por lo de las neuronas espejo, solo nos podemos reconocer en otro ser humano. Lo que les ocurre es que en el proceso de construirse hay una enajenación, un distanciamiento de lo que uno es.
Cuando se estaba preparando el montaje se habló de intercambiar papeles de las actrices en las distintas funciones ¿Se planteó seriamente?
Coqueteamos seriamente con la idea, pero finalmente supongo que yo también tuve un poco de miedo, como decía Luis Escobar “los experimentos se hacen con gaseosa”. Nos lo llegamos a plantear porque en realidad estas dos mujeres podrían ser el mismo personaje. Con el tiempo me he ido distanciando de esa idea, me parece divertido pensarlo, me parece que por qué no en el fondo todos somos humanos, pero la verdad es que vivimos con nuestras características peculiares, por qué ahorrarnos las características peculiares. Cuando empezaron a ensayar enseguida se vieron un poco poseídos por los personajes, si empieza a crecer el personaje yo entiendo que te quieres quedar con él, para conocerlo mejor. Dejémoslo así, aunque no se descarta, igual dentro de una o dos temporadas si nos apetece seguir con esto cambiemos a las actrices, sería también una manera de especular, resultaría una relación distinta.
Decía que Pinter era el padre de los creadores contemporáneos, ¿quién sería hoy el Pinter español?
Hombre, no lo voy a poder decir en alto, sobre todo para no ofender a aquellos de los que me voy a olvidar. Hay muchos autores ahora escribiendo, la mayoría de ellos poco conocidos o absolutamente desconocidos, pero se está trabajando mucho en literatura dramática por lo que yo sé. Hace bastante vi una función, en el Centro Dramático Nacional, de Lluïsa Cunillé, que creo que salió del taller de José Sanchis Sinisterra (Nuevo Teatro Fronterizo), es una entre muchos. Una función que hacían Vicky Peña y Jordi Dauder sobre la colonización en África, se llamaba Après moi, le déluge, pero hay más. Se me ocurre Paco Zarzoso, un autor valenciano que ha escrito mucho pero se ha hecho muy poco. Tenemos a Mayorga aquí y a Ernesto Caballero, pero seguro que hay más. También he leído algunos textos de autores jóvenes que son muy pinterianos en esa manera de tomar la información y expresarla en palabras del espacio tiempo. Creo que hay una cosa muy buena, cierto afán por zambullirse en aguas que no tienen márgenes definidos, en contra de una sociedad en la que cada vez nos movemos por lugares más estrechos, hay una necesidad prefabricada de concreción que nos obliga a sentirnos seguros en lugares cada vez más pequeños. O eso u obedece a una voluntad diabólica el hecho de que nos comportemos así. Esto viene dado por el problema de la propiedad, digo problema porque me parece que es problema para la convivencia y para el desarrollo de las sociedades. La expansión cultural, de alguna manera, se enfrenta a la concreción de la política económica, algo está pasando con nuestros organismos, con nuestras mentes, no encaja bien. No podemos seguir pensando en términos absolutos cuando la realidad es cada vez más estricta e inamovible, y nos vamos dando cuenta de que no hay nada que hacer o muy poco, y si hay algo que hacer es un cambio radical. Así es muy difícil fantasear, a menos que echemos mano de esas tendencias fantasmales como hace Pinter. Imaginemos un ancho mundo en el que todo es posible. ¿Cabe la posibilidad de que el mundo sea así y no cómo lo vemos en nuestro pequeños reductos, o nuestras pequeñas cuentas corrientes?
¿Qué le espera a este Viejos Tiempos? ¿Tienen pensando en girar con la obra?
Vamos a querer moverlo por ahí fuera, pero no sabemos todavía cómo y hacia dónde. Lo estamos pensando muy seriamente, pero no lo hemos articulado todavía. Hay que encontrar las personas y los lugares todavía.
¿Es más difícil mover una función hoy que hace unos años?
Está difícil, parece ser que va a ser más difícil que hace años. Es complicado mover una función de teatro, porque cosas sencillas son difíciles. Teóricamente esta función debería de ser fácil, un solo decorado, tres intérpretes, si no se mueve será porque las dificultades nos superan.
No sabemos qué pasará con Viejos Tiempos, pero ¿Sabe cuáles serán los próximos proyectos de Ricardo Moya?
Esto sí que es difícil para mí de decir, porque no lo sé. Estoy volviendo a leer las obras de Pinter, estoy leyendo a Beckett, a autores británicos. Nunca me ha resultado fácil leer teatro, se ve que me concentro mucho, le saco jugo a las cosas. No es tan fácil decir cómo me gustaría hacer La vida es sueño, no, hay que leerlo muchas veces. A mí me fascinan los antiguos: Esquilo, Sófocles, Eurípides, me parece que siempre hay que volver, son las raíces. Shakespeare vuelve a escribir sobre eso, Calderón vuelve a escribir sobre eso, la guerra de Troya parece que no terminan nunca, la venganza es un leitmotiv continuo en la especie humana, la utilización de amor, del poder, cosas elementales para construir no sabemos muy bien qué, está en nuestros cimientos. Pinter dentro de nada, si no lo es ya, va a ser un clásico de esas características. Y a Pinter hay que volver y mirarlo con nuevos ojos. No sé el tiempo que nosotros podremos aguantar haciendo Viejos Tiempos, pero tampoco conviene aguantar mucho tiempo, conviene que alguien más coja la función y la mire con otros ojos, y lo exprese de otra manera. En realidad nos están pasando cosas parecidas desde hace miles de años, y nos está costando mucho aprender y actualizar, evolucionar, mejorar; es un reto para el teatro. Creo que debemos pensar en cosas que nos hagan mejorar como especie y como seres humanos, ha de servir para eso también, como la medicina, no morir tan pronto sin haber descubierto algo que mejore la vida de nuestros descendientes.
música cine libros series discos entrevistas | Achtung! Revista | reportajes cultura viajes tendencias arte opinión