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Hace poco estuve charlando con cinco investigadoras que viven en diversos países de América que, de algún modo u otro, les une que todas relacionan sus búsquedas en torno a la filosofía y la danza.

 

Por tanto, en las dos partes de esta “mesa redonda” Julia Magnano, Clara Tissera, Ximena Kechichian, Valeria Aguilar Altamirano, Sara Arribas y mi persona compartimos un espacio de reflexiones y experiencias sobre temáticas que nos han atravesado de sobre manera, tales como: procesos contemporáneos de descolonización, cómo articular lo que uno se ha representado en su cabeza con lo que uno hace en su sala de ensayo o el potencial político de una práctica corporal como lo es la danza. La idea es dar testimonio de que aunque en la relación entra filosofía y danza aún queda mucho por desarrollar y andar, ofrecemos esta respuesta ante la gran necesidad de encuentros para las artes escénicas y los ámbitos más académicos de la filosofía.

Antes de darles paso a la primera parte de esta “mesa redonda”, les dejo con un resumen de las trayectorias de Julia Magnano, Clara Tissera y Ximena Kechichian. Asimismo, los de Valeria Altamirano y Sara Arribas aparecerán en la segunda parte.

 JULIA MAGNANO es bailarina de danza clásica y contemporánea e improvisación. Docente, coreógrafa y directora. Con estudios en teatro y diversas experiencias formativas en el teatro físico, Contact, ActionTeather, Realesse, flowing low, Butoh (Argentina y Barcelona). Actualmente formadora en danza contemporánea e improvisación. Dirige las prácticas Dispositivos Escénicos, propuestas de investigación en torno a la danza improvisación. Coordina espacios de danza para el gozo que llama Bailar por Bailar.

 

 CLARA TISSERA es licenciada en filosofía por la UNRC (Córdoba, Argentina). Docente. Artista. Realizó experiencias formativas en literatura, artes visuales, danza contemporánea e improvisación y danza Butoh. Indaga en el campo de la dimensión estética desarrollando prácticas que articulan el lenguaje filosófico, literario, visual y corporal. Promueve espacios de formación en filosofía y arte visual. Es mentora del proyecto de autoedición Casa Chañar ediciones, donde produce y publica contenido literario y visual en formato libro-objeto.

Desde el 2018 Julia Magnano y Clara Tissera desarrollan praxis investigativas en torno al vínculo entre filosofía y danza indagando la relación entre palabra, cuerpo y territorio y desarrollando instancias escénicas.

 

 XIMENA KECHICHIAN es docente de Filosofía egresada y finalizando el profesorado de Danza en el IPA. Formada en Filosofía con infancias y en artes escénicas: teatro, danza moderna y contemporánea. Forma parte de la Coordinadora Nacional en defensa de la Filosofía y su enseñanza y de AFU (Asociación Filosófìca del Uruguay) Se interesa por los cruces, aportes y zonas grises entre la Danza, la Filosofía y la enseñanza de ambas áreas. Desde esas inquietudes participa y conforma espacios de investigación, laboratorios y talleres, como ponente en diferentes espacios académicos de ANEP y UdelaR. Participa como investigadora y docente en el proyecto “Sentir, Mover, Pensar. Danza y Filosofía interactuando”, seleccionado en Innovaciones educativas 2018, Consejo Sectorial de Enseñanza, UdelaR, Ha presentado sus investigaciones en el Coloquio de Danza y Filosofía 2019 UNAM. Participa de diversas colectivas artísticas; Bocetos, Somossoma y Filodanza.

 

Ximena Kechichian

 

 

-¿Hay un imaginario, una forma de pensar…, dentro de “lo latinoamericano”, o por el contrario, estamos llevando muy lejos la cercanía geográfica de los países que componen a dicha región?

Ximena Kechichian: Tras nuestra primera reunión, me quedé pensando sobre lo que hablamos al respecto de “lo latinoamericano”, lo que conlleva siempre una búsqueda, una pregunta. Todavía no encuentro una respuesta, entre otras cosas, por la dificultad dada por el lenguaje.

Nuestra formación ha estado siempre mirando hacia Europa, hacía los Estados Unidos y luego hacía la Argentina (en ese orden). Lo cual se ha visto reflejado tanto en mi formación en filosofía como en mi formación en danza. En filosofía, ya saben, lo tradicional, aunque sí que es que es verdad que en lo que corresponde a la tarea pedagógica, hay algo que responde más a nuestro territorio. Por ejemplo: cuando yo estudié en la universidad sólo teníamos una sola materia que abarcaba al pensamiento latinoamericano, o sea, lo mínimo.

Ello estaba centrado en lo que tenía que ver con Arturo Ardao, lo más “viejo” y lo que respondería a una lectura más descolonial. Pero lo que más ha primado es lo que tiene que ver con la tradición europea, por eso siempre está presente la pregunta sobre dónde estamos y el qué hacemos.

Somos conscientes que, en buena medida, todos somos descendientes de europeos, así como que todo lo que fue la cultura indígena fue arrasada. Por tanto, en los últimos tiempos estamos en eso de qué se puede construir, a modo de pregunta abierta.

-No sé si pasó de forma similar en los procesos independentistas de sus países, esto es: En el caso de la de Venezuela, en resumen, se siguió gobernando a la “europea”, pero sin europeos. Asimismo, quienes lideraron esa revolución burguesa, fueron los llamados “blancos criollos”

De ningún modo, dicha independencia supuso que, “al día siguiente”, a los pueblos originarios se les devolviese y reparase todo lo que se les arrebató, es decir: los pueblos originarios siguieron siendo ninguneados, atropellados, deshumanizados, etc.…

Creo que ello determina la forma en cómo nos concebimos a nosotros mismos.

Ximena Kechichian: Casi no nos ha quedado nada de los charrúas.

Por otro lado, hay uruguayos que se sienten más europeos que latinos. De hecho, yo todavía no me hayo en esa distinción.

Aún así, esa pregunta sobre cuál es nuestra identidad latinoamericana sigue vigente, porque está relacionada entorno a cómo nos vamos construyendo dentro de lo que ha quedado, siendo que no podemos negar que somos producto de la colonización.  

-Sara, como española, nos puedes dar una opinión interesante, partiendo de que tú has vivido todas estas problemáticas desde “el otro lado del charco”.

Sara Arribas: Ahora que vivo en los Estados Unidos tengo bastantes “problemas de identidad”. Siento que a nivel cultural estoy más cerca de las personas latinas, y tomando en cuenta que yo estoy en el departamento de español, italiano y portugués, la inmensa mayoría de nosotros somos extranjeros. Así que todos tenemos la consciencia de que somos de fuera y estamos en otro país.

Si yo no abro la boca, podría pasar por estadounidense, y así la siguiente respuesta es: “entonces eres argentina, ¿no?”. Por otro lado, creo que España se ha construido a partir de los ojos del otro: el cómo somos frente a los otros. Aquí entraría la supuesta “reconquista” ante los musulmanes, la descolonización… En esta línea, considero problemático hablar desde “lo europeo” o “lo latinoamericano”, porque pienso que son etiquetas denostantes, en el sentido de que cada país tiene su riqueza e identidad, e intentamos englobarnos en “continentes”.

En los Estados Unidos dicen que ellos son América y Latinoamérica es otro continente, que es una cosa que me chocó en el principio.

 

Sara Arribas. Foto: Helena V Martínez

 

 

Valeria Aguilar Altamirano: Los propios “gringos” en su lenguaje, no usan otra forma de referirse a ellos mismos que como “americanos”. Ello responde a un imaginario muy fuerte, en el que no compartimos absolutamente nada.

Por ello, estoy de acuerdo con lo que ha dicho Sara, en eso de que encasillar esos “bloques unitarios” trae muchos problemas. En cambio, en la vida cotidiana, yo creo que sí son operativos, nos guste o no. Formando parte de la lectura que hacemos de nosotros mismos, y de cómo nos relacionamos con los otros.

Como mexicana, no es lo mismo si eres más “huera” o “rubia” que una persona con tez media o muy morena. Por ejemplo: en México se cree que todos los que hablan español y son “hueros”, son argentinos, puesto que tenemos insertos muchos imaginarios por las mismas estructuras que cuestan trabajo desmontar. Y el resto de latinoamericanos, somos mexicanos, chilenos o colombianos.

A Uruguay se le ve como “una Argentina en pequeño”, las Antillas, ya ni te digo.

-Entiendo que lo que han dicho nos sitúa en un mismo punto de partida. Por supuesto, que hay muchas variables que también están en juego (locales, biográficas…), sin embargo, cosas como el “clasismo” es algo que atraviesa a, básicamente, a toda Latinoamérica, esto es: Yo soy un venezolano nieto de migrantes europeos, nací en el seno de una familia que en aquél momento tenía un alto poder adquisitivo. Durante mi infancia allá, siempre estuve matriculado en colegios privados, casi todos mis compañeros de clases eran similares a mí, es decir: nietos de europeos. Y ninguno de ellos se refería a sí mismo como “venezolanos”, sino como “italianos”, “portugueses”, “españoles”, etc.… Bajo esta lógica, los únicos “venezolanos”, por “casualidad”, eran quienes formaban parte del personal de limpieza, portería y dos o tres profesores.

Los llamados “bailes latinos” (salsa, merengue, bachata, etc.…) se percibía como algo propio de las “clases populares” o ajeno, ya que nos sentíamos muy “internacionales” al escuchar música de MTV o admirábamos grupos como The Beatles o Led Zeppelin.

Clara Tissera: Creo que pensar en un “imaginario latinoamericano”, nos mete en una problemática muy grande. Pienso que hay un matriz común a toda Latinoamérica que tiene que ver con la “grieta” del colonialismo y su salida, que nos atraviesa a todes. Porque nosotros acá en la Argentina, opera una complejidad y una mixtura de identidades en procesos singulares y heterogéneos: así como hay una gran cantidad de personas que provinieron de la inmigración, hay muchos procesos de pueblos originarios que reivindican sus identidades que, también tienen una compleja trama de diferencias.  

En todo eso hay algo ahí en una forma de pensar, de construir mundo…, que es lo que vino a cuestionar el pensamiento descolonial, que está relacionado con el racismo. Suely Rolnik, quien está pensando desde América Latina y su condición de “blanca” nacida en un contexto latinoamericano. Me parece que allí hay un pensamiento potente, en la medida de que se hace un proceso que está relacionado con descorrernos de las matrices que nos configuraron desde el “eurocentrismo” para, a continuación, mirar con consciencia de base ese racismo y clasismo que hay en nuestras sociedades, en nuestro origen capitalista… Ahí hay una tarea interesante para trabajar con el “inconsciente colonial”, cosa que nos interpela a todes: tanto a los que nacimos con tez blanca y los que no.

En este caso, no me gusta usar la palabra “imaginario”, me decanto por centrarnos en los que nos une: la “herida” del colonialismo y abordar al inconsciente colonizante que todos tenemos dentro.

 

Valeria Aguilar Altamirano

 

 

Valeria Aguilar Altamirano: Eso que dices es fundamental, porque a pesar de que las personas y demás son diferentes, sí que hay una matriz explicativa, en la que todos, de alguna manera, participamos. Y ahora que ya la vimos, ¿Cómo la desmontamos? Porque mientras esto siga operando, la “herida” permanecerá abierta.

-Por marcar un “horizonte” al cual dirigirnos, ¿lo anterior es el inicio de un proceso dialéctico, o por el contrario, al final nos daremos cuenta que estamos “atrapados” en un hoyo del cual no podemos salir a su superficie?

Julia Magnano: Se me plantea si nuestra identidad tiene que ver con el lugar en el que nacimos o por otras cosas. Y cuando Luis habló de “imaginario”, ello me convocó a irme a un sitio bastante salido de lo personal y de la subjetividad. Por otro lado, preguntarnos por la identidad es algo desafiante ¿Por qué preguntarnos por la identidad nos supone una incesante búsqueda? Uno ya es por el mero hecho de estar vivo.

Quizás los “bloques identitarios” (que nombraba Vale) que nos hacen estar en un sitio o en el otro, implica que se generen tensiones y distancias, en donde, en realidad, no la debería haber tanto (es posible que me haya ido como al campo de la mística).

Lo curioso sobre lo que dicen sobre la Argentina, es que en realidad es un caos como muy remoto, como también, aquí se han acallado muchas voces. Nada más lejos que, Clara y yo vivimos en un pueblo de origen alemán: se festeja el Oktoberfest y otras prácticas alemanas.

Entonces, realmente el crisol del que hablamos nos debería llevar a construir nuevos lugares que no tienen por qué estar desapegados de lo que conocemos. Ya Xime nos comentaba que hay muchas cosas de la identidad de los pueblos originarios que se perdió, que podemos buscarlas, preguntar sobre ellas, etc.…, pero habrá otras que no las conoceremos jamás. 

Ximena Kechichian: Lo que comentan Clara y Julia, lo enlazo un poco con lo que llevan haciendo los feminismos y lo que nos une acá: la filosofía y la danza. En tanto y cuanto que los identifico como lugares de resistencia, puesto que habilitan a emprender nuevos imaginarios o realidades, en contraposición de esas filosofías racionalistas de Descartes, Platón o esos “principios etéreos” (por llamarlos de alguna manera) que se han presentado como hegemónicos. Y desde allí me gusta interpelar a las personas. 

En línea de lo que comentaba Clara, pienso que la danza y la filosofía nos ayudan a reconocer cómo nos afecta el capitalismo, la colonización… Mientras en cada parte vamos creando espacios creativos que caracterizan tanto a la filosofía como a la danza.

A pesar de que nos estemos problematizando a nuestras identidades, somos latinas, y lo que somos ya es.

Clara Tissera: Con respecto a lo que comenta Xime, lo que nos convocó a Julia y a mí de ponernos a investigar entorno a la filosofía y la danza, es que la danza abre un campo de posibilidades de apropiación de una pulsión vital, al igual que en todas las artes. Y como en la danza se implica tanto al cuerpo, se hace muy potente.

En una de las primeras prácticas de filosofía y danza que tuvimos Julia y yo, conectamos con lo que decía Suely Rolnik que tiene que ver con una producción de nuestra subjetividad disociada de la espera de ser un cuerpo viviente.

Según Suely Rolnik lo que hace el colonialismo es postular una política de subjetivación “egocentrada” y “egológica”, que han dejado afuera otra forma de la experiencia que involucra el ser un cuerpo viviente.

Y justamente, nos parece que la danza (desde una perspectiva no convencional) multiplicaba el alcance de todas estas investigaciones que, por otra parte, están muy presentes en las prácticas de los pueblos originarios, que van y vienen de esa construcción del “yo”, del “ego”…, al conectar con las fuerzas vivas, como también, con otro ser humano en tanto un ser vivo más que convive en un territorio.

 

Julia Magnano y Clara Tissera

 

 

Julia Magnano: Estos días pensando en este encuentro con ustedes, Clara y yo nos pusimos a reflexionar sobre el cómo conocimos, cómo empezamos a trabajar en nuestros lugares comunes. Dado que había lugares que yo desconocía de la filosofía y ella tenía otros que desconocía del mundo de la danza. De cualquier modo, todos sabemos que no hay un lugar del saber autónomo: todo está medio emparentado con todo.  

Sí que había un lugar de extrañamiento durante nuestras “esperas”, es decir: yo me tenía que “extrañar” de la danza para poderme acercar a la filosofía, asimismo, Clara se tenía que “extrañar” de la filosofía para poderse acercar a la danza. Ese lugar de entremedio fue el que fomentó que nos pusiésemos a dialogar.

Aquí es donde se me emparenta esto de la identidad que hemos hablado: ese afán que tenemos de identificarnos, cuando, en realidad, hay un ente de las cosas. Por eso lo que comentó Luis sobre los “imaginarios” para dar lugar a “entes posibles”, y que por ahí más que ejercer una resistencia, estamos tratando de sostener algo que tal vez está en “caída libre”, algo que está por emerger: no lo sé.

Un construir a través del extrañamiento de cosas que no podés identificar.

-¿Quizás parte del proceso de descolonización y, en consecuencia, de desconstrucción está involucrado con no siempre tener un papel protagónico?

Julia Magnano: Posiblemente.

Clara Tissera: Para mí tiene que ver con el descorrerse de esa construcción de la subjetividad “egológica”, como establecer una modalidad de vínculo consigo mismo que nos permita potenciar una dimensión de nuestra cultura. Siendo que somos cuerpos vivientes emplazados en medio de otros cuerpos vivientes, en relaciones de composición constante. Por ejemplo: No es lo mismo que nosotras estemos acá, en el Valle de Calamuchita (provincia de Córdoba, Argentina), que estar en el mar que baña a México.

Así, poder establecer un diálogo desde la danza (tal y como Luis lo trae). No desde la idea de un sujeto que en el escenario despliega toda una serie de dotes, que están relacionados con esa construcción del sujeto; la idea es entender la danza como una escucha del territorio que, a su vez, devine de esa “escucha de la carne”. Estas son un poco las cosas que hemos intentado experimentar.

Todo esto nos ayudó a pensar ese “entre”, como estos cuerpos sensibles que somos ¿Qué pasa si abrimos esa potencia de sensibilidad? Sin lugar a dudas, no será un lugar cómodo ni sencillo, sino en realidad, un lugar de extrañamiento. Además, convoca a un erotismo y a la vez es desafiante, puesto que, todo el tiempo, nos está postulando preguntas acerca del “qué”.

Julia Magnano: Yo vengo de la danza: hice danza clásica, yo he hecho tango, algo de folklore…, siempre he tenido mucha formación en la que tenía que ser virtuosa en la danza, lo cual me supuso tener que desandar mucho orden de ese tipo, para poder abrirme la sensibilidad, o sea: que tenía que deconstruirme a mí misma.

Clara Tissera: Y con la cuestión de la domesticación ¿no?

Hay también una serie de dispositivos que van domesticando nuestros cuerpos y pensamientos. La cuestión está en intentar salir de esa domesticación, en busca de otro lugar desde donde pensar y de moverse.

 

Julia Magnano y Clara Tissera

 

 

Sara Arribas: Por otro lado, al menos desde mi punto de vista, la danza también es un espacio social: Un producto de muchas relaciones entre personas, de aprender de muchas personas, de entrar en comunidad… Algo que a lo mejor yo no había experimentado hasta que llegué a vivir en los Estados Unidos.

Por ejemplo, aquí hay grupos de bailes latinos que enseñan salsa y bachata todos los martes y jueves de forma gratuita, y da igual el nivel que tengas y quieras hacer con ello, simplemente, es un espacio al que tú vas. Al final, estás en un sitio que te es ajeno.

Al mismo tiempo, está la problemática de ir a grupos de bailes que son latinos, porque no quieres faltar el respeto, hacer una “mala representación”, tampoco una apropiación de un espacio que nos es el tuyo. Pero cuando sales de tu país, te das cuenta que la danza se reproduce y se va ejecutando por distintas personas y de distintas formas. No es similar a que alguien aquí, de los Estados Unidos, se ponga a bailar flamenco y me parezca horroroso lo que están haciendo y se están “apropiando” de él, sino que es la práctica del cuerpo, un modo de conectar con esa gente, de adquirir “espacios simbólicos”…, que van más allá del país al que pertenece esa danza.

En mis últimas prácticas, éstos están más ligados con hacer comunidad y tener un sistema de apoyo a través del cuerpo y del movimiento.  

Ximena Kechichian: En relación a lo que ustedes decían, Silvia Federici en “Ir más allá de la piel”, justamente, habla de repesenar, rehacer y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporáneo. Si partimos de que el cuerpo siempre ha sido un lugar de explotación, entonces entender la danza de esta manera, sería lo mismo a ponerle un límite a esa explotación, pesando el qué es lo que te produce los cuerpos en movimiento y esa potencia creativa que se da.   

-Percibo que, a lo largo de este proceso de “desaprender”, uno está caminando en una especie de “campo de minas”, donde, perfectamente, es fácil caer en dinámicas de auto explotación, es decir: una de las cosas buenas de haber superado una formación académica de danza, es que te habilita para poseer una cierta autonomía o, dicho de otro modo: hacer lo que uno quiere, no “lo que a uno le sale”.

Con todas esas cosas que uno ha integrado en su cuerpo, está capacitado para “deformarlo” o lo que fuere, sin tener por qué rendir cuentas a la danza clásica (por ejemplo).

De todas formas, aún estamos operando bajo una lógica muy binaria (entre otras cosas, porque así se fue constituyendo la forma de ser y pensar en la cultura occidental), apenas alcanzamos ver hacía el horizonte que, por otra parte, es muy prometedor, pero el hecho es que todavía estamos en el “acá”.

Ello conlleva tener que gestionar una serie de contradicciones, puesto que lo “verbal” sólo nos sirve como una orientación.

Ximena Kechichian: Tal y como lo has dicho antes, se trata de ser conscientes de esos binarismos. Y si seguimos “bailando la danza” y “filosofando a la filosofía” nos abocará a mantener a estas disciplinas por separado.

Al menos, en los talleres que he dado, yo he intentado eso que ustedes decían, trabajar el “entre”, es decir: que tampoco sea “bailar la filosofía” o “filosofando la danza”, sino identificar con ese cruce qué tienen en común; si esos “pensamientos en movimiento” son filosofía o no…; preguntas que surgen de la misma práctica poner en diálogo a la filosofía con la danza.

 

Julia Magnano y Clara Tissera

 

 

Clara Tissera: Creo que ahí se abre un crisol de perspectivas y formas de abordaje muy diversas. Cuando escuchaba a Sara hablando de la danza como un “espacio social”, combinado con esas danzas que también son identitarias, pero que ponen al cuerpo en un lugar que también rompe con la “productividad” del capital tal y como si la danza nos introdujese a la zona de lo “no cotidiano”.

¿Cuál es nuestra búsqueda? Nosotras, no estamos buscando desde Latinoamérica reivindicar ciertas formas de las danzas de Latinoamérica. Pero si estamos buscando esas “potencias sensibles” y de los “cuerpos vivientes”, estando en diálogo con las fuerzas (sean humanas o no) del territorio. Identificando el cómo afectan esas presencias a la producción del movimiento, como también, a la intensificación de “ser cuerpo”.

Por otra parte, es las danzas tradicionales también hay una forma. Y justo lo que nosotras estamos buscando, es salir de esas formas.

Julia Magnano: Se me viene esa frase que dijiste Luis: “Hacer lo que uno quiere, no lo que te sale”. Y nosotras estamos entremedio de esas cosas: surge un poco lo que querés y un poco lo que te sale. Yo doy clases de técnica de danza contemporánea, doy improvisación, prácticas de improvisación en tiempo real (de tal forma, que no se repitan en escena las mismas cosas que se han hecho antes)…, todo ello en la búsqueda de ese lugar que todavía no está tan identificado.

Cuando viví en España me sentí re fuera de contexto, super incómoda a nivel de identidad… Pero hoy, realmente, me convoca ese lugar. Y cuando nosotras pensamos en cosas involucradas con lo estético o lo ético de lo que hacemos, sentimos que nuestra forma de resistencia es proponer un diálogo con los territorios.

Pónete a bailar en donde estás, hayas hecho o no danza, independientemente, de la influencia que haya tenido en ti tu familia, etc.…, todos tenemos maneras particulares de movernos. La gran revolución sería decir: ve a bailar a tu territorio y tratá de no juzgar eso.

Clara Tissera: Cuando hablamos de “bailar el territorio” nos referimos, en concreto: Hace un tiempo atrás estuvimos haciendo unas prácticas en el campo, en donde la idea era entrar en diálogo con las fuerzas de ese territorio, encontrándonos con las plantas, con los animales y los minerales que hubiera en ese espacio. Incluso, también había “cosas humanas”, por ejemplo, ruinas.

Se trató de entrar en un estado de disponibilidad

Primero partimos del silencio mental, para dejarnos afectar por esas “fuerzas” y campos de información sensibles que, por ejemplo, habría en unas ruinas, las cuales apelan a la materia. Juegos que hacíamos con lo rugoso, lo áspero…, un cuerpo afectado por esas potencias produce un tipo de movimiento.

A ese devenir le llamamos danza.

Después, empezamos a trabajar algo con la palabra y traíamos a la poesía, viendo cómo desde la palabra responde cuerpo, haciendo sentido desde un lugar muy distinto al sentido dialógico. Cuando leemos una poesía, y alguien está siendo afectado por esas palabras, se desarrolla una danza que es también una forma de diálogo. Allí fue dónde nosotras encontramos ese “entre”.

Julia Magnano: Yo soy un poco “adicta” a estas exploraciones. Si vamos a lo corporal, hay espacio en los que vas a los pies: entonces, te movés desde el pie, haciendo que impere más un “zapateo” y ello ya te da una perspectiva estética y sensible. Otra, es cuando estás en otro espacio en el que te convoca el aire y la mirada, yéndosete los ojos hacia dónde te diriges…

Quizás a veces complejizamos más ciertos aspectos, que nos llevarían a lugares de experiencias. 

-Lo que me llega de lo que ustedes están comentando, es que están en un proceso de profunda investigación que no tiene por qué estar destinado a una futura exhibición ante un público; sino más bien, una búsqueda personal que, en un momento dado, se le puede sacar partido para los próximos montajes o compartirlo en unas clases.

Corregidme si me equivoco, llega un momento que ustedes se “salen tanto de la pista de esquí” que el “verbo” se va difuminando o es cada vez menos útil para localizar y, en últimas instancias, expresar los frutos de estas investigaciones.

Clara Tissera: Eso es.

Esto me lleva a retomar esa pregunta que hacías sobre qué es digno de mostrar ante un público: si nos referimos en montar algo para “entretener”, ese nos es lugar que nos convoca.

Pero si pensamos en la relación entre la filosofía y la danza como un lugar de experiencias artísticas, allí sí que cobra sentido un encuentro con un público. Porque existe un interlocutor que ignora el proceso y que ve un cuerpo en estado de aceptación y transmisión de sentidos. Entonces, esto no se limita a una investigación personal o de auto conocimiento (que quizás también lo es), pero a nosotras nos lleva a pensar que también es una potencia artística.

Julia Magnano: De hecho, en esas experimentaciones que realizamos en el campo, fuimos haciendo unos pequeños vídeos que luego articulamos con una amiga que está en Uruguay (es productora de arte visual y cineasta). Así, se formó un videodanza a partir de estas prácticas, signo de que estas prácticas no sólo están para experimentar, sino que además, de producción estética que pueda ser compartida.

Por ejemplo, el taller de “cartografiar las fuerzas” en el que trabajamos estas matrices para llevarlas a una grupalidad, con el fin de montar una performance en donde hay un público que ve el trabajo que se ha producido a partir de ese “dislocamiento” de los cuerpos y los pensamientos.

Clara Tissera: Y que fuera capa sobre capa, el que fuese de esa fase de experimentación que hablás, Luis, a un montaje en el que hubiera una selección de vestuario, de música, de escenografía. De allí no saldrá una coreografía como tal, pero, a la vez, tiene un guion. Aún así, no sé si se está en la búsqueda de un resultado concreto, no sé si va por ahí tu pregunta sobre qué es digno de verse, qué cosas queremos ver en términos artísticos, etc.… Por ello, para mí esa es una gran pregunta.

Julia Magnano: Ese “entre” filosofía y danza nos da la posibilidad de pensar sobre ese otro “entre”: el espectador y lo que sucede en escena. Esto me recuerda a la experiencia del “vagabundeo”: Estuvimos trabajando en unos seminarios sobre el concepto del “cuerpo vagabundo”, lo cual nos llevó a una práctica performática en la que había danzas en distintos espacios de una casa, mientras el público que iba ingresando a la misma, se iba encontrando con diferentes escenas de improvisación.

Ello había sido fruto de un día previo de taller en torno a la aceptación de la palabra del cuerpo y las “fuerzas” de un territorio. Fue post pandemia, había gente portando barbijos corridos: era una escena muy “post apocalíptica”.

Imagínate que estábamos en el interior de una casa, diluviaba fuera… Después de la performance, nos preguntaron un grupo de jóvenes de unos dieciséis años: ¿lo podemos volver a hacer, y nosotros nos metemos en la danza de ustedes?

Nos miramos con una combinación de terror y extrañamiento, y dijimos que sí.

Al final, terminamos todos bailando: no sé, unas cincuenta personas bailando por toda la casa, componiendo escenas magníficas. Obvio, que estaban totalmente dislocadas de alguna pretensión, resultado o una idea pre concebida de lo que nosotras queríamos contar a las personas que nos venían a ver.

Clara Tissera: Fue la construcción de una narrativa juntos, dado que también podía interrumpir el mismo público. Por tanto, en el fondo, no había espectadores.    

Julia Magnano: De todas formas, hubo algunos que permanecieron en el borde de lo que estaba pasando.

 

Valeria Aguilar Altamirano: “El movimiento sostiene a la danza y a la vida”.

 

 

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