El otro día me sucedió algo curioso: acudí al hospital de Puerta de Hierro de Madrid para hacerme unas pruebas y la secretaria de neumología acabó confesándome su admiración, y la de su marido, por Charles Bukowski. La culpable de una conversación tan extraña en una consulta médica fue la camiseta que yo llevaba puesta, con el rostro y una frase del escritor. Unas palabras de la mujer me dieron que pensar: “somos tres los que en España conocemos a Bukowski”, me dijo. No creo que eso sea exactamente así, pero algo de cierto sí que había en su confesión. Hay que reivindicar, de una vez por todas, a Bukowski.
Para la gran mayoría, es decir, todos aquellos lectores que no se ha aproximado a Bukowski, el escritor no es más que un viejo soez que carga sus novelas de sexo fácil, palabrotas y situaciones desagradables. Para muchos, todavía sigue siendo una especie de demonio, cuyas obras no valen nada, arrinconado en las cloacas literarias donde sólo se adentran frikis y pervertidos. Obviamente, es mucho más que eso: fundamentalmente, es un poeta excepcional.
La producción de Bukowski puede dividirse en tres aspectos: las novelas, su poesía y sus relatos. En todos los géneros brilla a gran altura, hasta el punto de conseguir alguna que otra obra maestra, como su primera novela, Cartero (Anagrama). Además, firma un buen puñado de cuentos demoledores y de poemas deslumbrantes.
La novelística de Bukowski ocupa la parte más pequeña de su producción, y sin embargo lo ha marcado definitivamente entre sus detractores como un autor grosero. Su primera novela, y cota narrativa del autor, fue Cartero. Es Bukowski en estado puro, y despliega casi todas las características que luego aparecerán en el resto de sus libros, incluida la poesía: elementos autobiográficos, situaciones disparatadas, reflexiones políticamente incorrectas, mucha provocación y un optimismo existencial que se reduce a que, aunque todo parezca ir mal y se desmorone, la vida tiene remedio si se puede disfrutar del alcohol, del sexo, de la música clásica y, por supuesto, de la literatura, fundamentalmente de la escritura. Con esto, un hombre puede ser feliz, aunque no tenga trabajo ni apenas un trozo de pan que llevarse a la boca…, pero ¿a quién puede importarle eso mientras tenga una mujer que abrazar y litros de vodka, whisky o ginebra que tragar?
Puede parecer una reducción simplista y poco real de la vida, pero la verdad es que Bukowski vivió así durante mucho tiempo. Prueba de ello fueron las dos siguientes novelas, Factótum y Mujeres —ambas en Anagrama—, donde repite, con su prosa vertiginosa y descacharrante, los mismos argumentos: siempre aparece Bukowski, encarnado en su alter ego, Chinaski, enfrascado en el arduo empeño de vivir de la escritura (algo que al final sí conseguiría) mientras va intercalando empleos miserables que le duran poco, lo justo para defenderse con los pequeños sobres de pagas semanales que le permiten comer de vez en cuando y seguir bebiendo; y las mujeres continúan pasando por su cama.
De repente, Bukowski escribe La senda del perdedor (Anagrama), un texto que no parece firmado por el mismo autor. Sigue siendo autobiográfica, en efecto, pero en esta ocasión el narrador toma distancia, nos habla en profundidad de su infancia con un estilo controlado, parece que necesita demostrarnos lo gran novelista que es, desplegando un texto de parámetros clásicos, para después de habernos dejado eso muy claro, retornar a sus libros de un estilo directo y polémico.
Por ese motivo, su trabajo novelístico termina con Hollywood y Pulp —también en Anagrama—. La primera, es una especie de cuaderno de rodaje, de la época en que se filmó El borracho, la película basada en sus historias. El libro abarca desde los primeros instantes en que el director Barbet Schroeder le plantea la idea al escritor, hasta los momentos con los actores que la protagonizaron, Mickey Rourke (no puedo pensar en un actor mejor elegido para interpretar a Bukowski/Chinaski, con un toque de histrionismo y esperpento chulescos) y Faye Dunaway; todos ellos aparecen en la novela emboscados tras seudónimos. Aquí os dejo una escena de la película, en donde hace una breve aparición el propio Bukowski… ¿Eres capaz de reconocerlo?
Sin embargo, esta no será la única película que se haya rodado sobre Bukowski y su obra, aunque tal vez, por el renombre de sus actores, sea la más conocida. Antes —porque Barfly de Schroeder es de 1987— se rodó Ordinaria locura, una película de 1982, dirigida por Marco Ferri y con un muy poco convincente Ben Gazzara en su papel de Chinaski, junto a la presencia de Ornella Muti. Después, en 2005, se filmó Factótum, con el hierático Matt Dillon haciendo las veces del escritor, acompañado de Marisa Tomey. Tal vez la frialdad e inexpresividad de este filme, que curiosamente empieza con Chinaski trabajando como repartidor de hielo, se deba a que se trata de una producción noruega.
Aquí dos enlaces que ilustran ambas películas:
Existen varias películas y cortos sobre relatos y poemas de Bukowski. Para los curiosos, la producción belga Crazy Love, en español titulada El amor es un perro infernal (nombre tomado de uno de sus poemarios) o una animación sobre uno de sus poemas, The Man With Beautiful Eyes.
Su última novela, Pulp (Anagrama), es la culminación de lo delirante: un detective privado, que encarna la decrepitud y la derrota, recibe un encargo de mano de la Muerte para encontrar al novelista francés Céline (uno de los escritores admirados por Bukowski), que aún permanece vivo y en paradero desconocido. Es un divertimento sin pretensiones, escrito de forma apresurada y descuidada, que además presenta por vez primera y única a un protagonista que no es Chinaski, pero que resulta velozmente entretenido si somos capaces de ignorar sus deficiencias técnicas y entenderlo como lo que es: un pasatiempo disparatado.
Como cuentista, Bukowski es prolífico, a veces desigual, pero en ninguna de sus narraciones deja indiferente a nadie porque, si como poeta es arisco y como novelista puede parecer áspero, la mezcla de todo ello en un relato produce un brutal puñetazo en el lector. Hay numerosos volúmenes de relatos publicados en España, casi todos ellos a cargo de Anagrama, entre los que destaco el volumen de narraciones Hijo de Satanás. De toda la literatura que he leído de Charles Bukowski, esta es la colección de relatos más negra, desoladora y deprimente de su autor, que aúna algunas de sus obras maestras en una modalidad tan compleja como la narración breve. Si te interesa mi análisis más en profundidad de este volumen de relatos, puedes encontrarlo aquí:
http://laficciongramatical.blogspot.com.es/2014/03/hijo-de-satanas-charles-bukowski.html
Otros libros de relatos notables —siempre en Anagrama— son Música de cañerías, Escritos de un viejo indecente o Se busca una mujer. Y así, llegamos al poeta, porque Bukowski es un poeta lúcido, que toca el corazón del lector con cada poema. Su producción es ingente, siempre adscrita al realismo sucio que se encarga de reflejar un mundo amargo de perdedores y desarrapados, con los sentimientos a flor de piel y el instinto de la supervivencia agarrado desesperadamente a los versos.
De entre la gran cantidad de volúmenes de su poesía que se han editado en España, tal vez los más notables sean Guerra sin cesar (Visor) y Poemas de la última noche de la tierra (DVD Ediciones), aunque recomiendo cualquiera de los libros que cuidadosamente ha editado Visor, y son muchos: La gente parece flores al fin, Madrigales de la pensión, El padecimiento continuo… etcétera.
La poesía de Bukowski es, fundamentalmente, narrativa, porque en ella vierte las historias cotidianas que lo rodean para mostrar un mundo agónico y cruel, sobre el que es obligado formular una reflexión permanente. Sin embargo, y a pesar de esta prosificación del verso que muchos pueden criticar, Bukowski es autor de algunos de los poemas más brillantes que he leído. Como ejemplo, esta animación con su Pájaro azul:
Y como colofón, este documental, Born Into This, en donde podemos adentrarnos más en la compleja personalidad de Bukowski. Merece mucho la pena:
Hay que, definitivamente, reivindicar a Bukowski para que no sólo tres personas lo conozcamos. Yo no comparto estas palabras de la secretaria de neumología, al menos en el sentido estricto: Bukowski es un autor muy popular, tanto como denostado sin sentido, en eso radica que sólo tres —bueno, algunos más— sepamos de su auténtica valía, porque somos quienes realmente lo comprendemos como poeta. La única forma de alejar de la cabeza esos prejuicios absurdos sobre un escritor insoportable, pervertido, rijoso y guarro, es sumergirse a pulmón libre en su literatura. La única manera, de conocer a un autor.
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