Seleccionar página

Celebro que, por fin, me he cruzado con una pieza que me sirva de ejemplo de cómo utilizar textos proyectados en el fondo del escenario, sin que resulte sospechosamente pretensioso o distorsione mi proceso de comprensión de lo que estoy analizando.

 

Este grupo de profesionales lo llevaron tan lejos que, en ocasiones, la interpretación de Carlota Berzal y Cristóbal Santa María Cea fue un mero acompañamiento/ prolongación de los contenidos de lo que se estaban proyectando, esto es: Cuando entrevisté a través de este medio a Carlota Berzal para poner en contexto a la representación de esta pieza en el Teatro Central, concluí que hay una serie de temáticas que se han ido manifestando en sus creaciones de un modo u otro. En esta línea, quizás Mi Bandera y LO QUIERO TO son las obras más cercanas a Imaginario Corporal: Efecto Migratorio, en la medida de que en ésta última convergen los conflictos internos que se suceden cuando uno migra, como también, se plantea en qué lugar queda lo que hacemos con aquello que asociamos con nuestra identidad, aunque ello suponga caer en la auto explotación.

Asimismo, la identidad de uno se nos presenta como algo que se la pasa balanceándose cual péndulo que, a veces, no nos precipitamos porque la suspensión es una forma del movimiento.  Esto se tradujo en esta creación, recurriendo a enlaces que prevenían que Imaginario Corporal: Efecto Migratorio no se trabase en la inercia de sus frenéticas danzas de la primera parte, y las saboreadas acciones de la última.

En paralelo, en el fondo del escenario se emitían mensajes en donde no tanto se negaría nuestro lugar de origen, o que el reconocer que los sitios en los que uno ha vivido han sido importantes a lo largo de nuestros ciclos vitales, a pesar de que al final, uno se haya ido de los mismos, por ejemplo, para evitar una suerte de estancamiento (reflejo de ello, lo localizamos en la sentencia: Cada cierto tiempo hay que mudarse). A dónde quiero llegar, es que el sentido de pertenencia hacía algo en concreto, los ámbitos que calificamos como “hogar” y demás cosas por el estilo, en muchos casos, sólo los identificamos en contadas personas, en momentos en los que nos hemos sentido en “espacios seguros”… Dejando lo demás, en un lugares y personas de “paso”.

 

Foto: Ilde Sandrin

 

Lo anterior no lo digo con menosprecio, pues, esas personas y lugares son aquellos que nos permiten moldear nuestros criterios o ampliar nuestros conocimientos. Porque, lamentablemente, prolifera en nosotros hacía lo que nos excede la sensación de extranjería, de desorientación… Reforzando, entre otras cosas, la percepción de que todos estamos solos desde el día de nuestro nacimiento hasta el instante en que se consuma nuestra muerte. De ser esto cierto, entonces, ¿en los “espacios seguros” y “las personas-hogar” (por llamarlas de algún modo) es dónde sale más a relucir la mejor versión de nosotros mismos, o este mundo es tan cruel que el que hayamos “sobrevivido” es indicio de nuestra versatilidad y templanza?

He allí que Imaginario Corporal: Efecto Migratorio lo defina como un trabajo que impulsa, a nosotros los espectadores, a meditar sobre nuestras vidas, mientras nos mantiene despiertos. Porque las mismas siempre se desarrollan con intensidad, al margen de que la postura con la que prefiramos afrontar a la nuestra, sea la dejadez o el arraigo a unas rutinas procedentes de numerosas contingencias. Tampoco se trata de “experimentar” lanzarnos a una “piscina” antes de comprobar si hay agua o no que amortigüe nuestras caídas, sino de materializar, preformáticamente, lo que nosotros hemos escogido a través del uso de nuestras consciencias.

 

Foto: Pablo Llorente

 

 

Una vez más, Carlota Berzal sitúa a sus espectadores en un marco en el que no pueden “escapar” o desentenderse de sus responsabilidades políticas y, por extensión, de sus propias vidas. Se trata de un espectáculo de un potencial inconmensurable, y tomando en cuenta que se arriesga a no llegar a todas las sensibilidades, confío que interrumpirá los hábitos de aquellos que aseguran que “lo han visto todo”.

No me queda más que aplaudir también la minuciosa labor que habrán desempeñado Poliana Lima (dirección) y Ricardo Mena Rosado (dramaturgia), quiénes a través del respeto a una idea original tan abstracta, dotaron de consistencia escénica algo que pudo haberse diluido en su proceso de montaje. En lo que a mí respecta, Imaginario Corporal: Efecto Migratorio merece disfrutar de una larga gira.

 

 

Comparte este contenido