Seleccionar página

La programación de la segunda jornada de la vigésimo primera edición del Festival Danza Trayectos fue: 8 KM en Mula de Álvaro Murillo, Drauma de Paula Espinosa & Mariana Oliveira, la obra de Verónica Pérez, Obsequio de Johann Pérez, Farisa de Danae & Dionysios y Vacío Espiritual de Richard Mascherin.

 

 

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

8 KM en Mula – ÁLVARO MURILLO

Cuando vi esta pieza hace dos semanas (dentro de la programación del Festival Cádiz en Danza), me quedé con más preguntas que certezas en relación a su contenido. Asimismo, les reconozco que el ambiente de celebración y alegría que se respiraba durante su representación era tan contagioso que, creo que el entorno no era el idóneo para realizar un análisis “sesudo”, sino para un dejarse a hacer.

Por un lado, lo anterior puede perjudicar a la transmisión del mensaje de la pieza en juego, pero, si al mismo tiempo, ella está rodeada de una atmósfera que propicia que llegue un algo más a los espectadores de lo que, digamos, estaba previsto del todo, pues, el acto escénico cobra una dimensión en la que el encuentro entre los profesionales involucrados y el público se consuma con mayor fuerza o, dicho de otra manera: se genera un diálogo en donde en un inicio habría un monólogo.

Ahora que he vuelto a ver 8 KM en Mula en un contexto diferente, he confirmado que los segmentos del cuerpo de este profesional extremeño se extendían por todo el espacio escénico a través de dibujar vectores, gracias a la oposición de fuerzas que ejercía entre el empuje al suelo con sus pies y la proyección de su torso y brazos. Así, el hecho de que estuviese casi toda la pieza sobre una estrecha tabla de madera, contrastaba con el efecto óptico que devenía de una brutal presencia escénica y una rigurosa ejecución técnica de sus movimientos. A dónde quiero llegar, es que es probable que el contenido que se nos introduce en la sinopsis es el imaginario que habita este profesional durante la representación, más que algo que cita o “traduce” a través de 8 KM en Mula.

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

De ser esto cierto, Álvaro Murillo ha hecho un ejercicio de abstracción tan exhaustivo como arriesgado, puesto que lo fácil para los espectadores es quedarse con el virtuosismo de sus movimiento e interpretación, mientras alguno se preguntará qué relación tiene lo que ha hecho en escena con aquellos hechos que inspiraron a Federico García Lorca para escribir Bodas de Sangre.

Por tanto, yo no tengo claro, exactamente, qué es lo que ha abordado a nivel de contenido Álvaro Murillo, lo cual, de ningún modo, me ha supuesto un inconveniente a la hora de valorar a esta pieza como algo de gran calidad artística. Ya que si, por ejemplo, tratamos de identificar un jardín en la obra El Jardín de Joan Miró, al principio nos dará la impresión de que estamos ante una armoniosa composición de colores; sin embargo, esta pintura está haciendo de las veces de “ventana” a un plano que sólo su creador está familiarizado. Por lo pronto, toca permanecer atentos a los avances de este profesional, porque estoy seguro que no parará de sorprendernos.

 

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

Drauma – PAULINA ESPINOSA & MARIANA OLIVEIRA

 Estoy convencido de que los individuos que son capaces de desarrollar su sentido del humor a través de sus propias tragedias, ostentan una inteligencia y una sensibilidad artística inusitadas. Si nos apoyamos en ello, está claro que Paulina Espinosa y Mariana Oliveira han “filtrado” emociones y pensamientos en relación a unas “heridas” (colectivas e individuales) que esperan terminar de cicatrizarse, con el fin de entenderlas más allá de un diagnóstico clínico o, incluso de algo que respondería a la condición humana de cualquier persona. He ahí que no me canse de repetir que, “bailar” sobre algo también lleva consigo hacer filosofía.

Por si queda alguna duda, aquí de lo se trata es de es de desplazar el núcleo del tema que nos convoca, a unas coordenadas en la que nadie tendría porqué sentir que se está atentando contra sus valores y modos de pensamiento. Mientras tanto, se está perfilando al acto escénico como si fuese un “oasis” en el cual indagar sin las “distracciones” venidas de las interacciones que realizamos en el cotidiano. Si es que para lo bueno y lo malo, representar algo sobre un escenario nos sitúa en un lugar en el que parece que no se está hablando tan en serio, y en torno a esto se ha ido construyendo, por ejemplo, el clown de teatro.

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

Y justo esa “seriedad” fue lo que dotó de credibilidad y contenido a Drauma, porque ellas se “embarraron” hasta las últimas consecuencias. Así, la composición de sus movimientos; la relación entre los personajes que interpretaron; el que se hayan decantado por “jugar” con la selección musical, más que ponerse a “bailarla”; o sus inverosímiles vestuarios, no son más que una manifestación de saber poner al servicio el “cómo” y “para qué” se monta lo que se ha montado, en favor de compartir un marco conceptual bien elaborado.

En definitiva, esta pieza me ha parecido absolutamente espectacular e impecable, sobre todo porque con ella he podido localizar otro ejemplo que me sirve para configurar muchas cosas que me falta ponerlas en palabras, como también, he disfrutado a Drauma tanto como quien ve por primera vez una película de Charlie Chaplin.

 

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

Verónica Pérez:  Práctica artística del conservatorio municipal profesional de danza de Zaragoza (especialidad danza contemporánea).

Verónica Pérez partió de un lugar que le pudo haber derivado a un sinfín de destinos, tanto en lo interpretativo como en la configuración de su marco conceptual. He allí que haya localizado en esta pieza muchas ideas que todavía podrían desarrollarse más allá de un encajar esto o lo otro dentro de una coreografía determinada, al mismo tiempo, de que me encantaron detalles que dan testimonio del enorme potencial que hay en esta bailarina aragonesa y en esta creación, por ejemplo: el cómo supo adecuar a su cuerpo a la intencionalidad que plasmó su personaje hacia la botella de agua, que le dio uso en la primera parte de esta obra. Lo cual le brindó mayor definición en los focos a los que dirigía a sus ojos y el resto de las partes de su cuerpo, sacando a relucir un movimiento sólido y claro en su timing y ejecución física.

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

También me gustaría destacar, que la repetición de las frases coreográficas que interpretó una vez que se despojó de la botella de agua, podría ser la matriz de lo que nos está anunciando en la sinopsis de esta pieza. En el sentido de que esas repeticiones pueden ser más planteadas como un “coger impulso” para afrontar lo que está por venir, o bien como una de las “capas” de las que se desprende, a la par que se va consumando su llegada al siguiente estadio.

Por lo anterior, concibo a esta obra como un work in progress. Sin embargo, me pregunto hasta qué punto centrarme en ello velaría el significado de que el Festival Danza Trayectos haya programado a una pieza de estas características: una inversión que fortalecerá los vínculos que tienen con sus espectadores y, sobre todo, con la red de profesionales que residen, se forman y trabajan en Zaragoza.

 

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

Obsequio – JOHANN PÉREZ

 Johann Pérez no hizo otra cosa que exponerse, dejando a lo demás en un segundo plano. Tanto fue así que, la mayor parte del peso de esta obra, recayó sobre su presencia escénica: una forma de guiar al público a poner el foco en la situación de vulnerabilidad que supone estar en escena, en especial, si el intérprete en juego no se “recubre” detrás de la interpretación de un personaje determinado, en un marco determinado…

De ser esto cierto, Obsequio equipara a los movimientos que le dotaron de recorrido y de forma, con un “paisaje de fondo”. Lo cual sería muy inquietante, pero no menos sugestivo, al cargar de contenido al estar “ahí”, mientras se nos ofrece una auténtica exhibición de rigor técnico, sentido del ritmo o versatilidad dancística. Casi como si este profesional hubiera invertido toda su empresa en ridiculizar a aquellos que hacen todo lo contrario, es decir: estoy pensando en los que “viven de rentas”, y terminan mostrando al público una coreografía que pudo haber estado en cualquier clase de técnica de danza contemporánea avanzada, con descuidos en los enlace de escena a escena, con un marco conceptual que, lo más probable, se fijó el mismo que se redactó su sinopsis, una selección musical intercambiable con cualquier otra de compás similar y demás cosas por el estilo.

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

Insisto, si esto es cierto, este profesional ha hecho más visible un camino, que espera que más profesionales se atrevan a transitarlo. Por supuesto, que éste no está hecho a la medida de las necesidades y líneas de trabajos de todos, pero, sinceramente, su generalización subiría el nivel de la danza. Por tanto, sólo me queda más que levantarme y aplaudir a un profesional valiente y con las ideas bastantes claras.

 

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

 

Farisa- DANAE & DIONYSIOS

Sí se da el caso de que uno converge en su camino con alguien que, al tiempo, se convierte en un “compañero de viaje”, es cuando se cae en la cuenta de que cuidar del otro también es una forma de preservar la integridad propia. Si bien es cierto que muchas cosas en la vida pueden ser entendidas como “antipáticos trámites” hay otras que, durante su desarrollo, desplazan a la obtención de nuestros objetivos a sólo ser la dirección a la que nos dirigimos.  Así, ese otro nos “humaniza”, en tanto y cuanto que nos dejamos de tratar a nosotros mismos como “vehículos” para lograr un “fin mayor”.

No es cuestión de llegar a desprestigiar a quien invierte toda su empresa en la obtención de una serie de objetivos, sino en realidad, de comprender que la mayor parte de nuestras vidas es un “mientras tanto”. Se trata de un aprender a estar en el presente e incluso a lidiar con nosotros mismos. Piénsese que nunca estamos solos del todo, siempre habrá alguien con quien nos toparemos. Otra cosa es que las identifiquemos como “personas de paso”, o los individuos que portan los “rostros” que representarían una parte indisoluble de nuestras biografías.

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

Este tipo de cuestiones son la que fueron constituyendo la atmósfera en la que se desarrolla Farisa. Pieza en la que se nos expone cómo se fue afianzando un vínculo que, probablemente, hará que esta “travesía” se extienda hasta el último de los días de sus protagonistas. De cualquier modo, me atrevería a decir que ellos todavía no son capaces de distinguir qué tan determinante ha sido lo que han vivido juntos o si están a punto de cambiar de “rumbo”.

He allí que los movimientos de Danae & Dionysios han sido puestos al servicio de expresar diversos estados mentales y emocionales de sus personajes, los cuales fueron a la par de cómo evolucionaba la relación que había entre ellos, no para cuantificar qué tanto habían avanzado en el momento en que está enmarcada Farisa. Justo esto, es lo que hace de esta pieza algo hermoso y conmovedor.

Celebro dar con trabajos que nos inviten a profundizar tanto como queramos. De tal manera que, “descifrar” una pieza no sea un “reto”, sino algo que cada vez que lo volvamos a “visitar”, se adecúe a lo que estamos buscando en cada momento de nuestras vidas.

 

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

Vacío Espiritual – RICHARD MASCHERIN

 Al igual que en Caer, Caer, Caer, este profesional canario, va configurando una atmósfera que sitúa a su personaje protagonista en una situación en el que ha sido “arrojado”, es decir: él generó un contexto en el que la pieza se va “derramando” durante su representación, situando al mismo como un elemento más del “cosmos”.

Y si se da el caso de que alguna imagen de Vacío Espiritual remite a uno o a varios de sus espectadores a cuestiones relacionadas con su cotidiano, es porque dicha pieza está fundamentada en un profundo trabajo de abstracción sobre el por qué el sujeto contemporáneo se la pasa ingeniándoselas para evitar la sensación de vacío y, por extensión, de soledad. Así, la vida también se convierte en una “trepidante historia” en la que uno se encomienda a ligar una emoción fuerte tras otra, como una forma de esperar a la muerte.

 

Foto: Mimöi – Marta Aschenbecher y Concha Braojos

 

Muestra de que el sujeto en juego deja de ser el “protagonista” de su vida, transformándose en un “extra” de tantos de una película, en la que todo está operando gracias a un “piloto automático” que conduce a un “barco” sin rumbo fijo Se trata de un sujeto que intenta “fundirse” con una lectura del mundo en la cual se sabe “insignificante” y “sustituible”. Por tanto, ¿por qué no “embriagarse” con una situación que le permite no tener miedo a la muerte y a sus consecuencias? Y llegados a este punto ¿Por qué no hacer “experimentos” sobre los límites físicos y mentales del ser humano con uno mismo?… Es tal el grado de disociación del personaje que interpreta Richard Mascherin que, no es de extrañar, que su forma de desenvolverse en el espacio se lea como una danza.

Por esto y muchas más cosas, Vacío Espiritual me parece un trabajo absolutamente impredecible, divertido, magnético, inteligente…, en que la interpretación de Richard Mascherin y la música en directo de Alejandro Da Rocha pudo haber tenido a su público “comiendo de la mano”, tanto tiempo como ellos hubiesen querido.

 

 

El Festival Danza Trayectos da testimonio del potencial y lo que queda por hacer en los conservatorios profesionales españoles, tras programar a «Aguas Efímeras» o «Embolada»

 

 

Comparte este contenido