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Por Antonio Jesús Reyes 

Wim Mertens durante su actuación en el gran teatro Falla

En la soleada mañana del 18 de mayo, se nos corta la respiración al ver pasar por una ventana de un bar de Cádiz a un señor con un sombrero. Era Wim Mertens, que, suponemos, vendría del Gran Teatro Falla de ensayar lo que sería un concierto que para el recuerdo se queda. Lamentablemente, ante esta visión, nos acordamos del zigzag periodístico con los promotores del evento, una tormenta de emails para intentar citarnos con él para una entrevista, y que al final quedó en nada… por ahora, al menos.

Un músico de lujo, sin duda, porque además de su imparable creatividad, en él se juntan un musicólogo y un músico.(Mientras miramos las tapas de aquel bar de Cádiz, se nos ocurre aquel dicho del hambre y las ganas de comer). Nacido en 1953, el belga de Neerpelt no ha parado de crear música desde finales de los años setenta. Atrás quedan grandes trabajos como Maximizing The Audience, Shot And Echo, la banda sonora de “The Belly Of An Architect” o JardinClos, por nombrar algunos. Fue desde el minimalismo, sobre todo en los años ochenta, hasta la vanguardia, y ahora, una mezcla exquisita a la que un entendido ha llamado neominimalismo melódico. No nos es suficiente una etiqueta; la música de Mertens es de una belleza extraordinaria, sin pretenciosidad, pero de una solemnidad y a la vez compleja sencillez, y sobre todo, cierta cualidad que hace de cada canción que no sobre una sola nota. Tampoco es suficiente esto. Hay que comprobarlo todo en directo.

El Gran Teatro Falla es eso, grande, y de una acústica excepcional. Es de entender, pero no de celebrar, que a este lugar se le conozca más por el folclore de estas tierras que por las actuaciones que aloja entre sus muros. Desde el tornavoz, nos disponemos a ver a Wim Mertens en formato trío, con LodeVercampt  al violonchelo y Dirk Descheemaeker  al clarinete y saxofón, en lugar de Gudrun Vercampt al violín, por lo que este concierto no va a ser una continuación de la gira anterior sin más.Además, Mertens llega presentando nuevo trabajo, un nuevo álbum continuista con su sonido, sin perder un solo ápice de naturalidad y sin que aburra. A Starry Wisdom no trae nada nuevo, ni nos es necesario porque es el mismo espíritu que ha ido creando con los años vuelto a presentar con energía renovada. Quizá su hermano sonoro dentro de la obra de Mertens es Shot And Echo, aquel álbum con el inolvidable “Their Duet”.

Ya en el teatro, en la oscuridad del tornavoz, la oscuridad lo inunda todo, y fuera de él, las luces se comienzan a apagar, dejando penumbras aquí y allá. El temor de la acomodadora, se disipa; lo que hace quince minutos era un teatro con un público disperso y muchas butacas vacías, se convierte en un lleno posiblemente total. Y sale Mertens con sus dos músicos acompañantes.

Las primeras notas son las delicadas de “From A Nethermost Point Of View”, para pasar seguidamente a “More Than A Genre”. ¿Significaba esto que estábamos anteA Starry Wisdom al completo? Así fue, ni más ni menos, todas las canciones sin el ejército de músicos con el que lo grabó. La actuación sin ellos, no sale airosa, sino triunfal. Hay algo en la música del belga que hace que nada esencial se pierda aun reduciendo drásticamente los instrumentos sobre el escenario.Como ya sabíamos, Mertens canta con voz  de contratenor en un idioma sin palabras. Son aliteraciones, como también hacen Sigur Ros. Lo que nos sorprendió es que añade voz a las canciones que eran totalmente instrumentales. El recital se convirtióen una versión más íntima que la del álbum, sin restarle fuerza en ningún momento, y sin que se rozara el prosaísmo, por eso, una actuación así puede ser degustada por entendidos y no entendidos, seguidores y principiantes. Sería por eso que Mertens tuvo que hacer múltiples bises, entre ovaciones que son propias de un concierto de rock. La pasión y la euforia por el belga eran innegables, sin exagerar ni un solo ápice, aderezada con aplausos a 3/3. Entre los últimos temas, clásicos como “La Fin De La Visite”, “No Testament” (curiosa y hermosa, escucharla sin percusión), “The Belly Of An Architect”, “4 Mains”, “Close Cover”, “A Struggle For Pleasure”, que son joyas, las más famosas, que nos pueden motivar a descubrir A Starry Wisdom, y de ahí, las demás.

La carrera de Mertens sigue adelante, con fuerza y prolífica, y llena de giras. En estoquizá sea el más activo de su escuela. Con el Teatro Falla en pie, atestiguándolo, todo, nos sorprende tanto éxito sin que medie una película de moda de por medio. Mertens no tuvo la suerte de Michel Nyman con “El Piano” ni la de Tiersen con “Amelie”, ni la de Philip Glass, ni falta que le hace.

Tras el concierto, y sin que el personal del teatro lo supiera, Mertens sale al a saludar a su público, a una veintena que le esperaba para estrecharle la mano o pedir que le firmara algún CD. El imberbe nervioso, la señora mayor agradecida, el periodista de turno, todos tienen su momento y una sonrisa del belga. Se despide: “Great audience tonight, thank you”.

Dejando atrás el teatro de los ladrillos colora’os, nos adentramos en un bar. En la pantalla del televisor, las votaciones de Eurovisión. Fue como caer súbitamente y por sorpresa en la mediocridad diaria. En la barra hay dos parejas. Una de las mujeres saca el móvil y pone unos segundos de “Struggle For Pleasure”; la humanidad se puede salvar.

Para muchos que han experimentado una especie de efecto de camino a Damasco con la música de Mertens, seguirá sonando en sus días y en sus noches. Es la música ideal para crear una atmósfera viva o tranquila, para darse a la vida contemplativa o salir corriendo a coger el metro, para recibir a una visita amorosa o para descubrir el sentido de la vida una mañana de resaca mientras observas lentamente cómo se esconde el sol desde la ventana.

Teníamos motivos para escribir, parece ser.

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