Adrián García, Vanesa Aibar junto a José Torres y Cía. La Intrusa, nos representaron sus respectivas piezas de danza contemporánea, dentro del Ciclo Ahora Danza! que se lleva a cabo en el CICUS (Sevilla). Proporcionándonos una riqueza en imágenes como en temas que abren: una manera idónea de empezar una nueva edición de este ineludible ciclo para escena sevillana.
Adrián García (Sevilla) estrenó Expedición#1:
Este joven bailarín sevillano ha dado su primero paso en un ámbito profesional el pasado 7 de octubre, entonces lo más prudente y edificante, es comprender que Adrián García nos ha expuesto toda una declaración de intenciones de por dónde irían sus próximos trabajos de corto a medio plazo.
Con el añadido que ya en la sinopsis de Expedición#1, se nos advierte que esto ha sido un working in progress. Dicho esto cabe adentrarse en el análisis de la misma: Desde el principio Adrián García se propuso emplazar a nosotros los espectadores, a un contexto fuera de los que estamos acostumbrados, así se que se arriesgó a que el inicio fuese incomprendido (por más que cuando uno ve la pieza en su globalidad, éste va cobrando sentido) para que vayamos bajando las barreras, los prejuicios y demás cosas por el estilo que solemos envolvernos cuando vamos a ver algo de artes escénicas (desde luego la sinopsis fue lo suficientemente ambigua, para asegurar el efecto sorpresa).
Aquí no se trata de calificar este trabajo de bueno, bonito, feo, ridículo, tomadura de pelo, rompedor…., sino más bien, de hacer el esfuerzo de comprender el marco conceptual en el que éste se desenvolvía, siendo que el concepto supeditó a todo aquello que se hacía en escena. He allí donde yo me debato sobre si esta pieza aún le hacía falta algo más de rodaje para ser llevada a un escenario, o bien Expedición#1, respondía a algo que no se le puede exigir lo mismo que a otras piezas más convencionales.
Si el objetivo de Adrián García era desbordar al público mientras iba reabriendo debates sobre qué procede llevar a un escenario, entonces consiguió lo que pretendía, dado que entre otras cosas, su presencia escénica y determinación fueron sus mejores bazas. Sin embargo, si lo que buscaba era impresionar al público, pues, digamos que depende de a quién, y no menos importante, en qué sentido impresionó a uno u otro del público. En mi caso personal (cosa que pude contrastar con dos personas con las que hablé tras las representaciones), el hecho que se programase algo así en un sitio como el CICUS es impresionante, porque es un precedente necesario para que más propuestas contemporáneas se expongan en Sevilla.
Creedme que este tipo de trabajos no son los que me resultan más atractivos, pero la necesidad de que se hagan estas investigaciones e iniciativas es imperiosa, dado que ampliamos el campo de posibilidades para el público y los creadores. Y no tanto porque sean innovadoras, sino porque ayudan a constituir una herencia a la cual otros se pueden sentir reflejados. El caso es que si una u otra línea de trabajo no se consolida, es difícil que los nuevos creadores o los que quieran salir de su espacio de confort, desarrollen cosas que están latentes en los lenguajes más contemporáneos.
En lo que respecta al contenido de Expedición#1, habría que empezar diciendo que Adrián García hizo un viaje en el cual nosotros los espectadores no teníamos acceso a saber cómo eran sus “paisajes”, siendo que sólo percibíamos sus reacciones. Reacciones que dicho sea de paso, eran susceptibles de ser leídas de muchas maneras, y ello contribuyó a que el público se pudiese implicar más con lo que se estaba abordando en el escenario. El riesgo que se corre con este tipo de trabajos, es que se oscila entre conseguir conectar y adentrar en ese mundo a los espectadores, o habrá quien desee que se acabe cuanto antes.
Adrián García nos entregó todo lo que tenía en sus manos en ese momento, haciendo una exhibición de sus registros en tanto bailarín, performer e incluso bufón. Es decir: un montaje que se vale de hacer sentir incómodos a los que integran un público, con esa sonrisa de fondo tan traviesa; no hay más que una persona que está jugando con sus espectadores mientras los pone en aprietos de muchas maneras. Sinceramente, no me queda más que decirles a los programadores del CICUS y a este joven intérprete, que perseveren.
Vanesa Aibar (Jaén) con Ella, el origen
La bailaora Vanesa Aibar y el guitarrista José Torres apostaron por seducirnos, y conservar nuestra atención. Y vaya si lo consiguieron, se plantaron en escena y ya podía suceder cualquier cosa alrededor del patio del CICUS, que no hay quien nos despertase de ese hermoso sueño que nos representaron. No es la primera vez que digo que la mitad de una pieza la hace la presencia con que uno está en el escenario (tanto en lo que corresponde a aspectos técnicos de interpretación, como iluminación, vestuario).
Incluyendo a personas como yo que el lenguaje flamenco nos resulta ajeno, y que de no ser por haberme “tropezado” con esta pieza y otras más, muchos de nosotros los profanos no consideraríamos a este lenguaje digno de respeto y admiración, cuanto menos. Y además Ella, el origen derrocha tanta elegancia y buen gusto, que sólo estaba dispuesto a saborear cada una de las monumentales imágenes que nos emitían.
Todo ello con un formato que en esencia ya ha sido utilizado en numerosas ocasiones (un músico que se va desplazando en escena con quien baila, y al rato hay varios signos de interacción entre ellos), aunque ello no implique en este caso, que haya habido una exhaustiva investigación entre estos dos profesionales para que sacarle el máximo jugo. Pues, uno queda con la sensación de que no se puede hacer mucho más, y justo eso es lo que nos “atrapaba” siendo que aunque se reiteraba la misma pauta, el caso es que conseguían mantener nuestra curiosidad. Lo cual me conduciría a decir que hubiese estado dispuesto a ver esta escena durante una hora seguida, sin ningún tipo de transición que la interrumpa. Lo más sugestivo de esto, es que en la sinopsis consta que “la pieza es un fragmento de la obra Aspid, que se ha presentado en el espacio La Aceitera de Rocío Molina, y estará de gira por la provincia de Sevilla tras su paso por el CICUS”.
Cía. La Intrusa (Barcelona) se estrenó en Sevilla Niágara.
Idea y Dirección artística: Virginia García y Damián Muñoz. Intérpretes: Virginia García y Helena Gispert
Esta pieza que ha estado de gira en varios de los festivales congregados en la Red Acieloabierto, es un trabajo que nos plantea preguntas como si hay alguna diferencia entre una transición y una nueva etapa, o qué decir si los ciclos son un ente que se cierra a sí mismo, o por el contrario, hay puntos de fugas por donde algunos de ellos se pueden enlazar con otro de un ciclo aparentemente independiente.
Ya con eso nos queda claro que es un trabajo ambicioso y sumamente maduro, y que conste que lo más accesible es abordar este tipo de preguntas usando como terreno una narración. En cambio los que integran a esta veterana compañía catalana, se decantaron por bailar estos planteamientos. Lo cual supone no verbalizarnos unas respuestas, sino mostrárnoslas.
Llegaba un punto en la representación de Niágara, que lo más importante es ver cómo enlazaban un movimiento con otro bajo el aviso de que lo que fuere, se vería reconducido a una dinámica totalmente diferente sin que ello pareciera brusco o forzado. Para ello se apoyaron en la música para que ésta no sólo tuviera un papel protagonista; sino que también, el seguirla era lo que a nosotros los espectadores, nos guiaba si había un enlace, un salto, una “teletrasportación” ¡Brillante!
No había manera de apartar la vista de lo que sucedía en escena, porque había un portento de intérpretes, personas que por más carisma que tuviesen, la consistencia de sus trabajos se avaló en la precisión de cada ejecución de movimiento, la mutua escucha, y que se divirtieron como nunca: qué difícil es conseguir divertirse bailando una pieza que se han hecho numerosas veces.
Todo sin querer asombrarnos ni cosa parecida… Basta recordar el inicio donde cogieron un paso base que nos indicaba que ya estaban “dentro” de ese río salvaje, que conseguía alcanzar un orden mientras se abría paso por todo el escenario. Ninguna cosa sobraba, no había ningún indicio de que algo estaba puesto como un “parche” (tómese en cuenta la temática indicada en su sinopsis). Por lo anterior y otras tantas cosas, es porque este tipo de montajes son de los que más fascinación me producen, al demostrarnos que una pieza contemporánea no precisa contarnos una historia para representar algo que involucra a la condición humana, como el pensar las implicaciones que hay detrás de habitar en el tiempo, mientras se está en un perpetuo presente: recuérdese el pasado ya fue, el futuro aún no es.