Hace poco charlé con la bailarina y creadora Ana F. Melero. Esta joven profesional andaluza, tiene una trayectoria que nos evidencia la frágil situación por la que pasan las personas de su generación, para si quiera asentarse en el circuito profesional. Esta entrevista está dotada de dos partes, para que ustedes tengan noticia de un modo más o menos detallado, de lo valiosos que son los testimonios al margen de la edad o el “status” de quien los exponga.
Por tanto, en la primera parte ella nos aproximará a su trayectoria compartida con sus compañeros del Colectivo Banquet, y cómo el conocerles a ellos y otras personas con las que ha ido coincidiendo a lo largo de su formación académica. Le han hecho formar parte de un círculo de profesionales con quienes llevar a cabo proyectos en común, y no menos importante, con quienes ha encontrado la mejor compañía en vida.
Asimismo, en esta entrevista se ha dedicado un espacio a su nada desdeñable paso por Leeds (Inglaterra) donde consumó por completo su entrega a la danza contemporánea, a su implicación en Archipiélago de los Desastres de Isabel Vázquez, y cómo lo anterior le ha conducido incluso, a haber sido nominada a mejor intérprete femenina de danza en los Premios Lorca del presente año. En la segunda parte, nos acercaremos a cómo su círculo de amistades y de profesionales al que pertenece, le han llevado a participar en cosas tan espectaculares como la representación de MUDARSEsinINSTALARSE en la vigésima edición del Festival Cádiz en Danza, bajo la dirección de Luna Sánchez. O de cómo ha sido su enriquecedora experiencia como creadora e intérprete, en Latente, pieza que no para de darle alegrías. Sin más que añadir, les derivo con lo que fue mi conversación con Ana F. Melero:
-Según la información que dispongo, no te falta trabajo. Siendo que uno de los “grandes dramas” por los que pasan los jóvenes profesionales, es que buscan la manera de “hacerse con un hueco” dentro del circuito profesional.
Yo estoy dentro de algunas producciones, pero quiero más. Ya que tengo unas que son pequeñas, otras más grandes; en las que están también, las que hago por amor al arte.
-¿Te refieres a ponerte a hacer tus propios proyectos, o a estar en más producciones de otros creadores?
En vistas a lo que estoy programando para el año 2023, aparecen cosas maravillosas como: más representaciones de Archipiélago de los Desastres de Isabel Vázquez (lo digo porque en la pasada edición de la Feria Internacional de Teatro y Danza de Huesca, nos fue muy bien y quizás de allí salgan más cositas), también hay más funciones con el grupo Pioneras de Xián Martínez. Pero tengo necesidad de participar en nuevos procesos de creación, no solo girar.
A mí me encanta actuar y el escenario, pero lo que realmente me gusta más, es estar dentro del trabajo de investigación y desarrollo en el estudio de danza.
-¿Estás pensando en lo que haces junto a tus compañeros del Colectivo Banquet?
En eso estamos.
Por un lado con la pieza Rojo Rojo Verde, nos hemos presentado en varios certámenes. Entre ellos, está el premio que nos dieron en el Certamen Coreográfico Distrito de Tetuán (Madrid), el cual fue una residencia en el centro cultural Eduardo Úrculo y una residencia en la Nave del Duende (Cáceres). Son cosas a las que nosotros por sí solos no hemos aplicado, pero de forma natural se nos concedieron para crear algo más, o para seguir con esta pieza.
A raíz de esto, decidimos aplicar a otros lugares de residencia artística para crear algo. Aplicamos al Centro Coreográfico María Pagés (Fuenlabrada, Comunidad de Madrid) en la que nos aceptaron el proyecto. Por tanto, tenemos lo más importante: espacio y ganas.
Y como todos estamos dentro de otros proyectos, nos agarramos a todo lo que tiene que ver con el Colectivo Banquet, como algo más personal.
-Cuando yo vi Rojo Rojo Verde en la edición de este año del Festival Cádiz en Danza, de las primeras cosas que yo pensé, fue que esta pieza es un germen de algo más grande. Lo cual les podría llevar a ustedes a alargar a esta pieza, o simplemente fue una manifestación de que en el Colectivo Banquet hay un grupo súper potente de bailarines, que de aquí a un tiempo, que nos contará muchas cosas.
No creo que Rojo Rojo Verde sea una pieza “rompedora”, pero si la misma apunta a que ustedes han estado trabajo desde otro lugar del que uno se acoge por ciertas inercias a las que uno se suele dejar llevar o lo que fuese. Ello es un signo de lo que están trayendo las generaciones de bailarines más jóvenes, de la actualidad española.
Es verdad que Rojo Rojo Verde es un germen. Porque esta pieza surgió en el contexto académico en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila (Madrid). Fue resultado de nuestro trabajo en la asignatura Herramientas de Composición e Improvisación impartida por Ana Catalina Román. Por razones aleatorias me puse a trabajar con Jerónimo Ruiz y Javier de la Asunción, y sucedió Rojo Rojo Verde.
En ese momento nosotros no teníamos intención de crear una obra, ni mucho menos. Éramos tres personas que estábamos ejercitando unas herramientas que nos había planteado la profesora. Como lo fue el uso de un texto, elementos de composición coreográfica puros y duros, elementos de improvisación…, herramientas con las que fuimos montando esta pieza.
De pronto teníamos un dúo suelto, un trío al unísono y otra parte que consistía en conjuntar nuestros cuerpos. Piensa que Jerónimo Ruiz mide casi dos metros, Javier de la Asunción un poquito menos, y yo un poquito menos que el anterior. Entonces, componiendo con estos tres cuerpos fue surgiendo Rojo Rojo Verde.
-Recuerdo que había alguna escena en la que ustedes eran una especie de “máquinas vivientes”, y otros momentos percibí que la pieza “respiraba”.
Claro. Son cuerpos que se conjuntan y se desconjuntan.
El caso es que nos lo pasamos muy bien montándola, porque en ese momento no había un objetivo profesional: era un juego entre nosotros. Entonces, quedó algo fresco, divertido y agradable. Lo digo porque si te pones a hacer algo que no te es agradable en ese contexto, no vale la pena.
Por tanto, decidimos redactar un dossier, nos pusimos a buscar una música que se adaptase más a lo que queríamos hacer a nivel profesional…, con el fin de ir mandando esta pieza a certámenes y demás convocatorias. Enviamos una primera convocatoria al certamen Burgos-Nueva York en 2020, donde ganamos el primer premio que consistió en unos tres mil euros. Fue una grata sorpresa y el empujón necesario para continuar.
Al obtener ese premio, nos dimos cuenta que había interés en nuestro trabajo. Con el cual hemos ido a más festivales y certámenes (de estos últimos, en la mayoría nos hemos llevado algo) en festival DZM de Cáceres, en Figueres es Mou, Certamen Coreográfico de Sabadell… Es una pieza que nos ha dado muchas alegrías, porque además nos lo hemos pasado muy en cada sitio en el que hemos ido de gira. Resultando al final, viajar y llevar nuestro trabajo combinando de la mejor manera los lazos profesionales y personales. Desde mi punto de vista como intérprete y persona, esto es ideal.
-Percibo que has sido muy afortunada de haber conseguido no sólo “aliados” de profesión; sino que además amigos, con quienes las cosas funcionan. Teniendo una proyección de futuro, en medio de un contexto, donde uno mismo en muchos casos, es creador, productor, intérprete, director artístico al mismo tiempo.
O uno se encuentra con un grupo de aliados que se acompañan mutuamente, o no habrá manera de subsistir estando solo.
Claro. Y además lo bonito del Colectivo Banquet es que nosotros hemos aprendido juntos a llevar a cabo un proyecto. Dado que con el tiempo, ha surgido una división de tareas de un modo automático y natural. Por ejemplo: yo redactaba los e-mails, Mauricio Pérez preparaba los cachés, etc.…
Y aunque en un inicio éramos tres personas, luego se ha convertido en la pieza de seis personas. Ya que las tres personas que la creamos originalmente, no podíamos siempre hacer coincidir nuestras agendas. He allí que si se daba el caso que yo no podía interpretar en un bolo lo hacía Mauricio Pérez por mí, lo mismo, si Javier de la Asunción no puede, pues entraría Laura García Carrasco en su lugar o Daniel Rodríguez. Al final, Rojo Rojo Verde la hemos bailado los seis integrantes del colectivo por igual.
Una de las cosas más bonitas, es que cada vez que ha entrado un integrante en sustitución, la pieza ha mutado muy levemente, al estar la misma muy cerrada. Piensa que está en juego las diferentes alturas, el peso (al nosotros estar haciendo constantemente juegos de composición corporal)… entonces, es precioso cómo estaba Daniel Rodríguez que es igual que yo de altura haciendo el papel de Javier de la Asunción.
-Me imagino que ustedes le habrán dado sentido y significado a todos lo que han recogido a lo largo de los años de formación académica.
Así es. Para mí ha sido maravilloso poner en práctica cada asignatura que he estado tratando en los cuatros años que estuve en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila. De hecho, antes de entrar en el conservatorio superior yo venía de haber estado bailando en Inglaterra. Por eso, yo iba a formarme a ese centro para tener un entrenamiento diario, y además a continuar mi carrera profesional en Madrid. He allí que suelo aconsejar a las personas que vayan a empezar a ir a un conservatorio superior, que se lo tomen como una formación académica. Pero sobre todo, como una catapulta de cara al mundo profesional.
-¿Cómo uno sabe cuál es el momento de dejar de formarse, más allá de hacer un curso intensivo de vez en cuando, y apostar por sacar a delante creaciones propias, hacer audiciones…? ¿Ese momento llega, o por el contrario, uno ha de ponerse a crear y audicionar mientras se está formando en un ámbito académico?
Creo que una como intérprete nunca deja de formarse realmente, dado que una va aprendiendo sobre interpretación trabajando con diferentes coreógrafos. Incluso si una quiere tirar por la creación o por la gestión cultural, una se tiene que formar continuamente en diferentes campos. Porque esta es una profesión (más aún en la situación tan precaria en la que estamos), en la que se necesita estar activa y absorbiendo como una esponja, conociendo gente, haciendo cursos de creación coreográfica, etc… A día de hoy, nunca haces un sólo trabajo en danza e incluso aprendemos mientras trabajamos. He allí que me gustaría saber de producción, distribución y demás cosas por el estilo.
Por otra parte, no creo que una tenga que acabar con el mundo académico para empezar a realizar sus propias creaciones e investigaciones. Tampoco creo que exista el momento en el que lo tienes “todo aprendido” para empezar a crear un lenguaje propio, si no que todo va un poco de la mano, así te vas definiendo como artista. De hecho, yo hasta día de hoy no me he visto como coreógrafa, pero de pronto me he encontrado con que este “cuerpo educado y entrenado”, tiene una manera concreta de moverse. Al mismo tiempo, tiene herramientas para contar mis inquietudes e ideales a través del cuerpo.
-También estuviste en el CAD (antiguo Centro Andaluz de Danza), como tantos alumnos que recién habían superado sus especialidades en sus respectivos conservatorios profesionales de Andalucía. Y supongo que de un modo u otro, también durante tu estancia en ese centro educativo, habrás recogido experiencias similares a las que tienes de tu paso en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila.
Para mí el CAD fue donde encontré mi primera comunidad semi-profesional, dado que yo venía directamente de la especialidad de danza clásica en el Conservatorio Profesional de Danza Antonio Ruiz Soler (Sevilla).
-¿Cursaste en el CAD la especialidad de danza contemporánea o la de neoclásico?
La de necoclásico. De todas formas, en su día hice la audición para danza contemporánea y la de neoclásico, y en ambas me seleccionaron. La verdad es que en aquél momento no sabía cuál escoger, y hablé con Pilar Pérez Calvete quien me recomendó que hiciera lo que me apeteciera, porque aprendería mucho en ambas especialidades. A continuación, ella me pasó el contacto de “un tal Deivid Barrera”, que lo no le conocía.
Con Deivid Barrera pasó algo muy bonito, porque cuando yo estaba en quinto o sexto del conservatorio profesional de Sevilla, fui a ver el fin de curso del CAD. Y me quedé con un bailarín con el pelo rosa que me flipó, y me dejó maravillada. Tras hacer la audición para entrar en el CAD, hablé por teléfono con él sin saber que era “aquél bailarín del pelo rosa”. Entonces me dijo lo mismo que Pilar Pérez Calvete, y justo coincidía que Deivid Barrera habría terminado sus dos años de la especialidad de danza contemporánea en el CAD, y estaba por empezar la especialidad de neoclásico en dicho centro.
Pues decidí irme a neoclásico con Deivid Barrera…
-O sea que ese fue el origen de cómo lo conociste, y al paso de unos años compartiste un dúo con él en varias de las representaciones de Archipiélago de los Desastres de Isabel Vázquez.
Habérmelo encontrado dentro del elenco de Archipiélago de los Desastres es de lo menos, él es mi mejor amigo.
Para mí estar en el CAD fue el descubrimiento de la danza contemporánea. Porque durante los seis años de formación del conservatorio profesional de Sevilla, hice poca danza contemporánea. Y para qué engañarnos, yo no era la alumna estrella de ballet de mi promoción. Eso sí, yo tenía muchas ganas, a pesar de no sabía que al final apostaría por ser una bailarina profesional. Al mismo tiempo, tuve varios profesores de danza clásica en ese conservatorio que me decían que yo era “la fuertecita” que mejor que tirara para lo moderno… Tampoco es que eso me hiciera daño, porque como era entusiasta me daba un poco igual. Sin embargo, conocí a Susana Aguilar como profesora de ese conservatorio, y me di cuenta que el contemporáneo era un mundo con el que identificaba mucho más.
A esas alturas, yo quería ser y estudiar todo porque siempre he sido una súper entusiasta. Al comenzar el CAD me matriculé en Marketing en la Universidad de Sevilla, y lo dejé. Y en el segundo año del CAD volví a intentarlo con INEF, y me di cuenta de que lo que realmente sería era bailar.
Al entrar en el CAD, yo ya estaba recibiendo clases de danza Graham con Pilar Pérez Calvete, también me dio clases Raúl Heras, e incluso, Isabel Vázquez (que me encantaban sus clases de release). Lo que me condujo a ir perfilando dentro de la línea neoclásica, mis dotes de “fuertecita”.
-Es muy lindo lo que me estás contando, porque se ha mezclado una transición natural de la danza clásica a la danza contemporánea, con un ejercicio de madurez personal.
Lo que me alejaba de esa línea neoclásica o clásica, fundamentalmente, se refería a sus aspectos más formales. Es decir: si una no tiene un cuerpo de determinadas características o lo que sea, estás fuera. Por tanto, más que sentirme excluida, diría que estaba “desviada” de forma natural, y nada dañina. Por eso me “desvié” a la danza contemporánea que la veía como la “no forma”. La danza contemporánea va más allá de todo esto, incide en el contenido más allá de la forma, en cuerpos que se mueven para comunicar y llegar a estados maravillosos.
-Ahora que lo mencionas. En tu estancia en Phoenix Dance Theatre (Leeds, Inglaterra) hay una cosa que me llamó mucho la atención, que es que tu papel en dicho sitio fue de “bailarina aprendiz” ¿En consiste ser “bailarina aprendiz”?
Es como si fueras“ becaria”.
Después de haber estado esos dos años en el CAD, yo decidí presentarme a audiciones fuera de España. A lo que Susana Aguilar me dio la información que necesitaba, porque creo que en su día ella vio en mi la inquietud de irme fuera.
Cuando estaba en sexto del conservatorio profesional de Sevilla, hicimos una excursión a Londres y a Leeds con Susana Aguilar. Yo me quedé enamorada de Leeds, y justo allí estuve, por ejemplo, con Lucía Bocanegra (aunque ella estaba en la especialidad de danza contemporánea) y gente de esta promoción.
En esta excursión fuimos a un edificio que compartían dos compañías, una de ballet y una de contemporáneo: Phoenix Dance Theatre y Northern Ballet. A los de clásico nos llevaron vivir un día con Northern Ballet, y me encantó. Pero cuando vi por los pasillos del edifico las imágenes y carteles de Phoenix me quedé mucho más impresionada.
Fue un viaje muy estimulante, donde Susana Aguilar compartió su amor por esa ciudad que fue su casa durante muchos años.
Entonces al pedirle la información a Susana Aguilar sobre ese sitio que me había gustado tanto (yo no me acordaba del nombre), me comentó que en Phoenix Dance Theatre hay un programa que es como un postgrado que ellos le llaman “apprentice”. Tras un proceso de varias audiciones, entrevistas y demás… Bueno, imagínate que yo no hablaba nada de inglés, aún así me aceptaron.
Yo me mudé a Leeds en agosto de 2016, y desde septiembre estaba bailando allí. Me acuerdo que en las primeras correcciones que me daba la directora de ensayo, ella me gritaba una cosa y la otra y yo no entendía muy bien lo que quería decirme. Sin embargo, había una chica de Sevilla en la compañía, Carmen Vázquez Marfil (que también estudió en el conservatorio profesional de Sevilla) que me ayudó mucho con el inglés. Es maravilloso que el cuerpo no tenga idiomas, pero me di cuenta lo importante que era poder expresarme y entender para poder progresar.
-Parece que te arrojaste a “una piscina con los ojos cerrados, y luego comprobarás si en ella hay agua”.
Tal cual.
-Me imagino que después de haber superado tu formación en el CAD, ya habías decidido dedicarte de lleno a la danza.
Cuando yo entré en el CAD todavía no sabía que quería ser bailarina. Yo entré allí porque en realidad se me daba bien, me gustaba… Y lo quise hacer a la vez de estar estudiando en la Universidad de Sevilla marketing e investigación de mercados, porque al final también quería seguir estudiando.
Al mes de intentar llevar las dos cosas a la vez, me di cuenta que no podía seguir así. Por ejemplo, cuando estaba sentada en las clases de la universidad, mi cabeza estaba pensando todo el rato en cosas relacionadas con el CAD, como si una cosa se estuviese sobreponiéndose sobre la otra.
Así que hablé con mi familia diciéndoles que no quería estar más tiempo en esta situación por más que pudiese. Es que yo estaba tan feliz en mi primer año en el CAD, dado que allí conocí a gente como Luna Sánchez, Deivid Barrera, Candela Murillo, Inés Santos… Las que son ahora mis mejores amigas y compañeras de profesión.
-Llegando uno a un alto nivel en danza (más allá del entrenamiento diario), ello cada vez se hace más complicado de compatibilizar con otras cosas. Es decir: si quieres ser un bailarín versátil y estar presente en dónde se tiene que estar. Llega un punto en que o se tiene un apoyo de tu círculo cercano de personas y económico, o es que es muy difícil llegar a algún sitio en esta disciplina en un nivel profesional.
En ese momento la danza eclipsó todo lo demás. En esos dos años en el CAD, hicimos unas giras por varios municipios, tal y como si estuviese en una compañía profesional. Ya en el segundo año, mi madre me propuso apuntarme en otra carrera, porque es verdad que si hubiera dado el caso de haber encontrado otra carrera que me hubiese gustado tanto como la danza, yo creo hubiera podido hacer las dos cosas a la vez.
En el segundo año de estar en el CAD y antes de que se me caducase la nota de selectividad, decidí meterme en INEF en la UPO (Universidad Pablo Olavide en Dos Hermanas, provincia de Sevilla).
Después de recibir mis clases en el CAD, cogía el coche corriendo para llegar a la UPO a tener tardes de voleibol, balón mano, gimnasia artística… Era muy bonito. Además en mi clase de INEF éramos solo tres chicas dado que el resto eran hombres: Era como vivir lo opuesto de lo que se da en el mundo de la danza.
-Claro. Y encima habrás adquirido mucha plasticidad física, en el sentido de que pasabas de estar bailando por las mañanas, a estar trabajando con códigos muy diferentes como el de los deportes que me has mencionado.
Sí. Toma en cuenta que yo era “la bailarina de la clase”, porque se notaba que veía de donde venía en todo lo que hacía. Lo cual fue un contraste muy interesante. Al tiempo me lesioné en una clase de gimnasia artística cayendo mal de un trampolín, rompiendo el tendón de Aquiles. Era probable que pasara y pasó… Después empecé a audicionar, que es cuando me salió lo de irme a Leeds. Lo que hizo que cerrase de momento mi etapa de estar estudiando INEF.
-Tras tu paso por Phoenix Dance Theatre, casi que de inmediato te fuiste a trabajar en varios montajes de la compañía Möbius (con sedes en Leeds y Bradford).
Veo que te pasaste unos años en Inglaterra y me sigue llamando la atención que terminas volviendo a España ¿Qué hizo que volvieses?
Mi tiempo en Phoenix Dance Theatre, es a lo mejor la época en la que más aprendí mayor contenido a mayor velocidad. Yo en aquél entonces tenía diecinueve años, como te conté mis primeros meses consistían en enterarme bien de qué me estaban hablando…, y de repente una de las bailarinas de la compañía tenía que hacerse una operación de rodilla. Justo mi otra compañera “aprendiz”, Candela Murillo (la cual fue compañera mía en el CAD), y yo hicimos la audición en las que nos cogieron a ambas.
Entonces en la gira de otoño, la compañía decidió meterme en la pieza Until with/out enought de Itzik Galili. Este coreógrafo israelí hace cosas súper complejas técnicamente, y ponerme a bailar esta pieza fue una locura: Yo no tenía tiempo de analizar lo que estaba sucediendo, estaba como con piloto automático, hacer, hacer y hacer.
Al mismo tiempo, Candela Murillo estuvo haciendo sustituciones en Bloom de Caroline Finn, pero al tener unos problemas con el estómago estuvo unos días de baja, así que también tuve que hacer su papel en esta pieza: Para mí fue maravilloso bailar Bloom en escena.
Yo estuve bajo unos niveles de exigencia muy grandes. Además estaba viviendo en otro país, conociendo a gente nueva continuamente, fue la primera vez que vivía fuera de casa… Yo estuve muy feliz allí.
Coincidió que se me acabó el año de “aprendiz”, coincidiendo con que la compañía iba a ser una nueva producción sobre la inmigración caribeña, Windrush, y buscaban bailarinas relacionadas con ese tema. A Candela Murillo y a mí no nos cogieron, lo cual fue un poco duro porque después de haber estado un año en esa compañía haciendo un buen trabajo, una espera que te cojan. Además yo estaba, absolutamente, enamorada de Phoenix Dance Theatre.
De todos modos, mantuve buena relación con la gente de la compañía, seguía tomando clases con ellos cada mañana… Así que decidí volver a ponerme hacer audiciones. De hecho, Candela Murillo y yo estuvimos en ese verano sacándonos el siguiente paso del “postgraduado”, una titulación de “masters” en el Northern School of Contemporary Dance.
Conseguí entrar en la compañía Möbius tras haber recibido muchos no. Es que parece que sólo contamos lo que hemos hecho, pero una antes ha recibido muchos “nos”.
Möbius me ofreció mi primer trabajo como bailarina profesional. Es una compañía que funciona por proyectos, así que me escogieron para estar en un programa en el que había dos piezas en que se trabajase durante un mes, y luego representarlas. Y el resto de los meses del año, estuve haciendo audiciones como una loca en varios lugares de Europa. Por eso ese fue el año del “casi, pero no”: Unas audiciones fueron mejores que otras, pero en concreto en la que hice en la Compañía Nacional de Gales, casi llegué al final, y en la compañía de Bielefield (Alemania), me pasó lo mismo.
Estas experiencias me ayudaron a darme cuenta que esto podía funcionar, mientras estuve en Leeds me puse a trabajar en un restaurante mexicano y en otro español. Ello formó parte de una época de mucho aprendizaje, porque a pesar de haber estado trabajando muchas horas en el restaurante, me la pasé muy bien. Además con el dinero que sacaba del curro, era posible estar en mis clases de danza por la mañana, o pagarme ir a hacer audiciones (por supuesto que tuve apoyo de mis padres en esto, porque un sueldo de camarera no te da para hacerte una gira de audiciones por Europa).
Al final, me sentí parte de la cultura y del sistema de Leeds: Era maravilloso verme teniendo la capacidad de trabajar en un lugar al cien por cien. De todos modos, el estar en ese “si, pero no” eso termina haciendo mella en una. Un día hablando con mi madre (gran consejera), ella me sugirió que mirase un sitio en el que entrenase danza de manera diaria, porque las clases sueltas en Leeds eras muy caras.
Reflexionando, concluí que echaba de menos tener una rutina en la que estuviera toda la mañana bailando. Tampoco es que echaba de menos estar en un ámbito académico, pero si esa comunidad que se forma en medio de un aprendizaje diario, persiguiendo objetivos cercanos.
Por tanto, pensé que para seguir haciendo audiciones necesito estar en medio de una rutina diaria. Lo que hizo que mi madre me propusiese que mirase en qué cosiste estar dentro del conservatorio superior en Madrid (lo cual me daba un entrenamiento diario, y de paso me podía sacar un título). Además en ese momento, había amigas mías que estaban viviendo en Madrid.
Tras conseguir entrar después de superar la audición, me vine aquí a Madrid en el verano de 2018. De todas formas, en mi primer año en el superior de danza, continuaba con mi trabajo en la compañía Möbius, yendo y volviendo de una ciudad a otra.
-Es muy loco tener la cabeza en dos sitios a la vez, que encima estaban en dos ciudades diferentes.
En medio de todo esto, me pilló lo del Brexit. La cosa fue tan así, que el director de la compañía me llegó a pedir que solicitase la nacionalidad británica. Lo cual me negué a hacerlo, porque yo ya estaba asentándome en Madrid.
En un principio entendí como una derrota venirme a Madrid, porque no había conseguido entrar en ninguna compañía, y al tiempo me di cuenta que ello fue todo lo contrario. Es decir: en realidad, me vine a Madrid a empezar algo a lo bestia.
-Supongo que tú cumpliste el perfil de persona que sale de un conservatorio profesional, que se echó un par de años en algo equivalente al CAD, o lo que fuere. Mientras coincides con un profesional que piensa en un futuro “reciclarse”, dando clases y demás cosas por el estilo.
Totalmente. Esto que te he contado, me ayudó a afrontar mis estudios en el conservatorio superior con la madurez propia de lo que había vivido a los veintidós años.
Ha sido una maravilla estar estos cuatro años en Madrid. Primero, haber conocido a los chicos y chicas del Colectivo Banquet (personas que tenían perfiles similares al mío); también están todos esos trabajos que he hecho a nivel profesional.
-De lo que me estás contando extraigo, que en tú caso concreto, no tiene mucho sentido intentar focalizar tu carrera profesional en Andalucía. Es decir: en los últimos diez o quince años se ha asentado en la ciudad de Sevilla, la legítima práctica de recomendar a los alumnos que están por terminar el conservatorio profesional de danza, a que valoren las opciones que están para continuar con la danza en Madrid, Barcelona o en algún lugar del centro de Europa.
Esto te mete en la dinámica en la que parece que toca buscarse la vida fuera de Andalucía ¿Es posible tener un pie en Madrid y otro en Sevilla, al igual que tú lo hiciste en tu primer año en Madrid, con el conservatorio superior y tu trabajo en Leeds.
A día de hoy siento que tengo la suerte de tener un pie en Madrid y otro en Sevilla, gracias a estar trabajando con Isabel Vázquez. A mí me encanta estar en Madrid y creo que me quedan unos cuantos años más aquí, pero a mí me gusta mucho Sevilla, empezando porque creo que es una ciudad ideal para vivir.
-¿A ti te hubiese gustado poder escoger con absoluta libertad, entre estar en Andalucía desarrollándote como profesional de la danza, o estar en Madrid que te está yendo muy bien?
A mí me gustaría mucho volver a Sevilla, pero al mismo tiempo reconozco, que mi vida profesional y personal ahora mismo están aquí en Madrid (mis amigos y amigas de Sevilla, tampoco es que vivan en Sevilla). Entonces, cuando estuve dos meses trabajando para el montaje de Archipiélago de los Desastres, yo iba a trabajar con Isabel Vázquez por las mañanas, por las tardes estuve dando unas clases en una escuela de Sevilla…, no hice gran cosa en lo personal (aunque estaba Lucía Bocanegra y Deivid Barrera en elenco de esta pieza).
Cuando estoy a Sevilla voy a ver a mi abuela, a estar con mis padres, a estar con mis amigas de mi pueblo, Alcalá de Guadaira … Es más, cuando empecé a trabajar con Isabel Vázquez, me dio un montón de pena el ir al Teatro Central (Sevilla) un sábado, y darme cuenta que no conocía a nadie que fuera de público. Eso es algo que en un primer momento me resultó duro, me hizo darme cuenta de la importancia de estar presente en el sitio de donde vienes, y sobre todo de tejer lazos también en mi ciudad natal.
En cambio, eso no me pasa cando voy a los Teatros del Canal (Madrid).
-Cuando le hice una entrevista a Isabel Vázquez a través de este medio en mayo de este año, le dije que me llamaba la atención que una parte importante de los elencos de tus piezas, están compuesto por bailarines jóvenes. Basta acercarse a ejemplos como Laika, La Maldición de los Hombres de Malboro o a Archipiélago de los Desastres.
Ella me respondió, que con los ex alumnos con que ella había conectado más ella, ha querido que formen parte de sus proyectos. Siendo que pasar por la experiencia de cuando ella era más joven en la que audicionó y entró en compañía como 10&10 (por decir un ejemplo muy concreto), le ayudó a atender la situación de muchos de ustedes.
Quizás te puedes sentir afortunada de que Isabel Vázquez cuente contigo para estar en una de sus producciones, que además vale pena estar allí dentro, por lo seductoras que son (lo digo más que nada, como espectador).
Yo he hablado con Isabel Vázquez y Elena Carrascal de esto muchas veces.
Me siento muy agradecida con ellas, porque al estar trabajando con ellas he podido trabajar en casa. Y sobre todo, he podido darme cuenta de lo importante que es para mí como artista, saber qué está pasando en Sevilla. Porque en todos estos años he estado muy desconectada, lo cual me hace darme cuenta de que quiero y debo“ tirar para casa”.
-Ya que estamos hablando de tu trayectoria bajo la dirección de Isabel Vázquez ¿Qué tal es estar trabajando en Archipiélago de los Desastres, cosas que de un modo u otro nos define a todos? Es decir: estar en una permanente situación tragicómica, de caer en el “fracaso”, una y otra vez. Y de todas formas, uno ha de aprender a vivir con ello.
Fue un proceso muy rico en muchos aspectos. Recuerdo que antes de meternos de lleno en el proceso creativo, tuvimos una reunión en la que Isabel Vázquez convocó a todo el equipo en diciembre de 2020. Ella nos leyó todos los textos que aparecen en Archipiélago de los Desastres. Y todo ello era tan evocador…
Isabel Vázquez nos mandó unos “deberes” para hacer en casa. Nos planteó repensar los momentos en los que nos hemos sentido “fracasadas” (esto fue previo al trabajo puramente físico de Archipiélago de los Desastres). Lo que hizo que me metiese un montón de horas y días en darle vueltas al tema que trataríamos en los ensayos con bajo su dirección.
A la hora del montaje, ya veníamos con muchas ideas acerca de la creación. Esto fue muy bonito, porque no sitúa a tu cuerpo desde fuera, dado que empiezas a trabajar con ella desde un nivel muy elevado de relación con el tema. Eso es lo “no formal”, es puro contenido.
-Claro. Una cosa de una persona se colectiviza, y ya “no es cosa de ese intérprete”, es de todos. Mientras se ejercita un tipo de acompañamiento…
En abril de 2021 se invirtieron unos diez días para conocernos. En ese contexto Isabel Vázquez nos vino con mucho trabajo hecho, y estuvimos con los “fracasos” que nosotros les habíamos expuesto. A continuación, ella nos invitó a presentarlos en forma de propuestas escénicas, convirtiéndonos cada una de nosotras en la directora de un grupo de intérpretes. Lo cual es maravilloso, porque a ti como intérprete, te permite convertirte también en creadora por un rato.
Cuando retomamos el montaje de Archipiélago de los Desastres en septiembre de 2021, Isabel Vázquez había convertido todo ese material en escenas (por supuesto, contando con la ayuda de los dramaturgos y otras personas de su equipo). Y tras trabajar mes y medio todo esto, estrenamos.
Esta forma de trabajar te hace volcarte mucho en el proceso. Es decir: esto nos ayudó a entender los fracasos de los demás, a conocernos no sólo en lo profesional. Fue un proceso realmente bello.
-Ya dentro de Archipiélago de los Desastres haces un solo durísimo a nivel físico; como también, estuviste en un dúo memorable con Deivid Barrera. Lo cual será uno de los tantos capítulos que ustedes habrán compartido juntos.
Un día yo estaba en clase con los que ahora son de mis mejores amigos (Luna Sánchez y Deivid Barrera), nos dijo un profesor: “o os separáis ya y os ponéis a trabajar individualmente, o no vais a llegar a ningún lado. Porque vuestros amigos no os van a dar trabajo”. A día de hoy yo me río de esa frase, porque no hay nada más erróneo en la vida. Porque si no está presente lo personal, no hay danza.
Me atrevería a decir que la mayoría de los trabajos en los que he estado han sido gracias a personas y amigos que me conocían. Así conseguí tener buenas referencias: un estar y compartir más allá de lo profesional. Yo entré en el proyecto de Archipiélago de los Desastres, aparte de porque Isabel Vázquez tenía interés en mi perfil artístico, porque Deivid Barrera seguro que le habló muy bien de mí.
-De todos modos, tú habías sido alumna de Isabel Vázquez en el CAD ¿no?
Sí. Pero esas referencias a nivel personal ayudaron, ya que ella no quiere trabajar con personas que no conozca.
Es que al final, sin amigos tampoco hay trabajo.
-A raíz de estar en este montaje, fuiste nominada a mejor intérprete femenina de danza (junto a tu compañera de elenco, Lucía Bocanegra), a los premios Lorca de este año ¿Cómo recibiste esa noticia?
Fue una gran sorpresa porque en Andalucía siento que soy una desconocida. Y de pronto, ver mi foto y mi nombre publicado como nominada, fue un reconocimiento de mi trabajo en todos los años pasados (más allá de mi trabajo en este proyecto).
Aunque hubiera sido maravilloso ganar el premio, no me hacía falta. Además, venía de estar en esta pieza de Isabel Vázquez que disfruto como una “niña pequeña”, porque no sólo bailo, hay mucho más. Entonces, recibir esta nominación me pareció un regalo (la nominación y formar parte de este equipo).