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Biografías Imaginarias de gente mediocre o que gasta su talento en chorradas con Irene Kerrey (1968-1997) estratega implacable, tercer capítulo.

A los mandos de un Eldorado rosa de 1957 conseguido por medios que no detallaré, he atravesado de nuevo América (el Mojave reseco, al borde del cielo en lo alto de Colorado, rituales de vudú acadio en el bayou, paletos incestuosos en las Carolinas) y conseguido tras rellenar diversos formularios y participar en rituales literario-orgiásticos que tampoco conviene concretar, una audiencia con Andrew Wylie, mayor y más importante agente literario del mundo anglosajón en su ajetreada oficina. Como corresponde a alguien de su importancia, Andrew Wylie mide tres metros y medio de alto, tiene una mirada capaz de cortar la leche, se alimenta exclusivamente de jovencitas núbiles del Este y, según la New York Review of Books, cuando se desencadena su ira o su patria está en peligro echa fuego por la boca y rayos por el culo. Esto ha causado algún que otro problema protocolario en las entregas de los Premios Nobel, especialmente cada vez que no han premiado ni premiarán a Philip Roth. Debido a su gran talla en todos los sentidos, nuestra conversación en este amplio penthouse de un piso 78 en Park Avenue se desarrolla acompañado de su ejército de núbiles asistentes de ambos sexos, su ingente virilidad apenas cubierta por un breve paño de tafetán.

Es por lo demás un hombre afable y hasta simpático que me pregunta por Galicia (le encanta el pulpo), me compadece por la lamentable temporada del Deportivo, y evita educadamente mencionar mis proyectos literarios. Debido a ciertos incidentes con unos dados cargados en un torneo de Paths of Glory en 2003, el señor Wylie está, a despecho de su poder casi omnímodo en el mundo literario, vetado en la practica totalidad de convenciones de wargaming en ambas costas de esta gran República.

– He consentido en ayudarle en su investigación -comienza- porque estoy seguro de que, a pesar de su nula estatura como escritor, persona, creativo y crítico, el trabajo que ya ha hecho en California podría serme útil a la hora de preparar la edición de Bolaño: Los garabatos en el bloc junto al teléfono (1985-1990), que en apenas unos meses saldrá a la venta en todo el mundo, traducida a veintisiete idiomas, algunos tan improbables como el gallego o el samoyedo y que será presentada en pocos meses en el Guggenheim de Nueva York con la posible asistencia de diversas fuerzas vivas de la Gran Manzana sin descartar la de los candidatos Trump y Clinton. Habría ignorado su risible solicitud, de no haberme encontrado con diversas y enigmáticas anotaciones en un bloc de 1989, con datos que espero usted me ayude (¡las cosas que tiene que decir uno en este negocio!) a desencriptar para ser incluidos en diversos apéndices y notas al pie.

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–  Y hace usted muy bien. Se trata este de uno de los mayores lanzamientos editoriales del año. Ya tenemos apalabrados contratos de merchandising por valor de millones -o billones en algunas divisas latinoamericanas, si me permite el chiste, cosa que hago a veces-,con por ejemplo una reedición facsímil del ejemplar bolañiano de Advanced Third Reich con el grueso manual de 200 páginas cubierto de anotaciones suyas, que Hasbro tiene ya listo para poner a la venta en miles de Walmarts y Toys’r’Us de América justo a tiempo para las Navidades en paquete junto con la infamemente infravalorada El Tercer Reich por solo 39 dolares con 99 centavos, que convendrá usted que es precio regalado para una gran novela y un gran juego en todos los sentidos, pues contiene tres mapas de gran tamaño (laminados, nada de simple papel), y diez hojas de fichas de carton recortables – 3500 en total- , amen de ese infame y apasionante manual de 196 páginas a dos columnas.
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– Y vaya si lo es. Mea encima de las (se lo confesaré, para disgusto de mi cuenta bancaria) sobrevaloradas Los Detectives Salvajes y 2666. No me mueve más que un sincero deseo de que la humanidad conozca la obra bolañiana. Hacer caja es un deseable side effect, del que nadie se ha quejado nunca antes. Dice usted que Don Gene B., de Hanford, California, le ha contado muchas cosas en una convención sobre esa misteriosa I. K. Que aparece mencionada en algunas notas recuperadas de frigoríficos arrumbados en desguaces de la Costa Brava por mi equipo especialmente entrenado de antiguos soldados de operaciones especiales rhodesios y filólogos de hispánicas del Mossad. Bien, también tengo yo información sobre esa misteriosa mujer -aunque algo me dice por su actitud así como perruna que poco de hecho voy a sacar de usted. Pero qué se le va a hacer. Yo que usted no me creería mucho de lo que me contase alguien que se ha pasado varios años al inicio de este siglo en una prisión federal por andar toqueteando a menores de edad puestas a su cargo. Sí, ya ve usted.

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– El caso es que diversos contactos que tengo en lugares increíblemente altos de la administración federal en general, y de la del Estado de California en particular me han permitido identificar a una tal Irene Kerrey, nacida el 8 de marzo de 1968 en Oakland, California, y -seguro que esto no lo sabe- fallecida el 29 de Abril de 1997 en Malibú, Condado de Los Ángeles. Causa de la muerte: fallo multiorgánico causado por la metástasis de un cáncer de útero. Trágico, sin duda.

– Se siente usted decepcionado, ¿verdad? ¡Qué prosaico todo! Tengo todo aquí en unos papeles: donde fue al colegio. Fotocopias del anuario del instituto de Oakland al que asistió entre 1982 y 1984. Una adolescente realmente hermosa. ¿Quiere ver la foto?
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– Lo suponía. Usted se lo pierde. Así que esa es la I. K. Que aparece mencionada en las notas de Bolaño. No habla demasiado de ella: dice que, buscando el torneo de Advanced Third Reich en la Gen Con de 1988 (por supuesto: todos sabemos que Bolaño sólo jugaba a juegos de nivel estratégico, sólo estaba cómodo con matar fichitas de cartón que representasen impersonalmente a miles o decenas de miles de vidas), ha parado por el torneo de ASL y ha quedado unos minutos fascinado y repelido por esos hombres obesos que matan fichitas de cartón de forma tan personal: cada fichita con su nombre en el caso de los oficiales, o representando a cuatro o cinco hombres en el de la tropa, los cartoncitos masacrándose a bayonetazos por factorías soviéticas o campos normandos o dunas tobrúquicas. Y de repente ve algo incongruente -siempre supuse que esto era una de tantas cosas pseudopoéticas, pero me pareció extrañamente literal, demasiado básico y demasiado autoevidente en su lirismo de sudamericano barato para ser Bolaño: la mujer improbablemente joven y hermosa en aquel sitio rodeada de todos aquellos hombres que la tratan como a un objeto demasiado precioso como para interactuar con él, la forma en que puede ver -incluso apenas conociendo el juego- la forma clínica, inevitable, desapasionada con que gana partida tras partida. En un momento se cruzan sus ojos: él puede ver un terrible vacío, un vacío inacabable que de no ser dejado a sus anchas no tardaría nada en consumir toda la sala, todo el centro de convenciones, todo lo que haya en las proximidades.

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– Sí, lo sé. Estoy seguro de que eso es pura invención y de que si esta mujer era tan buena jugando a ASL como se dice entonces entonces no perdía su tiempo de juego cruzando miradas con desconocidos latinoamericanos, y si lo hiciera no iba él a ver nada del estilo. Francamente, aún ni me queda demasiado claro porqué Bolaño sacó tiempo de su ajetreada vida vigilando campings en la Costa Brava para ir a una convención de wargamers en California.

— …

– Aunque no me haya explicado qué le trae a cruzarse América ya dos veces de esta manera indagando sobre una mujer que nunca conoció y que murió cuando era usted apenas adolescente con, como me ha contado, notable perjuicio de su vida personal y profesional- no estaría mal que nos ayudásemos consiguiese cierta información de tapadillo de parte del viudo (le pagare sus gastos, que se le ve al borde de la indigencia), tal vez, quien sabe, datos sobre algún cruce de miradas, algún intercambio de palabras (¡sólo de palabras!) y a cambio aparecerá usted en los acknowledgments del
libro, lo que es un poquito de inmortalidad, que es más de la que merece usted.

– …

– Averigüe entonces tal información. Item más, intente sonsacar todo lo que pueda sobre esta mujer sólo mencionada entre números de teléfono olvidados y garabatos geométricos de Roberto Bolaño, épico novelista, así así cuentista, fénix de los ingenios en el cambio de milenio de la literatura española y/o hispánica, vigilador de campings y empujador de cartoncitos. Su modesta intervención será agradecida.

Nos despedimos cordialmente, e ignora amablemente mi tímida oferta de enseñarle mi manuscrito (que he traducido a todo correr al inglés ayer en el hotel hasta altas horas) sugiriendo que escoja a alguno de sus núbiles asistentes para que me enseñe Manhattan, guiño, guiño.

 

Biografías imaginarias Irene Kerrey (1968-1997) estratega implacable segunda parte

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