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Nosotros en Achtung les aproximamos a lo que fue la representación de Una de romanos, en la Sala Cero por parte de Síndrome Clown. Obra que ha tenido lleno en los numerosos pases que se han hecho desde el pasado 8 de abril; es más, no les estoy hablando de un estreno, yo ya la vi hace unos años en las ruinas romanas que están debajo de la plaza Encarnación de Sevilla. Y me fascina el cómo este dúo clown, no ha parado de darle matices para enriquecer una pieza, que ya era un éxito en su estreno.

Una de romanos de Síndrome Clown, es una obra que desde fuera puede parecer algo ligero y poco arriesgado. Sin embargo, diría que es de esos trabajos que han conseguido un extraordinario equilibrio entre  calidad, con algo que puede ser del gusto de todos. Lo digo porque detrás de este montaje hay rigor, mimo y mucha profesionalidad. Cosa que de algún modo u otro, me tienta a pensar que aquellos que presumen de tener un  gusto esquisto, se han estado perdiendo un espectáculo digno de estudio.

Pero salvo alguna que otra excepción, al clown se le ha renegado a espacios marginales, como si de allí no se pudiera sacar más que lo bobalicón y lo infantil. Impresiones que son propias de aquellas personas que todavía no le han dedicado el tiempo que merece, a una forma de hacer teatro consecuente con una filosofía complejísima de entender para los más profanos. De hecho yo defiendo que el clown no es comedia (por más controversia que pueda causar), sino que esta disciplina responde a una lógica retorcida, que al público le puede llevar a la risa, al asco, a la melancolía, entre otras tantas reacciones.

Es que el clown no es busca en el público una reacción concreta, le basta que esté entregado a todo lo que está sucediendo. Porque lo que quiere es ser querido, quiere jugar para captar o mantener la atención del público, que es lo que le da sentido a que se hagan las cosas tal cual las hace. Lo cual contrasta con los comediantes de monólogos y demás cosas por el estilo, donde los silencios, las caras y demás recursos escénicos de los que se vale en su interpretación, están medidos hasta la obsesión. No con ello quiero decir que en el clown no hay cálculo y rigor, sino en realidad, me refiero a que en el clown hay una escucha como en pocas disciplinas de lo escénico con el público. Tanto es así, que se suele decir que la cuarta pared está detrás del público, o dicho de otra manera: sea lo que suceda en el guión de una obra clown, hay que incluir y responder a lo que sea que pase en la sala.

Foto: Luis Castilla

Foto: Luis Castilla

 

Quizás Una de romanos no sea el mejor ejemplo para lo que digo, pero pensadlo ¿Cómo si no entenderíamos algunos de sus chascarrillos que se refieren a la actualidad, o quizás alguna risa floja de uno de sus componentes? No descarto que alguna de estas cosas estaban magistralmente incrustadas en el guion, pero otras habrán venido de la espontaneidad que se genera de la relación el público, y la dinámica que hay entre ambos intérpretes. Lo más curioso de esto es que se conozca más o menos sobre este lenguaje, sólo los que han estado escena saben qué es cada cosa. Y esa es una de la maravillas del clown, su ambigüedad, es decir: en ocasiones se hacen bromas con cierta inocencia, pero es difícil saber si ello es dicho más en serio que en broma.

Y entre todos estos juegos, Una de romanos se presenta como una pieza que se vale de diversos formatos, esto es: parece una conferencia sobre el pasado romano de Sevilla, pero en otras ocasiones son el pretexto para dar paso a las escenas que nos son más encuadrables en lo netamente clown… A lo que quiero llegar, es que esta obra está compuesta de tal manera que no hay forma de que uno aparte la atención del escenario, puede que haya chascarrillos que pueden resultar más o menos “graciosos” entre el público. Pero el caso es que nos llevan de un lugar a otro, como si los componentes de Síndrome Clown, fueran los pilotos del avión en que el nos habíamos montado para llegar a nuestro destino.

Lo asombro del clown es que  las bromas que se han soltado en otro contexto, o incluso en otra obra de artes escénicas, podrían ser consideradas auténticas tonterías. Sin embargo, una obra clown (o al menos las que se valen de su lenguaje) es capaz constituir un entorno donde el público queda tan caldeado, que está dispuesto a reírse de la mayor tontería jamás dicha. Y creedme, Una de romanos está plagada de ellas, pero están todas y cada una tan justificadas, porque fueron introducidas con una inteligencia que ya muchos textos dramáticos les gustaría tener. Si es que se confunde demasiadas veces el virtuosismo, con lo bello y lo elegante ¿por qué no dejarle espacio a lo bizarro, a lo grotesco…? De verdad que muchas disciplinas artísticas llegarían más lejos de sus pretensiones a la hora de comunicar, si explorasen estas cosas hasta sus últimas consecuencias.

Foto: Luis Castilla

Foto: Luis Castilla

 

Precisamente pudor no han tenido en esta obra los de Sídrome Clown, porque la verdad es que son unos sin vergüenzas, siendo que te plantan una obra que en su guión te dicen que el contenido de historia de la Sevilla romana no rebasa los quince minutos (tómese en cuenta que la obra duró unos setenta minutos), utilizaron la misma imagen impresa para representar el rostro de tres antiguos emperadores romanos, o qué decir que muchos de los datos que fueron diciendo medio en serio/medio en broma, nos haya dado igual sin son verdad o no. Porque la gracia estaba en cómo los personajes que interpretaban salían del paso de una situación provocada, más no dominada hasta que la interpretaron en escena ¡El clown es una disciplina excepcional!

Por otra parte, cabe destacar que la mayoría de bromas y referencias que hacían sobre la Sevilla romana, se podían captar a la perfección, si uno es de Sevilla provincia o si se ha vivido en dicho territorio durante unos años. Lo cual revela que esta obra, de uno modo u otro, es un homenaje a todos los que han residido en esta tierra: una muestra de cariño al sitio que los ha hecho ser de las compañías de artes escénicas más exitosas de Andalucía, les hablo de más de veinte años en los escenarios y cientos de representaciones sobre sus espaldas. Son cifras que desde luego son extraordinarias, cifras que deberían llamar la atención de cualquier seguidor de estas disciplinas, y si encima hacen un trabajo de gran calidad, pues a qué esperáis a ver una de sus obras.

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