Hace poco estuve charlando con cinco investigadoras que viven en diversos países de América que, de algún modo u otro, les une que todas relacionan sus búsquedas en torno a la filosofía y la danza. Se trata de una “mesa redonda” con el potencial de enriquecer a personas pertenecientes a ambos ámbitos, sin dejar de invitar a que se sume cualquiera que se sienta convocado.
Por tanto, Julia Magnano, Clara Tissera, Ximena Kechichian, Valeria Aguilar Altamirano, Sara Arribas y mi persona continuamos en la segunda parte de esta “mesa redonda”, abriendo nuevos temas y retomando otros que abordamos en la anterior, como muestra de que nada quedó cerrado y que esta conversación pudo haberse extendido a muchas más partes.
Antes de darles paso a la segunda parte de esta “mesa redonda”, les dejo con un resumen de las trayectorias de Valeria Aguilar Altamirano y Sara Arribas. Asimismo, recordarles que los de Julia Magnano, Clara Tissera y Ximena Kechichian están en la primera parte.
Sara Arribas: Cuando conocí a Vale en un congreso de filosofía y danza en Madrid, en donde hicisteis esa práctica en torno al “goce” que, al final, terminó siendo una conferencia performática. Yo esperaba ir a “escucharos a hablar”, y lo que sucedió es que acabamos bailando.
Fue un congreso celebrado en un teatro: un híbrido. Un espacio muy interesante para explorar los cruces entre lo académico y lo práctico: Yo espero que se vuelva a hacer este congreso.
Valeria Aguilar Altamirano: Me pareció fundamental lo que dijeron Clara y Julia sobre el bailar en el territorio, porque siempre nos podemos poner “super intelectuales”: cruzar la filosofía y la subjetividad, y todo eso. Al final, el cuerpo baila, se mueve y vive en el espacio. A lo que quiero llegar, es que el instante es lo que atraviesa tu cuerpo, lo que te sostiene, te hace bailar y produce.
El “cuerpo vivo” es una entidad super frágil y, a la vez se mantiene como tal, porque se mueve. En ese sentido, hay como una relación, una intimidad con el movimiento, que me parece fundamental. Cuando ustedes dijeron que bailemos el territorio me parece fantástico, porque además ahora estoy super volada pensando en el espacio, siendo que éste determina las afecciones del cuerpo y posibilita, copta, domestica…, el goce.
No importa en qué lugar del mundo hayas nacido, con qué condiciones…, estas cosas nos democratizan mucho en la intimidad corporal. Una puede ser consciente o no de eso, pero todos los humanos son un cuerpo, o todos los humanos tienen un cuerpo.
Hay una ontología relacional en torno al movimiento, y eso es lo que a mí me interesa muchísimo, porque nos abre debates como: qué cosas de la danza merecen ser vistas. Sí, la danza me parece algo precioso, la amo, me encanta…, pero un paso atrás como el movimiento como categoría sostén de la danza. Personalmente, nosotros no estamos buscando movimientos estilísticos o “preciosistas”, sino que la potencia del movimiento es lo que hace que nos conduce, por ejemplo, a una comunidad.
En cuanto migras encuentras algo que se puede traducir como un resguardo y una contención. Quizás no se llegue a una coreografía “maravillosa”, pero algo sucede en el espacio, con los cuerpos…, y esos matices intersticiales son los que siento que contienen una potencia super fuerte. O sea, no importa si bailas ballet, cumbia o salsa, esa pequeña “membrana” es lo que hace que todo se cohesione.
No se trata de determinar quién puede bailar flamenco, salsa, etc.… A mí me encanta el flamenco y estoy intentando de aprender, pero ¿puedo yo aprenderlo? ¿Estoy condicionada? ¿Si me lo enseña una mexicana es igualmente de valioso que si me lo enseña una española? ¿Tengo que ir a España para “validarme”?
Si es que el flamenco es tan potente que como un “imán” que atrae a un montón de personas. Lo mismo pasa con la salsa o con la danza contemporánea.
El movimiento sostiene a la danza y a la vida. Asimismo, lo político y la relación con los demás. Una vez allí, siento que todo se expande si pensamos en esa categoría de interacción.
-En lo que se refiere al tema de qué “digno” de mostrar ante un público, yo parto de la base de que los intérpretes, los directores y el resto del equipo han de asumir que tienen una responsabilidad política, es decir: Al uno enfrentarse a un público, uno ya está desarrollando un “acto público”.
Lo cual supone que ha de haber una distinción entre el proceso de investigación en donde uno aprende a situarse en el mundo (que creo que con lo que ha dicho Valeria recién, no hace falta que me explaye al respecto) y lo que uno realmente quiere comunicar a unos eventuales espectadores. Ya que uno parte de que puede aportar algo, sea uno reconociéndose dentro de una genealogía o lo que fuere.
Evidentemente, si ello está contextualizado, por ejemplo: con una sinopsis que señale que esto es una muestra de cómo hasta ahora van nuestras investigaciones y por ello es una improvisación pautada…, o una versión del cuento de la caperucita roja bailada (por ejemplo).
Por eso es tan importante tener claro estas cuestiones que se asocian con lo identitario, por ejemplo: Si deconstruyes con tu danza, ¿desde qué sendero lo estás haciendo? De lo contrario, las implicaciones de que se está emitiendo quedan como un significante vacío.
Sara Arribas: Nosotras somos un grupo de mujeres jóvenes que bailamos en casa de una amiga. Ensayamos todos los miércoles y los sábados a modo de “práctica de cuidado”, para tener una “red de apoyo” entre mujeres migrantes que hablamos español en un pequeño pueblo del estado de Pensilvania (Estados Unidos). En el mismo, una vez al año, hay un “latin festival” en el que nosotras salimos a bailar.
Esa práctica de ese “salir a bailar” es como un decir: estamos aquí y existen otras formas de moverse, existen otras formas de comunicar… Incluso, ha habido veces que nos ha dado las gracias por nuestra diversidad.
Si bien es cierto que un festival hecho para la gente de la comunidad, lo que no son de la comunidad también van. Al final, la danza se convierte en un medio para “ocupar el espacio”, mientras no tenemos por qué ser “perfectas”, ya que nuestro objetivo no es preparar una performance que sea espectacular, sino enseñar nuestra comunidad que ha nacido y nutrido a través de un movimiento compartido.
A veces, cuando estás en un territorio que te es ajeno, más allá de pensar en el “mensaje político” que tú quieres mandar, hay que pensar también sobre con quién lo haces, para quién lo haces y qué quieres sacar tú de ello.
-Lo que me has enumerado es el inicio a una fundamentación de algo a nivel político, ¿no?
Lamentablemente, hay ocasiones, en el que sólo se asocia a “lo político” con las tendencias a las que se debe un partido político, un sindicato o una plataforma conformada por miembros de la sociedad civil. Sin olvidar que, dentro de ese conjunto, también se incluyen las maneras en cómo se constituyen las Instituciones Públicas de los Estados-Nación.
Desde mi punto de vista, estas cosas hay que tenerlas muy claras en todos los casos.
Sara Arribas: Al final, yo no lo veo desde “lo político”, sino desde la perspectiva de la comunidad. Porque no estamos pensando en mandar un mensaje que vaya cambiar de repente el lugar en el que vivimos, ni el Estado de Pensilvania, ni los Estados Unidos.
Si luego ese producto ha quedado bien, nos alegra. Pero lo más importante de nuestro proceso es, precisamente, el proceso, es decir: el compartir, esta práctica del cuerpo, los lenguajes de personas de distintos países (hay una mexicana, dos colombianas, una brasileña, yo que soy española…). Es una forma de que “compartamos un lenguaje común”, aunque todas hablamos el mismo idioma.
Por ello, no nos importa tanto el qué van a pensar de lo que hacemos, sino que un día una pone una música, otra se empieza crear, otra se suma… De repente, estamos ante una “respuesta de cuerpos”, una “creación colaborativa”. Porque si nos ponemos a hablar de producto, yo no te sabría decir quién ha sido la coreógrafa.
Clara Tissera: En relación a esto de que lo que sucede en escena implica un “acto político”, y en el qué comunicar. Me parece que, justamente, cuando estamos haciendo una práctica que intenta desmarcarnos de los lugares hegemónicos, se intenta comunicar eso: Como en una “danza viva” en diálogo real, en tiempo real…, lo que se comunica es esa potencia.
En ese caso, el “guion” sería lo que se construye a partir de ese diálogo, y allí ya hay un “acto político”.
Julia Magnano: En todo esto que contamos con Clari, una metodología que no es útil en todos los ámbitos de la danza o de las puestas en escena. Y justo yo empatizo mucho con el proceso que comentaba Sara.
Cuando hablaste, Luis, de “enfrentarse a un público”, me hiciste pensar en que desde un tiempo atrás estoy intentando desarmar esa perspectiva, puesto que, en realidad, nos estamos encontrando con ellos.
Como les conté, yo vengo de formarme y de bailar obras en las que preparé durante un año y medio para presentarlas equis cantidad de veces, para alcanzar a ese lugar que tenía un objetivo de producción.
Particularmente, desde mi historia personal, quiero desligarme de esa idea de que el artista tiene algo que contar, porque lo que se cuenta, en realidad, sucede en el encuentro con los otros. Por tanto, llevamos ya veintitrés “dispositivos escénicos” (así se llaman las prácticas que hago), los cuales todas son diferentes al contener cada uno materiales de exploración diferentes.
Nos juntamos para ensayar bailarinas, a veces actores, a veces músicos… En ocasiones, nos convoca una música particular de la que se despliega un estilo que, de ningún modo, significa que no aparezcan “cuerpos virtuosos” (porque la danza ya está en nuestros cuerpos), y otras veces, emergen otro tipo de corporalidades.
Al igual que lo que ha compartido Sara, no es tanto el resultado, sino el proceso, ahí está la política.
-Totalmente.
Julia Magnano: Porque no hay nada acabado: Lo que voy hacer ahí se va a hacer con tu mirada. Eso nace de un diálogo de un “juego de fuerzas”.
Para mí conocer a Clara fue un atravesamiento puro, porque yo venía de hacer “coreografías ¡guau!” que, en algún punto, producía que la gente saliese distanciada. Porque a veces la gente ve eso, y piensa que no puede bailar. No, todo el que tiene un cuerpo puede bailar.
A veces me he emocionado viendo moverse a cuerpos que están “menos adoctrinados”. Luego, veo a cuerpos super virtuosos que no me dicen nada. Por ejemplo: he visto a flamencas que venían muy de la escuela, y no me pasaba nada. Después me iba a una calle en Barcelona, en la que había un bailarín flamenco que bailaba en cuero y se chivaba la vida: era bruto y torpe, pero lo amaba.
Para mí la propuesta de corrernos un poco de lo establecido y de la separación con el público, también es político.
-Sospecho que la clave está en contextualizar: saber en dónde están posados nuestros pies. No vaya a ser que lo que puedas plantear en escena o en ese “encuentro” con los espectadores, sea leído desde unas “gafas” que esperan ver una nueva versión del “Lago de los Cisnes” y demás cosas por el estilo. O dicho de otra manera: si un texto está en “inglés” no esperes encontrar palabras que sean esdrújulas en el vocabulario que emplea.
Julia Magnano: Cuando voy a presentar una propuesta artística, ésta está enmarcada dentro de una metodología, una propuesta estética y escénica muy particular. Por otro lado, para mí es super enriquecedor encontrarme con otro y que de repente diga: “no entiendo, pero se me erizó la piel”, o un “no entendí lo que me quisiste decir, pero ahora me estoy preguntando cosas”.
Ojo, detrás de una improvisación hay un arduo trabajo, no es que ponemos a hacer una “danza libre”. Porque antes hay que determinar una estructura alta en formación, en la que se ha aprendido a dialogar entre cuerpos y dirigiéndonos todos hacía nuestros objetivos.
Cuando yo era bailarina de ballet esto era diferente, es decir: yo sabía que iba hacer esa u otra pieza, tenía claro cuándo entraba, cuando salía…, no importaba tanto el diálogo entre los cuerpos, más allá de la unificación del cuerpo de baile.
Estas experiencias me han dado otro panorama de las cosas, y una siempre está en medio de un “hackeo”, la verdad.
Clara Tissera: Hay un trabajo común que hacemos con Julia, que es esta investigación entre la filosofía y la danza, y al mismo tiempo, hay otro trabajo que hace Julia por su parte, que es el que tiene que ver con los “dispositivos escénicos”.
Cuando trabajamos juntas, hay algo del orden, del concepto…, no del “dispositivo escénico” que aparece de la apertura de ese proceso al público. Tal y como lo ha señalado tú, Luis, nosotros contextualizamos: cada vez que convocamos a este tipo de experiencias no hablamos de una “obra acabada”, sino a ver una práctica performática. Un entrar en un dispositivo que es fruto de esa práctica. Así, el espectador está avisado de que la búsqueda está en la improvisación como campo de confección de sentido.
Por tanto, entramos en el campo del “extrañamiento” en la práctica y en el encuentro con el espectador (tanto para el que está en escena, como el que está ahí viendo lo que sucede).
-¿Cómo encontrar las articulaciones entre lo que uno se has plasmado en la “pizarra” y lo que uno trata de aplicar en la sala de ensayo?
Ximena Kechichian: No somos cuerpos separados: ahora el “cuerpo que piensa” y ahora el “cuerpo que baila”. Porque en cada espacio que habitamos somos cuerpo, incluso cuando estamos pensado o leyendo filosofía.
Entonces, al caer en consciencia de que somos cuerpos afectado y afectantes, dejamos esas dicotomías de cuerpo/razón, danza/filosofía…
En la materia todo esto ya está dado, lo que nosotros estamos generando es el espacio de apropiación de esos conocimientos que se crean a partir de habitar.
-Entonces, ”bailar” lo que uno está haciendo o lo que quiere “probar”, es un “seguir pensando”. Asimismo, escribir, leer…, desde un lugar concreto, también es un “seguir bailando”, ¿no?
Ximena Kechichian: Sí.
Al menos, acá en Uruguay, está muy de “moda” que la gente de danza se cuestione cosas, use a filósofos como inspiración… Estas cosas no son nada nuevas, ni nada loco.
Pero alguien que venga del ámbito de la filosofía y luego se sume a prácticas del movimiento, es más raro y más desestructurante. Porque en los talleres que he dado, lo más difícil es “mover” a la gente de la filosofía, por el peso que tiene aún la cuestión racionalista.
Nuestra militancia, acá las que estamos haciendo esto en Uruguay, tiene que ver con introducir estos otros modos de entender la filosofía como una “crítica encarnada”, un “pensamiento sensible”…
En las clases de filosofía me lo propongo como un desafío con las adolescencias, que vienen de una tradición super fuerte y arraigada de que sólo en las asignaturas como gimnasia/educación física hay movimiento. Entonces, ellos se esperan lo común de una “clase teórica” de educación media, en la que hay una profesora, se leen unos textos…, y nada más que eso. Por tanto, intervenir allí es una cuestión política y ética muy fuerte, que tiene que ver con generar encuentros, con generar sensibilidades…, para alejarnos del individualismo y la productividad que a veces propone la educación más tradicional.
Se trata de “recuperar” el cuerpo, y caer en consciencia de que somos “cuerpos pensantes” que se pueden dejar afectar por un texto, no sólo limitarse a aprendérselo. Asimismo, se construyen nuevas subjetividades: más abiertas, sensibles, más empáticas con el mundo y menos auto explotadas.
Sara Arribas: Yo creo que todavía faltan espacios “híbridos” de danza y filosofía, es decir: cuando te dedicas más a la filosofía, estás en un ambiente académico dirigido a leer y a producir un montón de publicaciones, no tanto a esa experimentación con el propio cuerpo. Ya que, al final, en el lado académico no se le ve en ello algo que te va a “servir” curricularmente.
Por eso, también pienso que es más fácil que una persona que venga de la danza, se meta en cuestiones de filosofía y lo vea como algo más natural.
De todas formas, yo todavía no he podido encontrar un balance entre los dos mundos, porque yo veo a mi práctica como algo personal, algo que hago en mi tiempo libre, etc.… Y, al mismo tiempo, escribo sobre filosofía y danza a nivel académico.
Salvo en espacios concretos, la academia nunca te va a invitar a la práctica dancística.
-Me parece muy contradictorio que en filosofía pase eso, entre otras cosas, porque estamos problematizando sobre el cuerpo, hasta incluso se podría hacer una historia de la filosofía en torno al cuerpo.
Por otro lado, se piensa sobre “espacios políticos”, el peso de la estética en la filosofía política… Por tanto, apenas faltarían dos o tres escalones para que uno vaya más allá de sólo problematizar, y se atreva a bailar “embarrándose”. A pesar de que, en un momento dado, uno llegue a parecerse a “pato mareado”.
¿Cómo es posible entender y hablar del mundo si uno se la pasa “encerrado” en una biblioteca, en congresos de filosofía y demás cosas por estilo?
Esto no tiene ningún sentido. A menos de que uno se especialice en alguna de las historias de la filosofía, lo cual te lleva a hacer “arqueología” del pensamiento de Agustín de Hipona (por ejemplo), como también, familiarizarse con las repercusiones que ha causado su pensamiento.
Valeria Aguilar Altamirano: Estoy totalmente de acuerdo con Sara. Y aunque ahora esté esta “moda” de que hay bailarines que “jalan” ideas de filósofos para sacar claves para sus procesos creativos.
Y en parte, también es muy contradictorio, como bien dices, Luis: ¿Cómo es que nos ponemos a hablar de experiencias si no nos sumergimos y nos dejamos afectar por ellas? Lo cual es un principio básico en filosofía, pero lo común es hacerlo desde el escritorio y desde el pensamiento de uno.
Esa “neurosis cognitiva” de separarlo todo, encasillar, valorar cosas por encima de otras… Ese es el sistema de pensar los intersticios.
Al final, uno tiene que aprender de algún modo, o hacerse figuras para poder “hackear” los lugares que son “hackeables” dentro y fuera de la academia, dentro y fuera del sistema escénico y apelar a los deseos y a las necesidades de uno, al mismo tiempo, sacarle provecho porque hay que vivir de algo, ¿no?
Ximena Kechichian: Estaba pensando en el curso que ustedes produjeron a través de Giroscopio, de pensar con el cuerpo, contra el cuerpo y desde el cuerpo que, justamente, esto de que hasta ahora se ha pensando sobre el cuerpo, no desde el cuerpo.
Clara Tissera: A mí no me parece extraño que en el campo de la filosofía haya tan poca cabida al cuerpo. Sobre todo, si pensamos que la filosofía viene siendo atravesada por una tradición dominante, dualista, que da primacía al campo de lo racional, etc.… Una tradición dominante que ha constituido los cuerpos.
Y me parece super interesante que, en el campo de la danza haya gente tomando esa otra “fuente filosófica” que no es la dominante, dado que es la de la inmanencia. Sin embargo, en la misma tradición filosófica, hay todo un pensamiento de la inmanencia que “piensa el cuerpo” y piensa desde el cuerpo. Y que la danza lo esté tomando, creo que responde a una serie de condiciones históricas que nos están impulsando a encontrar lugares nuevos, construir nuevas subjetividades que estén “encarnadas”…
Por tanto, hay ahí una “potencia política” en estos “entres” que intentamos construir entre filosofía y danza, la cual, a su vez, tiene que ver con esa “zona de extrañamientos”.
Ximena Kechichian: En este sentido Silvia Federici habla de la “militancia gozosa”, lo cual está relacionado con la reapropiación del cuerpo, es decir: habilitar el “espacio del deseo y el disfrute”, como una militancia. Ello me parece super valioso, porque además dice que es una forma de ponerle límites a la explotación.
Más allá de que dentro de la danza hay lugares de exigencia y sufrimiento, también en la danza se rescata ese lugar de disfrute y encuentro con los otros: En la misma línea de lo que decía Sara sobre lo de “construir comunidad”.
Clara Tissera: Esto está relacionado con el “trazo descolonial” con el que empezamos esta conversación, ¿no?
Esa potencia libidinal, de reapropiación de la pulsión de los cuerpos…, es dónde está esa potencia descolonial: Si se quiere, la danza como ese espacio para la deconstrucción de esa matriz.
Julia Magnano: El otro día alguien me dijo: “qué lindo ser bailarina, porque ellas son libres”.
A mí me causó mucha risa, porque, no, nada que ver. Porque yo tuve que construir mi libertad en la danza, tuve que valerme de mi fuerza de voluntad para conseguir reconectar con el gozo.
Quizás por eso, tenemos que hacer esa descolonización en todas las áreas.
-Creo que dentro de esa descolonización podemos hacer una relectura de muchos autores, es decir: seguro que Platón no será nuestro mejor “aliado” en este sentido, pero si leemos a otros desde los parámetros de hoy (sabiendo que cada uno se debió al contexto histórico que los hizo posibles), como pueden ser Avempace o Baruch Spinoza, de un modo u otro, seguiremos desarrollando un discurso que nos permita desmarcarnos de esa tradición neoplatónica y, por otra lado, la neoaristotélica que tanto nos han condicionado.
Luego, hay autoras más actuales, como lo es Vandana Shiva que, entre otras cuestiones, se centró en relacionar los cuerpos de las mujeres con cómo se ha tratado a la tierra, o qué decir de la de posibilidades que hay detrás de la problematización de los cuerpos, que ha hecho la tradición venida de los pensamientos Queer.
Insisto, no es que estos autores estén hablando, necesariamente, en sus textos de filosofía y danza, pero es posible rescatar una de las “piezas de sus puzzles”, para comprobar si encaja o no en los que estamos ensamblando a día de hoy.
Lo cual es una tarea común entre lo que estamos en esa, mientras buscamos la manera de reencontrarnos con el patrimonio cultural que hemos heredado. Puesto que gestionar dicho patrimonio, también pasa por comprender el cómo estamos viviendo la actualidad.
Clara Tissera: Si, autores como Spinoza, Nietzsche o Foucault contienen un fuerte arraigo en la cuestión del cuerpo, así que, hoy por hoy, están siendo muy leídos dentro y fuera de la academia filosófica. Espacios en donde la práctica corporal pide, de alguna manera, pensarse.
Me parece que son autores que hoy aparecen con más fuerza, quizás por una necesidad de las subjetividades de esta época: formas de pensarnos fuera de esos discursos dominantes.
Julia Magnano: Yo me quedo con eso que dijo Clara recién, porque me sigo preguntando en qué afecta a ese que espera ver algo determinado, y ¿Qué pasa si lo que producimos es otra cosa? Se espera algo de la danza, pero quizás la danza es un poco más de lo que se espera.
-O será que se ha construido mucho por esta “línea narrativa”, y apenas hemos retomado esta otra.
Julia Magnano: Sí, y pienso que todo esto es social, es político y que transforma cuerpos. Porque cuando alguien baila y hay otro que mira, el que mira también baila.
¿No les pasa que cuando ven un cuerpo bailar les nace una empatía, se da una sinestesia, un contagio…? Para mí es re importante ser responsables en torno a lo que querés llevar al público, tomando en cuenta la sensibilidad de los cuerpos.
Por otra parte, también se ha censurado mucho el cuerpo del bailarín.