El otro día vi una pésima película, Slenderman, pero tenía muchas ganas de hacerlo para, al fin, entender una de las claves del libro de Francisco Jota-Pérez, Homo Tenuis, publicado por El transbordador. Porque, basado en dos pilares fundamentales, la figura de Slenderman y el concepto de Hiperstición, el autor elabora un ensayo transgenérico, por momentos aterrador. Transgenérico, en efecto, porque el trabajo tiene mucho de novela gótica, de relato lovecraftiano, y de ciber-filosofía, además de ser un estudio sociológico sobre el comportamiento del hombre-masa que vira hacia un existencia incardinada en las narrativas de ficción. El objeto hipersticioso, como el propio Slenderman, supera la superstición para, desde la ficción, hacerse real en nuestro mundo cada vez más irreal. La Hiperstición es la transmutación de las mentiras en verdades. Desde aquí, Jota-Pérez firma una notable reflexión, complejísima, de cómo hemos necesitado habitar discursos ficticios creyéndolos reales, para poder superar nuestra propia y pavorosa realidad. Pero Homo Tenuis no es solo eso; realmente, eso, el Slenderman y la idea de Hiperstición, son el principio.
Slenderman, en la película, es una criatura de terror que se alimenta de su propia mitología sustentada por quienes le siguen. Esta es una de las claves sobre la que se desarrolla el ensayo (y abandonamos, ya para siempre, las referencias al engendro cinematográfico).
Esta maniobra, la creación de Slenderman y su inserción como criatura real en nuestro contexto, es la base de lo que se denomina Hiperstición. Francisco Jota-Pérez experimenta así un género verdaderamente original, el de la filosofía-horror, que se alimenta de pedazos de narrativa gótica, de trozos de ensayo sociológico o de relatos periodísticos. Es una especie de collage ontológico que, fundamentalmente, se plantea la pregunta de en dónde acaba lo ficticio y comienza lo real.
¿Dónde realmente? Un ejemplo muy ilustrativo de cómo esta pregunta tal vez no tenga respuesta la encontramos en el suceso ocurrido en el bosque de Waukesha, a 40 kilómetros de Milwaukee, Wisconsin, el 31 de mayo de 2014. Allí, Anissa Weier y Morgan Geyser apuñalaron 19 veces a una compañera de clase, Peyton Lautner, con el objeto de ofrecerla como sacrificio al Slenderman que, satisfecho con este acto, se aparecería y las llevaría consigo a otra dimensión. Las apuñaladoras tenían 12 años.
Dieron por muerta a Peyton y la abandonaron en el bosque, pero la niña estaba todavía con vida, y arrastrándose logró llegar hasta un lugar en donde fue descubierta y auxiliada por un ciclista, circunstancia que terminó por salvarla. Las dos amigas, Anissa y Morgan, declararon a la policía, sin ningún lugar a dudas, con todo su convencimiento, que lo habían hecho para unirse a Slenderman, que las sacaría del pueblo, las alejaría de sus familias y las dotaría de poderes invencibles.
Francisco Jota-Pérez nos narra todo este suceso en Homo Tenuis de una forma tan notable como inquietante. Al final, y a día de hoy, Anissa Weier cumple 25 años de una condena que comenzó en un centro de menores de Washington, mientras Morgan Geyser, diagnosticada de esquizofrenia, fue internada en un hospital psiquiátrico, también por otros 25 años. Aquí os dejo un enlace de una investigación muy interesante sobre el asunto, llevada a cabo por la cadena ABC News:
Efectivamente, el suceso refleja la facilidad con la que estamos incorporando narrativas de ficción a nuestras vidas, con el objeto de hacerlas cada vez más soportables. Se produce un efecto complejo, puesto que a medida que nos instalamos en las irrealidades para soportar nuestra realidad —inmersos en videojuegos, por ejemplo—, la irrealidad se nos vuelve más certera y aquella que es nuestra vida palpable se va difuminando. En esa desorientación se empieza a confundir la verdad con la mentira, la ficción con los hechos, y se traspasa la línea que conduce al drama.
Sin embargo, lo anterior, el caso de las niñas, es meramente un suceso ilustrativo. El origen de ese intento de asesinato se encuentra en la asimilación del Slenderman como un ente real. Por tanto, ¿de dónde procede Slenderman?
Pues tiene padre y fecha de nacimiento, un nacimiento llamado a crear una revolución, dado que esta criatura significa un cambio de paradigma en lo ficcional. Fue creado en Internet, un 10 de junio, por Víctor Surge, pseudónimo de Erick Knudsen, al insertarlo en una foto de unos niños; pronto, el Ciberespacio se apoderará de él, generará su propia escatología y la ficción trascenderá del ordenador a la realidad.
Slenderman ha obedecido al razonamiento con el que Francisco Jota-Pérez encabeza uno de los capítulos del ensayo, y que son unas palabras del teórico de la cultura Mark Fischer, tomadas de su libro Realismo Capitalista. ¿Hay alternativa? (Cajanegra editora):
“Solo porque algo no sea ‘real’ en este momento no quiere decir que no lo vaya a ser en algún instante en el futuro. Y una vez que se hace real, en cierto sentido siempre lo ha sido”.
Slenderman obedece a esta premisa. Después de la primera foto subida en un foro sobre imágenes paranormales, Something Awful, Víctor Surge cuelga una segunda foto al día siguiente, y el fenómeno se vuelve imparable. Las imágenes con Slenderman se suceden por la red, la historia se viraliza.
Las dos primeras fotos donde aparece Slenderman, subidas por Víctor Surge:
Pero para que esto suceda, es necesario que en el inconsciente colectivo se den una serie de condicionantes que lo estén alterando. Uno de ellos, definido por el historiador Felipe Fernández-Armesto en su libro Civilizaciones. La lucha del hombre por controlar la naturaleza (Taurus) como:
“la preocupación popular por la falta de certeza en el futuro que provocan los rápidos cambios, no son solo producto de la ignorancia sino que más bien equivalen al cuadro sintomático de un mundo al borde del shock por futuro”.
Esta afirmación, la señala Francisco Jota-Pérez como uno de los motivos que desencadenan el neologismo Hiperstición:
“Una superación de la superstición (…) La Hiperstición refiere al fenómeno por el cual (…) un conjunto de creencias, representaciones y construcciones narrativas supersticiosas, se hace real así mismo”.
A esta definición, Jota-Pérez añade las palabras del filósofo Nick Land tomadas de una entrevista:
“La Hiperstición es por tanto capaz, en circunstancias favorables cuya naturaleza exacta requiere aún mucha investigación, de transmutar mentiras en verdades”.
Y la escritora Anna Greenspan aporta una de las principales características de la Hiperstición, y para mí la más notable:
“La propaganda política y/o la fe religiosa requieren una creencia. Llegado al extremo, ese requerimiento llega incluso a ser impuesto por la fuerza. No creer en el tirano o en el terrorista significa oponerse a él automáticamente (…) El plano de la incredulidad de la Hiperstición, por otro lado, no necesita de creencias o descreencias. Su fuerza radica en la habilidad de hacerse a un lado del tema sin ignorarlo. La práctica de la Hiperstición implica reconocer la efectividad de una ficción, usarla y, aun así, no creer en ella”.
Nick Land y Anna Greenspan:
Desde aquí, es el momento de Slenderman que, tal y como el autor del ensayo apunta de forma determinante:
“Existe porque una vez pensamos en ello, y desde que sabemos que existe ya no podemos dejar de pensarlo”.
O, tal y como afirma su creador, Erick Knudsen, alias Víctor Surge, en una entrevista de octubre de 2011:
“Ahora que lo has visto y lo conoces, no se le puede no ver”.
Slenderman, el objeto hipersticioso en sí mismo, es producto de la propia actualidad. En el ensayo, Jota-Pérez reproduce unas frases de Arran James vertidas en un post para el site Synthetic Zerø y titulado Hyperstition is the cure for depression:
“Nuestra situación actual, sin embargo, es una en la que la aceleración rítmica de lo tecnológico y lo social ha coincidido con el estancamiento cultural”.
Para Jota-Pérez esto significa que:
“algo simplemente verosímil puede convertirse en verificable previa naturalización de su veracidad (…) esto es la Hiperstición, lo hipersticioso, cuando se producen vínculos causales entre el campo semiótico de la ficción y el terreno efectivo de la realidad”.
Con un estilo abigarrado y en muchas ocasiones de una densidad abrumadora, Francisco Jota-Pérez va exponiendo, sobre este trampolín del Slenderman y de la Hiperstición, una serie de ideas relacionadas con este concepto que podemos denominar ciber-filosofía. Una de ellas, son las nuevas etapas por las que pasa y pasará la evolución del hombre, que abandona la era del humanismo, del Antropoceno, de la mano de la aceleración de la información, para entrar en periodo del Capitaloceno, marcado por el paradigma de la “continua emergencia”, un signo de nuestros días.
Este periodo del Capitaloceno trae de la mano el concepto de Posthumanismo Especulativo, que viene a manifestar que la naturaleza humana será alterada por efecto de la tecnología, lo que desencadenará una mejora en los individuos que culminará en seres de “capacidades intelectuales sobrehumanas” atendiendo al siguiente principio: una inteligencia es producto de otra inteligencia, y una superinteligencia, por tanto, será producto de otra superinteligencia, y esa superinteligencia será capaz de fabricar otra inteligencia todavía mayor… y así, en terrorífica puesta en abismo, alcanzaremos un punto crítico de “no-humanidad absoluta” tras una nueva aceleración tan drástica que dará lugar al nuevo periodo que acabará con el Capitaloceno: el Cthulhuceno.
Cualquiera que tenga familiaridad con el escritor de horror cósmico H. P. Lovecraft identificará en el nombre de esa nueva fase a una de sus criaturas más famosas y monstruosas, Cthulhu. El crecimiento exponencial de superinteligencias acabará con una monstruificación sujeta a las fuerzas tentaculares de la tierra (de ahí, precisamente el nombre de Cthulhuceno).
Dos de las numerosas interpretaciones de la criiatura de Lovecraft, Cthulhu:
Así las cosas, el autor ha construido una pavorosa reflexión acerca de nuestro futuro, ese que se nos aproxima en alas de las narrativas de ficción que se tornan en realidades y en una cultura exacerbada del hype. Aunque claro, debemos matizar que el asunto de la noción del espacio-tiempo puede ser “una alucinación”, y que ya no somos capaces de identificar lo verdadero de lo ficticio que nos rodea.
Como ya plantea David Foster Wallace en La broma infinita, Jota-Pérez también percibe que nuestra cultura del ocio es uno de los principales pilares mediante los que la nueva realidad hipersticiosa se apodera de nosotros:
“El control de las masas a través del entretenimiento: ése es el nuevo totalitarismo”.
Podemos concluir, tras una larga digestión producto del aturdimiento y la enorme carga de información —primorosamente documentada— de este Homo Tenuis, que Slenderman arraiga entre nosotros, nos fascina y horroriza, porque significa “el epítome de todo aquello que no podemos entender”, eso que Jota-Pérez, como poco, intuye muy bien en su ensayo, dando el salto al género del ensayo-terror. Y por eso nos aterroriza leerlo… El futuro que prefigura el autor puede ser de muchas formas, de todo menos tranquilizador.
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