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Cuando me topo con trabajos como este, me encuentro con la idea de cómo solemos, por sistema, infravalorar a los trabajos que están dirigidos a todos los públicos. Como si carecieran de calidad y de profundidad a la hora de abordar sus temáticas. Y si nos centramos en los dos primeros montajes de esta compañía andaluza, damos con perspectivas provenientes de experiencias personales, que, posteriormente, son interpretadas a través del lenguaje extra cotidiano de las artes escénicas.

 

No les voy a negar que la estética y puede que los personajes de Meteorito, invasión en la parcela sean naif. Sin embargo, ello no sólo responde a cómo estos profesionales han sabido contar lo que nos han querido contar; sino que además, que ofrece un sinfín de posibilidades a la hora de incidir de que este mundo está lleno de pequeños detalles, susceptibles de ser poetizados. No se trata de justificar lo “cursi”, sino de recordar que la ternura es un vehículo muy potente para entrar en los corazones de los espectadores.

Tómese en cuenta que estos profesionales empezaron presentándonos al personaje que interpreta LaEva Gallego, como una mujer independiente que ha conseguido a lo largo de su vida, construirse un “refugio” a su gusto. Allí tiene su pequeño huerto, sus encantadoras amigas, la cerda y la oveja, y hasta con chico con el que salió un fin de semana, tiene un algo. Todo parece estable y plácido: ella ha dado con la fórmula para alcanzar su plenitud como ser humano.

 

Foto: Raquel Álvarez

 

Repentinamente, caído del cielo, aparece un pequeño ser (interpretado por Teo G.G) que al verla le llama “mamá”. A él le queda mucho por aprender, a la vez que le muestra a nuestra protagonista de esta historia, Sole, que mantener las cosas en orden es un lujo, como también, puede limitar a uno en su capacidad de amar a aquello que, digamos, no teníamos previsto. En esta línea, desde las obras anteriores, Parto al agua y Circo Soni, en Cromo 21 están constituyendo y definiendo un discurso que hace pensar sobre el valor de compartir la vida con alguien que tenemos que acompañar en su crecimiento y educación. Es como si ellos hubieran puesto a los mismos personajes, pero en escenarios diferentes. Lo cual les ha ayudado explorar qué más hay dentro de ellos mismos.

Es impresionante como el practicar artes escénicas desde un modo de estar en el mundo y con nuestros semejantes, nos empujan a entender mejor el terreno en el que nos hemos estado desenvolviendo hasta ahora. Y si de paso ello, las personas involucradas lo convierten en un patrimonio compartido en forma de una obra de teatro, es fantástico. Porque el conocimiento, las reflexiones y las experiencias no deberían ser cosas que se “privaticen”, ya que el hacerlas “públicas” nos fortalece como colectivo.

 

Foto: Raquel Álvarez

 

Meteorito, invasión en la parcela es un trabajo hecho con cariño y mucha intuición. Esto es: la técnica teatral ha estado presente, pero tengo la percepción que estos profesionales han puesto por delante la riqueza que hay de lo que puede surgir de la interacción entre sus dos intérpretes. Ello tiene sus riesgos y hay que sortear con un montón de “contratiempos”. Aún así, estoy seguro que más temprano que tarde esta compañía será un referente al cual consultar, para quienes se aventuren a trabajar con niños con algún tipo de discapacidad.

 

 

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