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El 16 de febrero se estrenará en el Teatro La Fundición (Sevilla), Un Paraíso Artificial, de la mano de Cía. Lucía Bocanegra y Hartta. Una pieza que tengo la intuición de que será un escalón más, hacia la consolidación de dos carreras profesionales brillantes.

 

 

Me cuesta encontrar calificativos que no hagan repetirme, en lo que se refiere a mis muestras de admiración y de necesidad de estudio, hacia los montajes de la joven bailarina y creadora andaluza, Lucía Bocanegra. No paro de encontrar en sus trabajos cosas que nos sugieren que más pronto que tarde, nos esclarecerá que  su discurso, nos conducirá a resultados materiales nos llevan a planos en los que lo más convencional ella no los tendría previsto, o quizás ni siquiera  los consideraría como posibles.

Justo desde aquí es cómo se llega a innovar, es como se le dota de aire fresco a una disciplina que para su mayor desarrollo y conservación, precisa seguir honrar a la tradición que la ha hecho posible. Al mismo tiempo de recibir líneas de trabajo, que someten a dicha tradición a dinámicas dialécticas no privadas de ciertas “turbulencias”, durante su proceso de inclusión en el interior de su cosmogonía. Así localizo en el trabajo de Lucía Bocanegra uno ejemplo entre otros, de que están saliendo a la luz de la escena contemporánea española, signos  de una realidad de que en este país hay profesionales que están tan machacados, teniendo luchas interiores para mantener el autoestima y la vocación hacia la danza, que les cuesta conservar su subsistencia material… Pero ello no es del todo suficiente, como para que dejen ejercer.

Con lo anterior, no quiero decir que esté justificado que profesionales como Lucía Bocanegra, tengan que hacer excesivos esfuerzos para ejercer en la profesión en la que se han formado y tanto nos puede aportar en numerosos ámbitos. Sino que conmueve como hay muchos profesionales que ponen en juego su integridad física y mental, para que esta noble disciplina siga en pie en este país, de la manera más sana y operativa. Y para continuar en dicha empresa, Lucía Bocanegra hace otro montaje, Un Paraíso Artificial, en el que se alía con su compañero de tantas aventuras, el músico Hartta (Benji Sancho Talbot); con quien por primera vez, éste no sólo se encargará del espacio sonoro (como bien sucedió en piezas como Gnosis y Input/Outside); sino que además, ha estado involucrado en la puesta en escena, la dramaturgia… Así que estamos ante un trabajo que aplica algo que aunque sea evidente, no se práctica tanto como debería. Es decir: que quienes estén involucrados en un montaje de pequeño/medio formato como lo es Un Paraíso Artificial, haya habido un trabajo en el que la música y otros tantos elementos imprescindibles para la puesta en escena de una pieza escénica, no estén supeditados a los “virtuosismos” de los intérpretes y directores.

Sin más que añadir, les dejo con un adelanto de Un Paraíso Artificial:

La salvación, el lugar seguro y eterno, la elevación, evasión y distorsión de la realidad efímera y fugaz, ¿por qué respiramos en constante búsqueda de este encuentro ideal?

 

 

Un Paraíso Artificial de Lucía Bocanegra y Hartta deja a la danza como aquello que vertebra a un espectáculo de luces y música

 

 

 

 

 

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