Una vez más el Festival Cuerpo Romo hace que sus espectadores inicien la temporada con una programación en la que todas las piezas se pueden relacionar unas con otras, a pesar de la diversas procedencias y tradiciones a las que responden sus creadores e intérpretes.
Single – Arnau Pérez
¿Saben de esos momentos en el que uno se topa con una película que está en un idioma que nos es del todo desconocido? En donde, a pesar de que uno reconozca gestos que son más o menos universales en las interpretaciones de los intérpretes, aún así uno no da con el contenido exacto de lo que está sucediendo. Pues, algo así me ha pasado con Single, en la medida de que es un trabajo tan introspectivo que, de uno no aventurarse depender de su intuición, poco se puede recoger de esta pieza en lo que a su contenido se refiere.
Me pregunto qué era lo que quería Arnau Pérez que nos llegase, a nosotros los espectadores. O dicho de manera: ¿En qué reside su necesidad de compartir este trabajo ante un público, en vez de limitarse a una “exploración interna” en las “fronteras” de su sala de ensayo? Vuelvo a consultar la sinopsis tras ver Single, y me encuentro en la tesitura de construir por mí mismo los puentes que conectarían a la misma con lo que se representó en escena. ¿Hasta qué punto, nosotros los espectadores, deberíamos ir con la expectativa de que todo va estar “masticadito” durante su proceso de representación? ¿Hasta dónde el intérprete, el dramaturgo, el director, etc.… ha de responsabilizarse de lo que le llega o no a la totalidad de sus espectadores? ¿Será posible que, en realidad, Single es el producto de un proceso de disolución más o menos comunicable, de lo que se nos introduce en la sinopsis de esta pieza?… Sinceramente, esta pieza me ha suscitado más preguntas que otras cosas, por ello prefiero, en este caso, abstenerme de dar calificativos más allá de que este profesional se ha entregado de lleno en lo que nos estaba planteando, con rigor técnico y versatilidad en sus movimientos y sentido del humor.
Somos – Carla Cervantes y Sandra Egido
Partiendo de la base de que, en los tiempos que corren estamos “inundados” de imágenes, es difícil que estemos concentrados en algo en concreto. Y claro, al tener acceso a innumerables vídeos y demás cosas por el estilo en internet y, en especial, en las redes sociales, entonces, parece que “lo hemos visto todo”. En esta línea, las personas que seguimos perfiles de danza y demás artes del movimiento en Instagram, estamos de sobra saturados de ver reels de alrededor de un minuto en el que el intérprete despliega gran virtuosidad en una atmósfera que procura ser absorbente, con el afán de causar el impacto suficiente para que no nos quede dudas de su valía. He allí que la forma en cómo se “envuelve” dicho contenido es capital para seducir a una persona que no le habrá visto en vida.
Por tanto, si en este contexto uno se encuentra con Somos, uno se puede sentir afortunado de presenciar algo con un sentido de estética extraordinario en persona, o por el contrario, uno sale con la sensación de que este tipo de trabajos se han llegado, lamentablemente, a vulgarizar. Que quede por delante, que estas dos profesionales han montado una pieza con minuciosidad y con mucho amor. Pero claro, su contenido y su forma se ha abordado de tantas maneras que, personalmente, es como si no hubiera estado ante algo nuevo. Es decir: desde luego hay temas que, nosotros los seres humanos, hemos desarrollado tantas veces que parece que no pensamos en otras cosas. Sin embargo, yo soy partidario de que parte del papel de los artistas en medio de este devenir compartido, es dar con la tecla de un “cómo” que impulse a sus espectadores a retomar sus reflexiones y emociones sobre el tema en juego. Desde un lugar, que aunque uno puede percibirse interpelado en tanto ser humano, uno no se lo tomará como algo personal.
Ante tales impresiones, decidí decantarme por ver la segunda mitad de esta pieza como si no fuese de nada en concreto, y como si no hubiesen habido dos intérpretes bailando sobre el escenario. Dando lugar a que yo estuviese ante dos masas fácilmente maleables a fenómenos externos, ofreciendo un hermoso despliegue de contrastes de luces y sombras, gracias, entre otras cosas, a los diversos relieves que iban dibujando en el espacio Carla Cervantes y Sandra Egido.
He allí que yo recomendaría a estas dos profesionales a plantearse desarraigar a esta creación del tema que le da pie, para que sus movimientos e interpretaciones transciendan a todo lo que estamos acostumbrados a ver en redes sociales. Conduciendo a su danza, a medio y largo plazo, a un terreno donde ellas serían insustituibles.
Honest – Kiko López
Les reconozco que tengo cierta debilidad por el trabajo del clown con los objetos, y si éste pasa por “animarlo”, pues, uno ya hasta le termina cogiendo cariño y expectación a lo que se está exponiendo en escena. La manera en cómo se desenvolvía este profesional valenciano, me inducía a pensar que sus interacciones con la lámpara que le acompañó, iban a ser más o menos similares a los legendarios “números de abrigo” del payaso. El caso es que Honest es una pieza que está tan bien cohesionada en sus partes, que no había modo de predecir lo que iba a suceder a continuación, mientras Kiko López, de un modo u otro, nos representaba justo lo que necesitábamos ver. Es decir: este profesional ha montado una obra tan sintetizada, que parece que nos contó una vida entera con los pocos minutos que duró. Y aún así, hay margen a alargarla complementando los enlaces entre una escena y otra.
Que conste que su punto de partida es relativamente sencillo. Sin embargo, en cuanto uno en tanto creador e intérprete se pone a indagar valiéndose de su formación escénica, es cuando todo empieza a cristalizarse y ser comunicable, a través de una coyuntura en el que aunque un movimiento sea reproducible en nuestro cotidiano, el mismo se va convirtiendo en algo que pertenece a un plano paralelo. En donde todo es posible gracias a que nos desenvolvemos por códigos equiparables a la literatura y a la filosofía. En eso, entre otras cosas, consisten las artes escénicas, y este profesional hay ido a la esencia, aunque sea cierto que no haya hecho nada, digamos, “vanguardista”.
Se nota que Kiko López se abrió a lo que el montaje de Honest le iba sugiriendo, compatibilizándolo con algo que transcienda un buen ejercicio destinado a afilar sus aptitudes como profesional de lo escénico. Es decir: él nos hubiese tenido “comiendo de la mano” limitándose a su enternecedora relación con su amiga la lámpara, para, a continuación, desarrollar con limpieza un trabajo de máscaras cuando se la puso en su cabeza. No obstante, ello no era más que el caldeamiento para que, nosotros los espectadores, asistamos a una degustación de cómo el dialogo entre el personaje de Kiko López y la lámpara también se da en el interior del mismo.
Si bien es cierto que una de las cosas más recurribles es abordar una suerte de “posesión” del “objeto animado” al sujeto, Kiko López derivó a esta pieza a una dimensión en la que dicha interacción, de principio a fin, era una danza en todos los sentidos posibles.
Asuelto – HURyCan
Dirección y coreografía: Arthur Bernard-Bazin y Candelaria Antelo
Intérpretes: Marton Debreczenyi, Loredana Gargano, Mario Olave y Daniel García.
No saben ustedes lo cansado y frustrado que estoy de presenciar creaciones que, por carecer de valentía y convicción por lo que están comunicando, terminan realizando trabajos triviales o que no se “embarran” hasta las últimas consecuencias en lo que los profesionales han escogido trabajar. No es la primera vez que reivindico que, el principal cometido de las artes escénicas es comunicar algo, y los “virtuosismos” sumados a otros aspectos de tipo técnico son parte de las herramientas a las cuales pueden recurrir los profesionales involucrados, para dicho cometido. Y justo este principio, lo han practicado los integrantes de HURyCAN de forma ejemplar. Es decir: claro que es muy gustoso y sorprendente ver acrobacias, portés, etc.… Pero llega un momento en que aburre, que parece que sus intérpretes están recreando, “obedientemente”, una sucesión de movimientos estipulados con anterioridad. Es más, el no poner al servicio del contenido la pieza en juego dichos recursos, no da lugar a que los mismos se estén bailando (con todo lo que ello implica).
Asuelto es una obra hecha bajo un espíritu lúdico, es inteligente, es madura…, siento que esta será de las pocas veces que me quedaré corto en lo que me gustaría decir sobre un trabajo. Porque Asuelto nos aproxima a tantos temas que, para captar todos sus matices ameritaría verla unas cuantas veces. Dado que ésta es susceptible de ser estudiada y disfrutada desde numerosos puntos de partida, por más que todo lo que la contiene ha sido articulado de una forma magistral. Tanto es así, que parte de su magnetismo reside en que su dramaturgia y en que la interpretación de sus bailarines juega con el cómo el público la va entendiendo a lo largo de sus representación. De tal modo, que esta obra no rinde cuentas a nadie: no teme ser políticamente incorrecta. A la vez que estos profesionales son plenamente conscientes que estamos en una época en la que están abiertos muchos debates que se relacionan con temáticas de género, igualdad entre todos los individuos, etc.…
En paralelo, no había manera de predecir cómo continuará o cuánto tiempo le faltaría para que se acabe su representación. Llevándonos, a nosotros los espectadores, a la maravillosa sensación de desconocer en qué en escena se terminaría la obra, mientras nos conteníamos las ganas de desencadenar una clamorosa ovación en cualquier momento. En esta línea, Asuelto es una obra que sea cual sea el estado en el que uno esté, es imposible no dejarlo entre paréntesis, por lo potente y cautivadora que han sido las interpretaciones de sus bailarines. Y gracias a que estos profesionales están de sobra instruidos y son versátiles en ejercicio de esta noble disciplina, pues, todo funcionaba como si se tratase de una improvisación bien pautada.
JAM de improvisación con música en directo de Jorge da Rocha.
Bailarines/as: Arthur Bernard-Bazin, Tanit Cobas, Kiko López, Alicia Reig y Arnau Pérez.
Una de las cosas atractivas de presenciar una improvisación protagonizada por profesionales con recorrido en este formato, es que se ejemplifica que el improvisar no consiste en hacer lo que a uno “le sale”, valiéndose de un repertorio propio de movimiento e interpretación. Sino más bien, en generar un discurso estructurado y comprensible in situ. Lo cual se liga con que se va constituyendo un contexto en el que emergen situaciones e ideas que, difícilmente, saldrían a relucir de una manera tan inmediata, y se me apuráis, explosiva, durante el montaje de una pieza escénica.
Dicho lo anterior, ¿Qué pasa si “desatamos” a un grupo de profesionales con un sentido de lo escénico en un mismo espacio, y los ponemos a “jugar”? Pues, entre otras cosas, nos encontramos con imágenes y escenas que nos “desfogan” como espectadores, en tanto y cuanto que uno está muy acostumbrado a asistir a trabajos que se mantienen siempre en “la misma vía de tren” (por así decirlo). Dando lugar a una predisposición de todos los involucrados (intérpretes y espectadores), a divertirse y celebrar todos los frutos que otorga un trabajo serio y apasionado hacia las artes escénicas. Y si encima, se tiene como cómplice a un músico de la talla de Jorge da Rocha (quien lleva un tiempo poniendo música a muchas creaciones de danza contemporánea y mezclándose con gente de dicha disciplina), pues, uno como espectador tiene el privilegio de formar parte de algo grande e irrepetible.
Iniciativas como esta fomentan a que los espectadores salgan renovados y con ganas de más, después de horas de ver danza en medio de la programación de un festival como lo es Cuerpo Romo.