Seleccionar página

La octava edición de este pequeño festival de danza contemporánea en espacio no convencionales, aprovechó dicha condición para generar atmósferas tan íntimas como bizarras, a través de su fantástica selección de piezas.

 

 

 

 

Foto: Gorka Bravo

 

The exposure (work in progress) – Tanit Cobas

 

El que se haya indicado desde el principio que esta representación es un work in progress, nos ayuda, a nosotros los espectadores, a contextualizar en qué punto está esta pieza. Lo digo más que nada, porque muchas veces los profesionales precisan de espacios en los que sondear cómo van sus procesos creativos antes de “arrojarlos” frente a un público. De tal forma, que una obra pase a un nuevo ciclo en que su transformación esté basada en las devoluciones que les hagan llegar los integrantes del público.

En esta línea, esta profesional gallega encontró esta oportunidad para ir más allá de sus investigaciones en su sala ensayo. Las cuales, dicho sea de paso, ameritaban superar una “prueba de estrés” para reconducir o consolidar lo que había estado trabajando hasta ahora. Esto es: The exposure me parece un atrevimiento, en tanto y cuanto que, de una pauta de improvisación como lo es bailar lo que a uno se le pasa por la cabeza, y en ocasiones, pronunciarlo en palabras, supone tender puentes entre los mecanismos que se suelen recurrir para dar con más material coreográfico, de cara al montaje de la pieza que esté en juego. De cualquier modo, cabe aclarar que este trabajo no se limitó a dicha pauta, pues, Tanit Cobas está “encubando” (si se me permite la expresión) una creación capaz de hacernos pensar sobre cuál es el papel que debe adoptar el intérprete (y por extensión, su director y el de la idea original) durante la puesta en escena de una obra.

Piénsese que estar sobre un escenario implica un alto grado de exposición, y a poco que se tenga honradez y ánimo de poner al servicio del público conocimientos, reflexiones y experiencias propias a través de una pieza, entonces uno se enfrenta al reto de descifrar en dónde está la frontera entre un acto de vanidad con la inclinación a contribuir al patrimonio compartido que es el arte. ¿Será posible que preguntarse por la misma, no nos está permitiendo comprender la necesidad inherente al ser humano de expresarse ante sus semejantes? Si tal frontera existe, entonces ¿cómo crear e interpretar un trabajo sin miedo a lo que se vaya a percibir por parte de los miembros del público, y en consecuencia, lo que uno va a pensar al respecto sobre sí mismo? Desde luego, lo anterior da para formular muchas más preguntas, sin embargo, tengo la intuición de que ellas más que darnos nuevas soluciones a corto plazo, nos terminarán saturando la cabeza a la hora de ser resolutivos.

En lo que se refiere a la interpretación de Tanit Cobas destacaría: que ella ha sido capaz de sintetizar, en pocos minutos, todo lo que nos puede ofrecer a día de hoy su movimiento personal en danza. En su cuerpo y en sus proyecciones en el espacio, estaba concentrado tal poderío que parecía que estaba por explotar en cualquier momento: Me tenía “atrapado”, podía seguir viéndola bailar durante una hora más…

Insisto, The exposure aún está en su correspondiente proceso de montaje, así que, por lo pronto, toca darle devoluciones y confiar que Tanit Cobas encarrilará a esta pieza al mejor de los lugares. Tengo la convicción de que cuando ella se ponga a bailar The exposure después de que su montaje haya finalizado, saldrá a la luz todo lo que está en su interior.

 

 

Foto: Gorka Bravo

 

Lo que los árboles no cuentan – Kiko López y Manel Cabeza

Dirección y coreografía: Kiko López y Héctor Plaza

Intérpretes: Manel Cabeza y Kiko López

 

Estos dos profesionales desplegaron un bosque entero habitado de árboles y personas sobre el espacio escénico, y, nosotros los espectadores, éramos individuos que estábamos de visita. De cualquier modo, me pregunto cómo hacer de una pieza algo más inmersivo sin que ello suponga, necesariamente, que nosotros los espectadores nos tengamos que levantar de nuestros asientos.

La danza de Manel Cabeza y Kiko López fluía con ligereza y desenfado: era precioso presenciar cómo se conjugaban la relación de fraternidad entre ellos, con el tipo de movimiento que ejecutaron. Algo así como que si éste hubiera brotado de la propia naturaleza, no de algo más o menos mediatizado como lo es la danza contemporánea. A dónde quiero llegar con todo esto, es que ellos no “copiaron” lo que se percibe a simple vista en la naturaleza, ellos han intentado superar la barrera de la sugerencia, e irrumpir en espacio escénico hasta el punto de alterar las corrientes de aire, el aroma de la sala, etc… En esta línea, parece que sólo a través de abstracción es posible marcarse como horizonte, emplazar en escena el tema que le dio pie a la creación que fuere que esté en juego.

Relajaba verles desenvolverse en el espacio, casi era irrelevante si uno como espectador se perdía un paso o una de la numerosas miradas y juegos cómplices entre dos bailarines de Lo que los árboles no cuentan. Yo preferí dejar mi mente en blanco: tal y como si estuviese en medio de una sesión de masajes. Sinceramente, es de las piezas más gratificantes de visionar que he visto en los últimos meses.

 

 

Foto: Gorka Bravo

 

 

Crisalide – Vespril Goivanni Insaudo

Interpretación: Sandra Salieti

 

El que se haya reservado a esta pieza junto a la anterior y a las siguientes de la segunda jornada de esta edición del Festival Cuerpo Romo, fue uno de los mayores aciertos de los encargados de la programación. No estoy diciendo nada nuevo al afirmar que, según en qué orden se programe una pieza, ésta puede condicionar al cómo se reciben las siguientes. Sobre todo, en los casos de jornadas en la que se representan una sucesión de piezas cortas en un mismo contexto.

Puesto que parecía que la “mariposa” que fue gestándose a lo largo de la representación de esta pieza, hubiese provenido del “bosque” de Lo que los árboles cuentan. De tal forma, que, nosotros los espectadores, ya estábamos caldeados para conocer qué tipo de criaturas habitan en el mismo. Por otro lado, la estructura de Crisalide es más o menos predecible, pero no menos efectiva. Ya que es un montaje que consiguió mantener los espectadores en el proceso de transformación al que estaba siendo sometido el personaje interpretado por Sandra Salieri.

He allí el mejor de los motivos para sacar a relucir la versatilidad del portento de bailarina que es esta profesional. Y justo la clave está en atender cómo se representó lo que se representó, en cómo una cosa que ha sido abordada muchas veces en nuestro imaginario colectivo, se perfile como algo que parezca que pocos podrían interpretarlo con el mismo grado de eficacia, inteligencia y madurez. Desde luego que, Crisalide es uno de esos trabajos que favorecen a que uno afine su criterio a la hora de dar ejemplos gráficos de lo que es un buen trabajo escénico. Ya lo de los globos con que apareció en escena Sandra Salieri (junto a otras particularidades del mismo) son cuestiones de “marca personal”, vehículos…, para que esta pieza termine siendo algo universalizable, aunque haya sido creada por Vespril Giovanni Insaudo.

 

 

Foto: Gorka Bravo

 

 Goofy – Roni Chadash

 

En la misma tónica de Crisalide, diría que la “criatura antropomórfica” que se representa en Goofy, proviene del mundo de Lo que los árboles no cuentan. No obstante, la misma creció en sus tierras subterráneas. Es decir: estamos ante un ser cuya naturaleza no ha visto la luz del día durante la mayor parte de su vida. Es más, este ser tiene una compleja relación con su cuerpo (tómese en cuenta que, en la sinopsis de esta pieza se nos indica que la palabra “goofy” en hebreo significa cuerpo).

El cuerpo de este ser se balancea de un lugar a otro, se cae…, incluso, en un principio, se nos presenta descabezado: en ese cuerpo no hay un rostro al cual el filósofo lituano, Emmanuel Lévinas, le hubiese podido ofrecer su “hospitalidad”. Por ello hemos de partir de la base que este ser ha sido deshumanizado, lo que ha conducido a que su portadora tenga “dudas” de que merece ser tratada con dignidad, como un igual… Y aunque ella no debería depender de los demás para comportarse como alguien íntegro, es difícil lidiar con una genealogía que la ha situado en la tesitura de cargar el peso de quienes le han antecedido.

Cuando, nosotros los espectadores, encuadremos a este trabajo en su correspondiente contexto, será el momento en que conseguiremos entender que el drama albergado en los movimientos y la expresividad de esta profesional israelita, responden a las ataduras y enquistamientos que se han ido desarrollado a la par del cuerpo de su personaje. Claro que hay un momento de “liberación” o puede que incluso de “auto redención”, pero tras haber transitado tales calamidades, este cuerpo terminó lleno de “cicatrices”. Pues, ella nunca lo ha podido habitar reconociéndose así misma, sino es a través de una serie de dispositivos disciplinarios que exigían mediante coacciones, que se trate como el “alimento” de los otros que se venden a sí mismos como los únicos sujetos políticos.

A lo largo de esta pieza se demostró que al personaje de Roni Chadash hasta se le había arrebatado su propio idioma: no había lugar a que explicase con un discurso organizado y comunicable, lo que le había pasado y lo que le estaba pasando. Por ello tenía que someterse a esta transformación de un modo performativo, de tal manera que poco a poco ella recobrase el control sobre sí misma, antes de formar parte del “espacio público” (tal y como quedó expresado en la Condición Humana de la filósofa alemana Hannah Arendt).

Goofy me parece un trabajo absolutamente espectacular, brillante y muy perturbador. De verdad que, Roni Chadash ha llegado a un grado de madurez (en todos los sentidos), para que la danza de su cuerpo formado, sea mucho más elocuente y universalizable que la mayoría de los textos pertenecientes a la filosofía occidental contemporánea.

 

 

Foto: Gorka Bravo

 

OPEN BODY TALKs

Performance de Elías Aguirre e invitados, y música en directo de Jorge da Rocha

 

La pauta de Open Body Talk no podría ser más sencilla: dialogar bailando con Elías Aguirre al son de la música de Jorge da Rocha. Y encima, estos dos profesionales están de sobra predispuestos para el integrante del público que entre no muy seguro qué está haciendo, se sienta tan inmerso en la improvisación conjunta que, se olvide que le están mirando. Desde luego que, hay que sacar a relucir un espíritu lúdico para que parezca que esa persona que entra a escena, ha hecho cosas parecidas en el pasado.

Se generan imágenes y escenas que, perfectamente, son rescatables para cualquier montaje. Y por si queda alguna duda, estoy incluyendo a los bailarines y no bailarines, pues, basta tener un cierto grado de verdad para que el público se sienta reconocido en las personas que están en escena. Sobre todo, porque éstos terminan sorprendiéndose de sí mismos.

Dicho lo anterior, considero que Open Body Talks es un proyecto tan potente que merecería la pena que recorriese colegios, bibliotecas, museos, conservatorios de música y danza, etc…, como una forma fresca, divertida y muy gráfica de mostrar que todos somos capaces de empezar a bailar, mientras nos reencontramos con nuestros propios cuerpos desde un lugar que supera a nuestro cotidiano.  

 Como persona que pasa los fines de semana cubriendo espectáculos de artes escénicas y bailarín, les digo que Open Body Talks lo viví como una “limpieza” de todos esos trabajos; que aunque que hayan sido hechos con suma profesionalidad, uno de vez en cuando necesita ver la danza con los seños de la cejas estirados, marcando una media sonrisa y celebrando el mero hecho de que la danza forma parte de nuestras vidas.

 

 

Foto: Gorka Bravo

 

 

This is Alfred – Elías Aguirre

 Intérpretes: Elías Aguirre y Jorge da Rocha.

 

Elías Aguirre sale a escena a improvisar con un atuendo de lo más excéntrico, al mismo tiempo que Jorge da Rocha, por algún motivo, prefiere tocar su música con un abrigo de invierno. Entonces, ¿cuál es la razón de ser de esta pieza? ¿Qué la diferencia de una improvisación, más o menos pautada, con un vestuario determinado?

This is Alfred es un trabajo que necesita que sus espectadores hagan un acto de fe. En sentido de que si prestan su atención, se encontrarán con una serie de paisajes que a uno hasta se le olvida su propio nombre. Piénsese que estos dos profesionales están tan compenetrados que la música “no se oye” y la danza “no se percibe”, sólo hay dos individuos que están. Pero si uno “entra y sale” de lo que está pasando en escena, la obra puede parecer algo plana.

Que quede por delante que, pienso que el resultado del recorrido que tienen en común Jorge da Rocha y Elías Aguirre es fascinante. Sin embargo, ello corre el riesgo de desmerecerse si los que integran el público no han leído antes la sinopsis de esta pieza.  Desde luego, Alfred no es un ser que podamos “capturar” para, posteriormente, analizar en una suerte de laboratorio. Así que no queda otra opción que observarlo. Sus movimientos nos remiten a algo así como la danza contemporánea, danza butoh, una danza inspirada en cómo se movería un tipo de insecto… Y justo ese el momento en el que uno debe dejar de intentar encasillar a Alfred, de ponerle nombre a lo que es y está haciendo. Alfred está en una dimensión en la que ni la palabra danza se le ha dado lugar, más no significa que ésta no exista en la misma.

Este tipo de trabajos nos invitan a reaprender a ver danza, en tanto y cuanto que nuestra mirada, para lo bueno y lo malo, está demasiado “civilizada”. Afortunadamente, Elías Aguirre y Jorge da Rocha han sido tan responsables y serios para con su trabajo, que ellos no se han puesto a improvisar poniendo cualquier cosa en la sinopsis. Se nota que ellos dos no se han conformado con lo que han sacado hasta ahora, que siguen dándole vueltas a la estructura de esta pieza y otras tantas cosas. Ellos han llegado hasta allí después de trabajar en común horas en esta pieza y otras tantas cosas. Un proyecto como This is Alfred es, en sí mismo, un “arrojarse al vacío”.

Personalmente, disfruté mucho de este trabajo. Y confío que este no será más que un precedente al cual recurrirán en el futuro estos dos profesionales, con la idea de que su próxima creación conjunta se rija bajo otros fundamentos de los que todos damos por hechos y válidos.

 

 

La primera jornada de la octava edición de Cuerpo Romo dejó a sus espectadores con ganas de ver más danza

 

 

Comparte este contenido