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El 16 y 17 de enero se estrenó en la sala B del Teatro Central de Sevilla, la pieza Wanted. La cual con elegancia, tragedia, comedia…, nos llevaron a sitios que debería ser más explorados, por parte de Teresa Navarrete y Miguel Marín.

Me encanta como los creadores de artes escénicas, se hacen con su espacio para hablar de sí mismos sin caer, necesariamente, en un acto de egocentrismo. Dado que se puede interpretar como un sendero  que estos creadores incorporan, para seguir indagando sobre aquellos temas que poseen una cierta trascendencia. O dicho de otra manera: las herramientas de las cuales disponen estos creadores, hacen posible que un tema personal llegue a ser de interés universal, al abordarse algo que involucra la condición humana, por más que el punto de partida sea un caso particular.

He allí que quien se embarque a semejante empresa, ha de tener la habilidad de hacer que su pieza pase a ser de propiedad pública, no algo que pertenece asimismo; sino lo mejor sería dejar ese testimonio para los ámbitos de su vida privada. Por tanto entiendo que en el proceso de creación de una pieza venido de una experiencia personal, ha de ser conducido a un tránsito de despersonificación (por llamarlo de alguna manera) al servicio del lenguaje escénico.  No es la primera que yo digo, que salir a escena supone asumir una responsabilidad política, dado que esa pieza es un acto comunicativo que es emitido al foro público. Es más, los intérpretes cuando salen a escena, en primera instancia, son personas que se les otorga un alto grado de autoridad en la emisión de sus contenidos, por encima de muchos profesionales de otros campos. Ya que al fin al cabo, pocos son los oficios humanos que ejercen en medio de un escenario, donde se capta o se mantiene la atención de unos espectadores.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Lo anterior puede estar contenido, si el creador es capaz de abstraer (recuérdese que el origen etimológico de esta palabra, remite a sacar de contexto algo concreto que previamente forma parte de un todo) una serie de elementos, imágenes, etc…, para reconfigurarlas con el fin de hacer una composición destinada a un montaje escénico. Así, se genera un dialogo entre el creador y el acto escénico, entorno al tema que le dio lugar a que se haga esa pieza en juego. Dialogo que se va desarrollando hasta el momento después de que se haya bajado el telón del teatro, dando paso a una reflexión del creador sobre sí mismo, tras un tránsito que le ayudó a salir de un estado de ensimismamiento.

Con ello no quiero decir que las artes escénicas deberían ser usadas como terapia, sino más bien, que  su práctica podría llegar a tener consecuencias terapéuticas en sus creadores y los integrantes del público, siendo que todos ellos salen de sí mismos cuando es representada una pieza, porque las artes escénicas tratan temas de interés universal. Y justo esto fue lo que identifiqué en la pieza Wanted de Teresa Navarrete, esto es: Las obras que he visto de esta intérprete, suelen tratar temas derivados de las relaciones humanas, y por más que haya hecho una alusión velada con un lenguaje escénico, de algún episodio concreto de su vida personal; el hecho es que esta bailarina no nos ha contado nada sobre su vida, y la vez no los ha contado todo con un lujo detalle, demostrando el cómo ella ha abierto su intimidad al servicio del público.

Lo cual es un acto lleno de generosidad y valentía, porque se está mostrando vulnerable y humana, sin llegar a acaparar el turno de palabra, aunque esté en escena y los focos le apunten directamente. Y lo que la avala, es que la obra tenía una dramaturgia que no es trasladable a algo que uno pueda contar a una persona de confianza; sino que es algo que sólo se puede entender si es representado en escena.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Wanted es una pieza llena de fotografías que evocaban el rol que se le ha asignado a las mujeres en nuestra sociedad occidental, donde el personaje que interpretaba Teresa Navarrete, padecía dentro de sí una serie de emociones encontradas, y demás contradicciones que le impulsaban a desear y temer, al personaje masculino que interpretaba Miguel Marín (que también se encargó de la dirección musical de esta pieza). Quien con su personaje plano (más no fue el caso de su interpretación) hacía de las veces de soporte, para que el personaje de Teresa Navarrete lo veamos recorrer un viaje, que hasta bordeaba lo iniciático.

Lo digo porque vemos a una mujer que es insturmentalizada para que se vuelva reproducir y actualizar, los diversos roles que se le han asignado a las mujeres, de tal manera que su condición de ser humano fue violentada, esto es: hubo un momento en que el personaje de Miguel Marín la vendía como si estuviese en un mercado de esclavos, pero destacando las virtudes femeninas que se aclaman en revistas del corazón, u otros ámbitos menos frívolos. E incluso fuimos testigos de una representación de un maltrato físico y sexual, que derivó a que el personaje de Teresa Navarrete tomara las riendas de las relaciones sexuales, no cuestionando el sistema de maltrato, sino revirtiendo los papeles, así la violencia estará presente pase lo que pase.

Lo cual también encaja con ese momento en el que el personaje de Teresa Navarrete, cogió el micrófono para cantar, con la mayor de las inocencias, por más que conduciría a una nueva escena de donde podría ser menospreciada. No obstante, en este caso  y otros más, vimos como dicho personaje se convertía en un ser trágico, que me recordaba a un clown que intentaba ser querido y aplaudido, pero que  carecía de las herramientas suficientes para lucirse exitosamente. De todas formas, fue capaz de ganarse el cariño del público, siendo reflejado a través de risas y ojos sobresaltados, porque una vez más nos volvían sorprender, porque trataban un tema sumamente turbio con un humor ácido e inteligente.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

A la par, se veía como el personaje de Miguel Marín estaba pasivo, sin empatía, como si fuese un espectador más de las humillantes situaciones por las que pasaba el personaje de Teresa Navarrete. Tan sólo cogía protagonismo cuando cantaba más allá de emitir un fondo sonoro: ese entrar y salir que tuvo el personaje de Miguel Marín, fue magistral por parte de la dirección de esta pieza.

No paraba de recordar aquella cita de la introducción del Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, en la que esta filósofa nos decía que en un caso extremo un afrodesecendiente podría plantearse exterminar a los racistas, en cambio una mujer sería incapaz de erradicar a los varones: no sólo porque son la mitad de la especie humana y son con quienes llevan a cabo el acto de reproductivo; sino que además, dentro de los varones están sus padres, sus hermanos, sus amigos, etc…, situando a las mujeres como seres obligados a convivir con quienes las han tratado como la alteridad, lo otro…, no como un ser humano, ya que el sujeto es un ser masculino. No es de extrañar que uno no puede más que tener sentimientos contradictorios al ver cómo el que te agrede, es con quien compartes un vínculo.

Y todo lo anterior, se representó con una elegancia algo extravagante, pero conservando el buen gusto. Teniendo  la sensualidad como un valor estético que garantiza que estamos hablando de temas que nos desbordan como seres humanos, por más que uno haya llegado a una mediana edad con madurez e integridad; que por otra parte, es lo que nos tienen acostumbrados los montajes en los que están involucrados Teresa Navarrete y Miguel Marín.

Desde luego, Wanted es una pieza para conservarla celosamente en los registros de las historia de la danza contemporánea andaluza, porque tómese en cuenta que hubo la especial participación en la dirección escénica, de Guillermo Weickert y de María Cabeza de Vaca. Haciendo que esta pieza sea un ejemplo, del valioso legado que nos ha dejado esta estupenda generación de bailarines andaluces.

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