Hace poco estuve charlando con cuatro integrantes de Mujereando. Esta compañía establecida en Sevilla, lleva más de diez años visibilizando y problematizando la realidad de las personas sin hogar en España, y más en concreto, la que han padecido mujeres que han estado en situación de calle y han sobrevivido a violencias machistas.
A lo largo de las dos partes de esta entrevista, hemos intercalado datos y experiencias de este colectivo con la historia y el repertorio de esta compañía de teatro social. Muestra de que estas profesionales han asumido la responsabilidad y el compromiso de ser un altavoz de aquellas voces que han sido acalladas y deshumanizadas.
Sin más que añadir, les doy paso a la primera parte de lo que fue mi conversación con Emilia Gálvez Acebal, Rosa Quiles, Macarena Machado y Carmen Tamayo:
-Cuando me fui aproximando a vuestras obras me he preguntado cómo os la habéis ingeniado para no repetiros en contenidos, siendo que trabajáis en torno a temáticas que involucran a un mismo colectivo.
Carmen Tamayo: Para cada creación, nosotras decidimos qué queremos contar al mundo: Siempre nuestras propuestas se hacen de manera colectiva: Empezamos con el papel en blanco e identificamos qué hay en el grupo que está muy latente, de cara a ponernos a trabajar sobre ello.
Si bien cierto que en cada obra pueden salir pinceladas de cada una, en todas las obras nos centramos en un tema en concreto.
-De alguna manera u otra, en “Callejones sin estrellas” nos presentan una genealogía de las vidas de las actrices de la compañía, es decir: el cómo fueron vuestras experiencias desde pequeñas hasta hoy en día. Mientras en “El quejío de una diosa”, os centráis en cuestiones propias de las violencias machistas.
Lo cual no ha quitado que en “Callejones sin estrellas” no haya “resonancias” al respecto de las violencias machistas con las que han lidiado en vida.
Carmen Tamayo: También El quejío de una diosa empieza con la representación de una niña, hasta que se casa y le pasa las cosas que le pasan.
Ello responde a que vamos a ese inicio de vida, puesto que en muchos casos, la vida de una va según el contexto en que ha nacido. Tal y como si una estuviese predestinada a que le sucedan ciertas cosas.
-Una de las cosas que me llamaron la atención de “Callejones sin estrellas” fue que cuando ustedes estaban con aquellos marcos, emitieron testimonios donde no, necesariamente, se preveía que alguna que sus protagonistas podrían terminar en una situación de sin hogarismo.
Cuando vosotras hacéis un recorrido hacía atrás con el contenido de esas escenas, ¿Qué pensáis?
Emilia Gálvez Acebal: Yo he vivido muy bien hasta que mis padres fallecieron. Por lo que me quedé sola con uno de mis hermanos, y éste me maltrataba. Entonces, preferí irme a vivir a la calle.
Antes dormía con un cerrojo puesto en mi dormitorio, y aún así no dormía.
Yo jamás pensé que podría acabar en la calle, porque yo no vengo de una familia desestructurada y mis padres eran personas excelentes.
Son circunstancias que, de la noche a la mañana y sin apoyos, te hacen recurrir a los servicios sociales al no quedarte otra.
-¿Eso que me cuentas lo has percibido de similar manera en la vida de otras personas sin hogar?
Carmen Tamayo: Yo parto de que nadie se plantea que va a terminar en la calle, aunque haya nacido en un contexto muy cruel.
Rosa Quiles: Yo ni de pequeña ni grande ni nada, pensaba que iba a terminar en la calle. Es más, de pequeño nadie diría que de mayor quisiera estar viviendo en la calle.
-¿Qué pensáis de aquellos que afirman: “no tienes trabajo porque no quieres, o porque no te has esforzado lo suficiente”?
Carmen Tamayo: Esos comentarios provienen de gente que no tiene conocimientos de la realidad, como también, es un mensaje populista y simplista. Porque lo que yo veo como persona que trabaja con personas sin hogar, es que ellos no paran de buscar un trabajo.
Además, te encuentras personas que están en los dos extremos, es decir: quienes tienen un currículum muy competitivo o lo contrario. Sin olvidar, de que el mercado laboral es feroz, voraz…, lo que deja a muchas personas fuera.
Sí es que en este país las personas de más de cuarenta cinco se les considera dentro de un colectivo de vulnerabilidad, a la hora de la determinar su empleabilidad.
-Tampoco es que todas las personas en esas circunstancias aspiren a ser mineros o ayudantes de albañil. Sino que hay muchos trabajos que no ameritan un esfuerzo físico tan importante, los cuales serán capaces de desempeñar.
Macarena Machado: Muchas de estas personas entran en una dinámica que le hacen caer en una depresión…
Carmen Tamayo: En los primeros días de quien se queda en la calle, invierte energías en buscar trabajo a toda costa. A lo que yo les digo: “no degastes todas esas energías en buscar trabajo, ya que para que tú puedas mantener un empleo debes tener resueltas todas tus necesidades básicas, es decir: tienes que empezar tu jornada laboral limpio, descansado, etc.…”
Por lo general, a los comedores sociales se accede a las doce del mediodía, y si uno termina su jornada a las dos de la tarde (por ejemplo), ¿Cómo comes? Y si encima, tienes turno partido, entras de nuevo a las cinco y sales a las nueve de la noche, tampoco serviría, porque muchos albergues cierran a las cinco y media.
Por otro lado, uno tiene que tener un teléfono para que le llamen a una entrevista de trabajo o para lo que fuera.
Rosa Quiles: Ni dirección, ni nada.
-Al mismo tiempo, la mayoría de los albergues y comedores sociales, suelen estar en la periferia de los centros de las grandes ciudades. Generando mayores complicaciones en cuanto han de estar a un hora en sitios que no están unos al lado de los otros, sobre todo si no cuentas con dinero para pagar trasporte público todos los días.
Carmen Tamayo: En el caso de Sevilla capital, la mayoría de los recursos destinados a este colectivo están en el barrio de la Macarena, pensando de que todos los usuarios puedan cubrir sus necesidades básicas haciendo el menor trayecto posible. No obstante, ello ha desencadenado nuevos problemas en el barrio, porque con esto de la gentrificación hay nuevos vecinos que les molesta la presencia de las personas sin hogar por el mero hecho de ser pobres.
He allí que se está barajando desde el Ayuntamiento, abrir “micro albergues” por toda la ciudad. Cosa que se probó con uno que se habilitó en la alta Hytasa (Sevilla capital), y muchos vecinos se les “echaron encima”.
-Básicamente, todos los informes hechos en España al respecto, señalan de que son excepcionales las personas sin hogar “violentas”.
Macarena Machado: Antes de venir aquí, le he dado un dinero a hombre que me ha ayudado a aparcar el coche, a continuación me puse a hablar con él y tal. Luego, me nació darle un abrazo. Entonces, él se ha puesto a llorar…
Por lo común, las personas sin hogar son normales.
-Tengo la sensación de que a mayor exclusión social que sufre una persona, se da lugar a una dinámica que se retroalimenta, es decir: al estar esa persona enfrentándose a tanto rechazo o en un entorno que le somete a una permanente “sospecha” (por así decirlo), poco a poco la misma se le van deteriorando sus habilidades sociales.
Al tiempo, ese individuo ha ido perdiendo tanta confianza en sí mismo que, finalmente, se identificará como una persona “torpe” a la hora de relacionarse con los demás.
Carmen Tamayo: Sí, además sólo se relacionan con personas que viven su misma realidad. Por cómo están diseñados los recursos, los horarios y demás. Y como Luis dice, ellos llegan a un punto en el que dejan de practicar las habilidades que tenían, o desarrollan otras habilidades que tienen.
Un contexto en que se da mucha violencia, mucha competitividad, mucha desconfianza, inseguridad… Al final, entran en un círculo en el que van cayendo más hondo.
Rosa Quiles: Te enfrentas a los demás desde un “círculo de autoprotección”.
Emilia Gálvez Acebal: La calle es “la selva”. Por otra parte, una se tiene que maquillar para no parecer una persona sin hogar. Lo cual supone hacer un doble esfuerzo.
-Luego hay quienes dudan si una persona está en situación de sin hogarismo si se le ve aseada, portando una ropa en buenas condiciones, etc.… A fin de cuentas, parece que las mismas están en un callejón sin salida.
Rosa Quiles: El otro día pasando por aquí, escuché a una señora decirle a su marido: “vámonos por aquí, que al otro lado hay mendigos”.
Carmen Tamayo: Ese rechazo al pobre por el simple hecho de ser pobre, es su principal motivo. Porque los inmigrantes que vienen a España con los bolsillos llenos de dinero “no molestan”. Les molesta “el joven marroquí que está en tal situación”.
¿Qué pasa? Como esto está feo decirlo en una ciudad súper clasista, católica apostólica romana…, está “mejor visto” decir que son “violentos”, que “perturban” la convivencia en el barrio, o que lo ensucian.
-A ello se suma el estereotipo de que una persona ha llegado a esas circunstancias por el consumo de drogas, lo cual se puso en entredicho en el informe que publicó el Ayuntamiento de Madrid en 2017, en el que se plantean cosas como que dentro de los pocos que consumen drogas (que son menos del quince por ciento), cayeron a posteriormente a terminar viviendo en la calle, no antes. Y los que cumplen ese “tópico” no llegan al diez por ciento. O por ejemplo, que más de la mitad de las personas sin hogar consultadas para dicho informe, tienen estudios superiores.
Datos que ayudan a uno a visibilizar que la realidad del sin hogarismo en España es mucho más compleja de entender.
Rosa Quiles: La gente te suele poner etiquetas, ya que la mayoría de las personas que están por la calle no están allí por la droga o cosa parecida.
Emilia Gálvez Acebal: Yo vivo y pago mi alquiler gracias a que recibo una ayuda, de lo contrario hubiera tenido que seguir estando con los de los servicios sociales.
Carmen Tamayo: Sin embargo, con lo que ha subido el coste de la vivienda, me da coraje que las personas que se benefician del Ingreso Mínimo Vital tengan más dificultades para acceder a una vivienda.
-Además, esas personas no pueden vivir en cualquier sitio, es decir: no es lo mismo alquilar una habitación de piso compartido en Palencia que en Madrid.
Macarena Machado: Y aunque haya habitaciones que son más o menos económicas, aún te exigen que presentes una nómina o un aval.
-Hay más personas de lo que parece en España que están corriendo riesgos de caer en la exclusión social, pero como hay un tabú y un estigma en torno a la situación económica de las personas con menos ingresos ello no está visibilizado, con todo lo que ello lleva consigo.
Carmen Tamayo: Por eso es que el sin hogarismo nos atraviesa a todos.
El otro día me dijeron los de Hogar Sí que están buscando pisos para desarrollar sus proyectos en Sevilla, me dijeron que el barrio de Los Pajaritos (barrio donde viven personas con bajos ingresos), se alquilan pisos a ocho cientos euros.
-Justo un informe de Hogar Sí apuntaba que uno de los perfiles que más ha crecido en España es el de mujeres supervivientes de las violencias machistas. Las cuales, en muchos casos, al no contar con unas condiciones materiales dignas, los servicios sociales les “arrebatan” a sus hijos por ley. Hecho que lleva consigo un agravamiento de su ya de por sí trágica condición.
Esto creo que enlaza de un modo u otro, con “El quejío de una diosa”
Rosa Quiles: Hay madres que han salido con sus hijos corriendo de casa porque las maltrataban.
Carmen Tamayo: Nuestra compañera África de los Reyes (que el pasado cuatro de noviembre se cumplió un año de su fallecimiento) fue víctima de violencia de género. Ella, al tiempo, consiguió quedarse con la casa en la que vivía con su agresor, pero luego se le detectó un cáncer, en el medio del tratamiento le despidieron del trabajo, y como no cobraba nada, dejó de pagar su hipoteca.
De hecho, la voz en off que se escucha en Callejones sin estrellas es su voz por el tema del desahucio.
Una vez que le desahuciaron, los servicios sociales no le consiguieron una alternativa y ella terminó en la calle, así que al final le habían retiraron a sus hijos.
Imagínate la violencia sistémica, y encima la culpabilizan porque le habían quitado a sus hijos. En contraste con que las entidades bancarias tienen fundaciones para proyectos sociales: es una hipocresía absoluta.
Cuando el derecho a la vivienda es un derecho fundamental, como bien figura en el artículo cuarenta siete de la Constitución Española. Artículo que sentencia que los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias para hacer efectivo este derecho. Es decir: deberían estar todos los representantes políticos denunciando. Y lo peor es que, en muchos casos, hacen lo contrario.
-Esto que cuentas me remite a una de las razones del por qué nació la Fundación Ana Bella, la cual ha hecho incidencia en que uno de los grandes dramas que sufren las mujeres supervivientes de las violencias machistas, es que no tienen a dónde ir. Lo que se traduce en que sea común que sigan conviviendo con su maltratador, al no encontrar alternativas habitacionales.
Por tanto, las integrantes de esta fundación se han encargado en habilitar una serie de lugares de residencia, donde pueden convivir entre ellas y en un espacio seguro.
Carmen Tamayo: Ahora imagínate cómo habrá acabado el autoestima de esa mujer que ha sufrido violencia de género. Por ejemplo: esta historia, nuestra compañera África de los Reyes, no la superó nunca. Pues, ella veía a su hijo de lejos en un parque, porque al final él se quedó con el padre.
-Y todos estos casos de los cuales estamos hablando, se corresponden a mujeres españolas, nada que ver con esa imagen que se intenta vender, de que son mujeres de una “cultura diferente” y demás cosas por el estilo.
Carmen Tamayo: Eso es.
Una de las cosas en común que tienen todas las mujeres que han pasado por Mujereando (excepto Macarena Machado), es que todas han sido mujeres en situación de sin hogarismo y víctimas de violencia de género. Cosa que, dicho sea de paso, no ha sido buscado.
Que quede claro, que el proyecto está abierto a mujeres sin hogar, la cosa es que todas han pasado por violencia de género antes o después de terminar en situación de calle.
-Entonces, ¿estar en la calle les sobreexpone a ustedes a sufrir agresiones y acosos de tipo de sexual?
Rosa Quiles: Uno que me agredió está en la cárcel, porque me quería matar.
De hecho, antes de que lo detuviesen me amenazó diciéndome: “como tú me denuncies, te mato después de que salga de la cárcel”. Y si no tienes casa, el que agrede te persigue del todo.
Carmen Tamayo: Muchas mujeres sin hogar no denuncian a sus agresores porque tienen que compartir espacios comunes. Es más, si una mujer pide una orden de alejamiento, al estar en situación de calle, se le suele poner en cuestión su testimonio.
Ello se vio agravado, en casos como el de Rosa, quien tuvo una adicción con el alcohol. Vamos, que cuando yo le acompañé a la policía, el que nos atendió, no descartó que con el “alcoholismo que lleva encima” igual se lo habrá “inventado”.
Denuncia que se terminó archivando cuando llegó al juzgado.
-¿No se supone que estamos en un país en el que se ha ampliado entre la población, una sensibilidad ante las violencias machistas?
Carmen Tamayo: Esto que te estamos contando fue hace unos seis años, ahora imagínate en los casos de compañeras con problemas de salud mental: se le acusaría de tener delirios.
-¿Cómo habéis canalizado toda esta información sumando experiencias personales, para montar obras de teatro que sean comunicables?
Lo digo más que nada, porque en vuestras piezas no hay lugar a tartamudeos o cólera desmedido, sino que dais en la diana.
Carmen Tamayo: El quejío de una diosa nació de haber hecho catarsis pura y dura. Sesiones en las que sabíamos cuando empezábamos, pero no cuándo nos iríamos.
Asimismo, intentábamos cerrar cada sesión con mucho mimo, porque estamos hablando de dolores muy profundos. Vamos, cuando ponían la boca empezaban a soltar como si fuera un volcán.
Todo esto era común en todas ellas, aunque cada una con sus matices, y de allí buscábamos la poesía y la belleza. Sin entrar en el morbo, para que nuestro mensaje sea directo pero bello.
La idea es que ese dolor ya no estrangule, sino que camine con una misma.
-¿Uno de vuestros objetivo es humanizar los testimonios, despojándolos de la identificación de algo dicho por una “víctima”?
Carmen Tamayo: Sí, y sin pensarlo. Porque aquí se cuentan nuestras historias como son y cómo las vemos.
-Tras ver “Callejones sin estrellas”, me inquietó que el público se quede muy emocionado, pero al día siguiente, actuasen como si hubieran visto una película de tantas.
¿Cómo os enfrentáis a esa tesitura?
Carmen Tamayo: Nosotras hacemos lo posible por montar obras que lleguen hondo, que transformen miradas…, o sea, que no se quede ahí.
Macarena Machado: Yo no creo que queden en saco roto, porque hay gente que se queda en silencio.
Carmen Tamayo: También los hay que repiten la misma pieza una y otra vez. Y luego te dicen que notan cosas diferentes cada vez que la hemos hecho.
Emilia Gálvez Acebal: Además, se nota la evolución que hemos tenido, es decir: desde el documental que hemos hecho hasta Callejones sin estrellas, nuestros aspectos físicos han cambiado. En el mismo documental yo estaba canija perdida.
Rosa Quiles: Cuando empecé con Mujereando estaba muerta de miedo…
-Entiendo que Mujereando es un espacio seguro.
Rosa Quiles: Sí, pero desde niña yo fui una chica muy tímida: tenía miedo a hacer el ridículo.
A medida que han ido pasando los años, el teatro me ha modificado.
Emilia Gálvez Acebal: Esto me ha ido mejor que ir al psicólogo. Es decir: yo he ido a una psiquiatra que me costaba mucho dinero todas las semanas, que me insistía con eso de que lo tenía que aceptar. Entonces, salía cabreadísima…
Macarena Machado: Es que no te daba las herramientas que te da el teatro.
Carmen Tamayo: Al principio ellas venían desde otro lugar, y encima piensa que, muchas veces, venía África mojada…
Mujereando es un espacio en donde pueden llorar y contar lo que sienten. Y al final, todas siempre nos vamos modificadas para bien.
Cuando nosotras empezamos, primero quedamos un día, y por necesidad del grupo lo fuimos ampliando.
Asimismo, cuando ves que ellas dejaban de lado necesidades básicas por ir al teatro, como puede ser saltarse la hora del desayuno o no ducharse, era porque para ellas era más importante el teatro.
Por tanto, el teatro es nuestro refugio, nuestra resistencia, nuestra alma combativa…, para poner voz a aquello que no se habla, porque no interesa o porque la sociedad no quiere ver: Si es que esto es una historia que involucra a todos.
-Cuando asistí como observador a una de vuestras sesiones, llegué a la conclusión de que Carmen en tanto directora, da unas herramientas para habilitarles como actrices, lo que cada una tiene ya dentro de sí.
En paralelo, me fijé cómo Carmen da mucho peso al trabajo de voz, en el que no sólo vocalizáis y demás mucho mejor que intérpretes de otras compañías, sino que además, ustedes le dan mucho contenido al texto tal y como ustedes lo emiten. Supongo que muchos de ellos vendrán de vuestras experiencias o de las de personas que han conocido.
Por ejemplo: en “Tu momento: invisibles” ustedes no hacen ningún tipo de “acrobacia”, pero es tan potente la presencia que tenéis en escena, que es que no hace nada más. Y que conste que se ve a un grupo de mujeres que tras quitarse unas medias interpretan un monólogo detrás del otro. Sin embargo, este trabajo es muy impactante.
A mí me fascina como este tipo de proyectos, facilitan que cada uno sea testigo y protagonista de cómo ha sido capaz de crear, y ustedes en concreto, hacéis un trabajo profesional.
Emilia Gálvez Acebal: Eso que dices, es para mí la definición de la desnudez, no el quitarme la ropa. Es decir: subirte a un escenario mostrando tú dolor y sentimientos más íntimos, de la manera más bonita.
-¿Por qué para ustedes es tan diferente contar vuestras cosas sobre un escenario representando “tu momento: invisibles”, que en medio de una conversación?
Emilia Gálvez Acebal: Porque allí tienes voz: en mi día a día yo no tengo público. Tampoco se trata de ir por ahí contándole mi vida a la gente, porque no le interesa. Sin olvidar, que son cosas que pertenecen a mi privacidad.
Carmen Tamayo: Yo no entiendo el teatro como un simple “entretenimiento”, sino que pienso que en la vida hay que tomar partido. Quizás porque soy además de trabajadora social he estudiado arte dramático más por el Método Stanislavski. Es decir: ser antes que actuar, hacer un teatro desde la verdad, etc.
Yo siempre les digo a ellas, que tenemos una herramienta muy poderosa que no deberíamos desaprovechar, puesto que el teatro te da la oportunidad de plantarte ante un público que está para escuchar lo que tengas que decir y cómo lo quieres decir. Oportunidad que no la tiene todo el mundo, y tampoco la vamos a tener siempre.
Intento trasmitirles que cada oportunidad la tenemos que coger como algo único, y desde el compromiso y la responsabilidad de que estamos dándole voz a un colectivo.