El Centro de Historias de Zaragoza volvió a acoger al Festival Trayectos para llevar a cabo una jornada que entremezcló celebración y ganas de continuar llenando a la ciudad de Zaragoza de más danza.
No Man`s Land. Ecuador-Túnez
Me fui con tu nombre
Coreografía e interpretación: Marcelo Javier Guaigua y Lèmia Boudhiaf.
En Me fui con tu nombre se ejercita ese principio que versa: la oposición de dos fuerzas genera algún tipo de equilibrio. Tanto es así que Marcelo Javier Guaigua y Lèmia Boudhiaf extrapolaron este principio en lo que se refiere a la ejecución de sus movimientos, como también, en lo que dio lugar a esta creación. Esto es: cuando tuve la oportunidad de charlar con Lèmia Boudhiaf, ella me contó que ambos partieron del simple gesto de taparse la boca o bien de taparle la boca a alguien, como signo de censura o de autocensura al manifestarse públicamente uno de los agentes involucrados por motivos de diversa índole. De tal manera que, dicho equilibrio se sostiene gracias a que cada uno de los mismos tratan de que la situación se decante de acuerdo a sus demandas y necesidades.
Lejos de justificar los abusos y atropellos de quienes se ponen en una posición de poder, estos dos profesionales buscaron la fórmula que les ayudó a universalizar el tema de la censura y cómo ello es traducible a una danza que fluye por todo el espacio. Aunque en un primer momento parezca controvertido plantearlo, es curioso cómo dos fuerzas contrapuestas al final se adaptan la una a la otra para seguir interpretando el rol que han asumido, algo así como que el amo se percibe como tal porque hay un esclavo que se comporta como si esa persona fuese su amo. Y si ello se transforma a otro tipo de relación porque uno de los agentes involucrados deja de apoyarse del mismo modo, pues, el punto de equilibrio se desplaza a otro lugar, instaurando un nuevo escenario en todos los sentidos. He allí que conciba a Me fui con tu nombre como un trabajo que nos invita a reencontrarnos con el mundo sin juzgarlo bajo la finalidad de entenderlo, y ya luego dar riendas sueltas a inclinarse al lado de la balanza que uno estime oportuno y justo.
Lo anterior no hubiese sido creíble si Marcelo Javier Guaigua y Lèmia Boudhiaf no hubieran estado entregados de lleno a su empresa, sea comprendido o no el trasfondo de lo que ellos estuvieron representando por parte de nosotros los espectadores. A saber qué más episodios y pensamientos han estado por detrás impregnando a esta pieza que está en medio de una larga gira.
Colectivo Sin Par. Andalucía
Efecto Siam
Coreografía e interpretación: Lara Miso y Wilma Puentes
Efecto Siam es un trabajo en donde sus contrapuntos se manifiestan en los cambios de posturas y de modos de interactuar entre sus intérpretes. Así, sus cuerpos son el vehículo por el cual estas profesionales tratan de desarrollar su discurso entorno a la idea de dos personas que están íntimamente unidas, hasta el punto de que cuando están contactando físicamente, no es más que una explicitación del vínculo que las definen intrínsecamente.
Ahora bien, Efecto Siam exige que sus espectadores se adapten a su ritmo y cadencia, dado que no es algo que espera complacencias o rendir cuentas a tendencia alguna. Claro que en algún momento puede resultar una obra plana que podría ir más lejos en lo que se refiere a buscar una mayor variedad de corporalidades y calidades de movimiento, pero quizás ello responda a que uno le surja cierta impaciencia y sensación de que “falta algo”, porque uno no ha terminado de meterse por entero en lo que están desplegando en escena Lara Miso y Wilma Puentes.
Y justo en este tipo de coyunturas es cuando emerge un diálogo entre los intérpretes y sus espectadores en temas que uno no tenía previsto como espectador, en la medida de que uno no suele ir a “aprender” cuando va a ver una pieza escénica. Desde luego que si uno echa la vista atrás, verifica la de claves que ha recogido de pensar y problematizar lo que ha presenciado, pero ello se antoja cuanto menos intempestivo. Entonces, ¿en qué punto el espectador ha de prestarse a recibir todo lo que compone la pieza en juego? ¿Cómo cotejar en dónde los intérpretes han de hacer “cómodo de leer” un contenido que ya está claro? Sea como fuera, todo parece indicar que el interpretar una pieza pasa, también, por ir un más allá de lo que se pretende transmitir con la misma. Dicho lo anterior, yo dejaría en suspensión el calificar de un modo universalizable, el qué tan bueno es este trabajo.
Aún así, he de señalar que Lara Miso y Wilma Puentes han montado una pieza en la que sus vestuarios las despersonificaban, en tanto y cuanto que, su extra cotidianidad contribuía a que uno se abstraiga y perciba dos masas de colores regenerándose por el espacio. Por supuesto que esta obra da margen a leer cosas con las que lidiamos en nuestro día a día, más ello correspondería a que estas profesionales han permitido a sus espectadores asistir al espectáculo que más se adecúe a la realidad de cada individuo. Lo cual es muy hermoso y fecundo en posibilidades.
Sandra Macià. Cataluña
Human 21
Intérpretes: Sandra Valls y David Consuegra.
En cuanto irrumpió en nuestras vidas la pandemia del COVID 19 en la primavera del 2020, yo comenté con unos amigos que ello era la II Guerra Mundial de nuestra generación. Ya no sólo porque muchos no nos esperábamos que el virus se propagase por todo el mundo y que estaríamos confinados en nuestros lugares de residencia durante meses manteniendo la incertidumbre como una constante; sino que además, ha sido algo tan determinante en un espacio de tiempo muy concentrado, que a día de hoy, es difícil cuantificar sus efectos en todos los ámbitos.
En esta línea, Sandra Valls y David Segura han montado una pieza que les ha permitido detenerse de lleno en lo que han vivido y lo que les espera en consecuencia. Un ejercicio que muchos preferirían “dejar pasar y dedicarse a otros asuntos”, y otros, digamos, no desaprovechan la oportunidad para abordar un tema que nos ha “salpicado” a todos en mayor o menor medida. Ahora bien, Human 21 es un trabajo que parte desde la humildad de querer profundizar sobre las implicaciones de esta experiencia a través de la danza, siendo que se ha llegado un momento que verbalizarlo nos hace dar círculos y círculos entorno a un mismo sitio. Es decir: por más que recabemos más datos y reflexiones de personas especializadas o bien más testimonios en primera persona, ello no implica que uno consiga comprender de verdad lo que uno, personalmente, ha pasado.
Por ello y más cosas, estos profesionales se decantaron por una estructura sencilla y efectiva, a la hora de disponer y reconocer los contenidos en los cuales se adentraron. Y aún con todo, tuvieron la perspicacia de dotarle volumen a esta pieza a través de su interpretación. En el sentido de que sea cual sea la etapa que ellos estaban representando, estas cosas siempre se viven con altos y bajos, incluso a veces sin saber cómo reaccionar. Lo anterior es de lo más intuitivo, pues, sino ¿Cómo es posible mentalizarse/prepararse para semejante acontecimiento, aunque uno se haya instruido en conocer sus antecedentes?
En definitiva, Human 21 me ha parecido un buen trabajo que, de un modo u otro es un síntoma más, de cómo las artes escénicas se han manifestado en relación a una experiencia individual y colectiva. Posibilitando que los futuros historiadores, sociólogos o filósofos tengan “muestras” con las cuales ajustar cuáles son el tipo de preguntas que deberíamos hacernos al respecto.
Colectivo Banquet. Comunidad de Madrid
Rojo Rojo Verde
Coreografía e interpretación: Jerónimo Ruiz, Javier de la Asunción y Laura García Carrasco
Cuando vi este trabajo el año pasado en la vigésima edición del Festival Cádiz en Danza, saqué la conclusión de que los integrantes de esta compañía madrileña, habían sembrado una pequeña semilla que, es cuestión de tiempo, para que les conduzca a acometer grandes cosas a medio y largo plazo. Signo de ello, es que esta vez me he encontrado con un trabajo más rodado y consistente en todos los sentidos. Esto es: que quede por delante que ellos sólo han puesto en funcionamiento de una forma muy inteligente y con sentido del humor disparatado, una serie de estructuras que representan cómo hemos mecanizado los modos de relacionarnos con nuestros semejantes y con nosotros mismos, a costa de constituir una sociedad más “eficiente” y “próspera”.
Por otra parte, impacta la contundencia y rigor con la ejecutaron cada una de sus acciones, ya que tendrán la seguridad de que si no se toman en serio su apuesta, el público no lo hará: verá algo más o menos bien encajado de un modo forma. Y no, eso sólo son los cimientos de una obra que juega con lo predecible y lo impredecible, con lo ridículo y lo trágico, con diversas alturas, calidades de movimientos y velocidades… Así, Rojo Rojo Verde se perfil como el resultado de enlazar imágenes y dinámicas de movimiento que, aunque estos profesionales no lo hayan pretendido, es muy tentador extraer de las mismas temáticas e ideas como quien se pone a asociar las formas de las nubes con cosas de nuestras vidas cotidianas. Lo cual resulta tan divertido como inquietante.
En definitiva, conviene seguirle la pista a estos estupendos profesionales, que están cerca de consumar un cambio generacional muy prometedor en el interior de la danza contemporánea en España.
COB Compagnia Opus Ballet. Italia
Behind You
Coreografía: Alejandro Bolognino
Intérpretes: Sofía Galván y Gaia Mondini
De vez en cuando es muy gustoso y recomendable decidir, en calidad de espectador, dejar la mente en blanco para disfrutar de un trabajo; más aún si cabe, si éste se presta a lecturas meramente formales. Es decir: al margen de cómo uno se posicione de cara a lo que se esté representando, nunca hay que olvidar que el trabajo en juego está sustentado por un trasfondo y unos contenidos determinados que, están más o menos presentes en su sinopsis. Y si esto se suma a que no se va a “suspender” el hecho de que los intérpretes está comunicando un mensaje en concreto, entonces su semántica es filtrada por el espectador, o bien la estructura de la pieza nos trasporta a una experiencia sensorial.
Behind You está tan bien montada que la valía de sus intérpretes es lo que la eleva, ya que es de esos trabajos que muy fácil que se queden en las “fantasías” de la cabeza de cualquier coreógrafo: Su sentido del ritmo escénico; sus partituras de movimientos que aparecen y desaparecen, incesantemente, como si fuese el coro de una canción pop; la emotividad que expresan los ojos de dos intérpretes entregadas por algo que le hace lucirse, a la vez que les desafía a sacar la mejor versión de ellas mismas; la elegancia y seguridad con lo que se ejecutan cada uno de sus movimientos; etc.…, son varias de las cosas que hacen de esta pieza algo inapelable en lo que se refiere a su calidad artística. Otro tema es que, se conecte más o menos con sus temática y formas de plantearla, otra cosa es que la excelencia es un medio no una garantía de que uno salga “eufórico” y sintiéndose un total privilegiado.
Una de las cosas buenas de la pluralidad de las creaciones de danza contemporánea es que lo más estilizado/académico se va resignificando, al rodeársele de obras cuyas emisiones quedan en otro lugar, empezando por eso de que han ido perdiendo la hegemonía artística/discursiva. Dado que el paradigma en que el nos desenvolvemos desde hace unas cuantas décadas, se ha desplazado a un terreno en el que no hay núcleo, ni arriba ni abajo. Sinceramente, no me atrevo a describir su estado actual, más no implica que hemos de seguir poniendo en valor obras que son consecuentes con esas tradiciones, hasta el punto de propiciar que avancemos a todos juntos.