Los días 22 y 23 de enero volverá a representarse la versión de Atalaya del Rey Lear en el teatro TNT. Esta tragedia escrita por W.Shakespeare en el siglo XVII, aborda el tema del amor filial, la locura y la vejez.
Les hablo de una historia que aunque es situada en el siglo VIII a.c, el caso es que como cualquier otra tragedia, se aborda la condición humana ¿En qué consiste heredar algo? ¿Cómo saber si tus herederos están preparados para ello? ¿Cuánto uno ha de esperar para ceder el mando a tus herederos? Estas y muchas más preguntas, emanan de esta historia universal que parte de un caso particular para que nosotros los seres humanos, resolvamos nuestras propias vicisitudes. Y un espacio ideal es desde la representación de esta obra en un teatro, dado que resulta inevitable vernos reflejados en los deseos, en las contradicciones…, de cada uno de los personajes, que son planteados como seres que interpretan un rol que dota al “tablero de juego”, de un abanico lo suficientemente amplio, para que nos sintamos interpelados como personas que forman parte de la humanidad.
Lo anterior nos lo ofrece la compañía Atalaya, que es una referencia indiscutible del teatro en España. Dado que cualquiera de sus montajes, son garantía de traernos interpretaciones desgarradoras, alocadas, que llevan el cuerpo del actor al límite, como otras tantas cosas, que han hecho que esta compañía andaluza, haya influenciado a toda una generación de actores y compañías. Ya en la misma página web de Atalaya se nos advierte que este “espectáculo ha sido el más galardonado en los premios de teatro andaluz con 6 en total, entre ellos Mejor Espectáculo, dirección o actriz. Así mismo, ha sido el espectáculo que más nominaciones ha recibido en los premios MAX del teatro español en 2019”.
Nos les voy a negar que tengo especial fascinación, de cómo Atalaya prepara los coros de sus montajes, esto es: brindando de una vitalidad a textos complejos y sesudos, con un ritmo que resulta vertiginoso, a la vez que se percibe que el aire en la sala se hace más denso, al tratarse temas de primer orden. No es para menos, pues, Atalaya nos tiene acostumbrados a que ellos se embarquen a representar grandes clásicos de la historia del teatro, sin que de ningún modo parezcan un refrito más, que peca de sustituible.
Si lo anterior no les es suficiente para ir a ver “Rey Lear” (u otro montaje igual de prometedor), les animo a que se planteen que estamos en una época que aunque está siendo muy dura para los profesionales de eventos culturales, el caso es que en los últimos meses que he ido al teatro (al menos una vez por semana), se percibe un ambiente de ilusión, de ganas de llenar los teatros. Algo que se dejó en suspensión, tras el confinamiento domiciliario que pasamos en nuestros lugares de residencia en la pasada primavera; y ahora que tenemos los teatro abiertos (bajo la condición de que respetemos las normas implantadas, por las correspondientes autoridades), aprovechemos esa oportunidad para valorar más si cabe, todo el esfuerzo que están haciendo estos profesionales. Se nota en las caras de sus protagonistas (actores, bailarines, técnicos de luz, técnicos de sonido, etc.,), que son felices por ejercer a diferencia de otros compañeros de profesión, que no han corrida con esa suerte. Honremos a los que ejercen y a los que no, yendo al teatro: constituyendo una base suficiente para que después de que se eliminen las restricciones por motivos sanitarios, este sector salga más reforzado, y nosotros nos hayamos dado cuenta que lo que sucede en los teatros de España, es también patrimonio cultural de este país: no me cansaré de repetirlo.