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Por Bárbara Bécares

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Foto Helga tawil souri

Cuando uno viaja a los Balcanes y habla con sus gentes sobre la vida, inevitablemente acabará sintiendo nostalgia de la antigua Yugoslavia, ese país dirigido por el gran líder Tito y que, a ojos de las historias que se cuentan hoy en día, se asemejaba bastante al paraíso.

Pocas personas hay que no recuerden hoy en día con cariño ese país que juntó a varias etnias de eslavos del sur de Europa en una nación socialista e independiente de los dos grandes bandos que dominaban el mundo en aquel momento: el capitalista y el comunista, este y oeste, Estados Unidos y Unión Soviética.

Cuando se habla de Yugoslavia en este artículo, nos estamos refiriendo a ese lugar liderado por Tito y no al país que vino tras su muerte, donde los nacionalismos resurgieron de la mano del serbio Slobodan Milosevic. Puede llevar a confusiones porque al fin y al cabo, el hecho de que muchos de los habitantes del país, sobre todo los de etnia serbia, no quisieran separar el resto de las regiones de Belgrado, acabó desencadenando esas terribles guerras de comienzos de los años 90.

Hay muchas cosas en las que pueden discordar inevitablemente personas de etnia albanesa, macedonia, serbia, bosnia, croata, eslovena o todas las incontables minorías que vivían en la antigua Yugoslavia, pero algo que es casi seguro es que en el mencionado país, se vivía mucho mejor de lo que se vive ahora. La yugonostalgia no es un término inventado en este artículo, sino que se usa frecuentemente por los habitantes de los países de la región, y ha sido denominado por los sociólogos como un fenómeno sociocultural y psicológico, aunque ha sido poco estudiado. Y consiste en la idealización del país que lideraba el mariscal Tito y de diversas facetas. Así, no es raro oír decir que en Yugoslavia se vivía mejor o que en Yugoslavia no había discriminación de unas etnias a otras, por poner unos ejemplos.

Josip Broz Tito, era un hombre muy carismático, sin duda. No todo hombre sería capaz de unir y gobernar pacíficamente a ese caos balcánico de etnias y religiones, fronteras con heridas abiertas que desencadenó las terribles guerras de los años de los 90 donde Europa vivió reales salvajadas y supo, de nuevo, lo que era el odio irracional. Un caos que, a pesar de la tranquilidad actual, sigue latente, simplemente contenido por fuerzas internacionales. Tito era Yugoslavia. Su muerte supuso el crecimiento nacionalista de nuevo y desencadenó la ruptura del gran país. Yugoslavia se dividió en siete países, con sus monedas diferentes y sus banderas y sus himnos nacionales (en seis, de acuerdo con países como España que no reconocen la independencia de Kosovo). Sin embargo, la bandera yugoslava con la estrella roja socialista, sigue ondeando en muchas casas y sobre todo en los corazones de casi todos los balcánicos. Y cualquier canción típica de la época, muchas ya que es una zona con gran tradición y folklor, puede ser cantada por gente de diversas etnias a la misma vez y con la misma pasión. ¡Ay Yugoslavia!

Tito era la única religión que se permitía en Yugoslavia. Quien no le adoraba, desparecía para siempre. Y los yugonostálgicos son conscientes de ello, pero aprendieron a amarle y enseñaron ese adoctrinamiento a sus hijos, jóvenes nacidos tras la muerte del líder, que también desearían volver a ese país desaparecido. Y hasta el extranjero puede acabar, fácilmente, añorando aquellos tiempos de la Yugoslavia que nunca llegó a conocer.

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Retrato de Josip Broz Tito

Hay muchas cosas que la Yugoslavia de Tito tenía allá por los años 60 y 70 y que ahora no hay. De acuerdo con lo que cuentan con cariño los habitantes de los países de los Balcanes, todos tenían un trabajo, la diferencia entre pobres y ricos era menos notable que hoy en día, no había conflictos abiertos y, sobre todo, era un país que tenia poderen el mundo. Yugoslavia lideraba el movimiento de los no alineados y sus gentes tenían dinero. En aquella época, Yugoslavia era conocido a nivel internacional mientras que ahora, los diferentes países en los que desintegró, andan mendigando a Bruselas que les integren algún día en la Unión Europea, algo que hasta ahora sólo Eslovenia consiguió en 2004 y Croacia, que es el nuevo país de este año 2013.

Los habitantes de la Yugoslavia de Tito no necesitaban visados para viajar por Europa y eran vistos con respeto por el resto de los países de la región, o al menos así lo recuerdan ellos, mientras que hasta 2010, la población de diversos de estos países necesitaban solicitar visados para simplemente poder cruzar la frontera de algún país de la Unión Europea. Es difícil hoy en día saber qué era real y qué es sólo producto de la idealización que muchas veces, con la distancia, se crea en la mente humana de manera inconsciente. Cuesta por ejemplo creer que todas las etnias convivieran pacíficamente y se respetaran y que las políticas nacionalistas llegadas tras el fallecimiento de Tito consiguieran en menos de una década desencadenar el odio que llevó a las guerras que destrozaron la región a comienzos de los años 90.

Pero sí dan ganas de conocer aquel lugar del que los yugonostálgicos hablan, que era uno de los más multiétnicos del mundo, de carácter socialista, al menos de forma oficial, donde no había grandes diferencias entre pobres y ricos, donde todo el mundo tenía acceso a un empleo y donde los habitantes respetaban y toleraban las costumbres de sus vecinos de otras etnias.

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