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El estreno del documental El Abrazo del Tiempo nos proporcionó un espacio en el que bajar la guardia en tanto personas involucradas con las artes escénicas, mientras caemos en consciencia de la de frutos que ha recogido la compañía Atalaya en sus cerca de cuarenta años de historia. Lo digo más que nada, porque el próximo fin de semana tendremos en el Centro TNT una nueva edición del certamen CINTA; el Laboratorio de Creación seguirá en activo casi como si nada; piezas como Elektra. 25 o El Avaro de Molière de esta compañía andaluza, estarán por ser representadas dentro de la gira que aún están llevando a cabo; entre otras tantas cosas.

 

Las personas que intervenían en este documental parecía que recién había tomado una pausa en sus respectivas ocupaciones, para dedicar unas palabras, que probablemente, muchas de ellas habían quedado expuestas de manera implícita o en ámbitos donde la mayoría de las decenas de miles de espectadores que han tenido a lo largo de los más de cuarenta y tres países de los cinco continentes en los que han estado, no había tenido acceso. He allí que este tipo de iniciativas nos ayudan a hacernos una panorámica sobre la larga trayectoria que han tenido una de las compañías con más peso e historia de las últimas décadas en España. Al mismo tiempo, que favorece a que todas los profesionales que han estado relacionados algo con Atalaya se puedan ver las caras con complicidad, sin tener que acometer el reto de volver a representar uno de los complejos montajes de los que ha estado dirigiendo Ricardo Iniesta desde el principio de todo esto.

 

A mí me resulta inspirador como un proyecto que empezó de una persona que tenía el afán de crear un compañía en Sevilla con lo que había recogido de su formación (sea reglada o no reglada), inclinaciones artísticas, desde la convicción del carácter transformador del teatro, etc…, haya podido seguir adelante a pesar de que habrá transitado por terrenos de lo más inhabitables. Claro, que se han hecho con una cantidad importante de aliados repartidos por varios países del mundo, con quienes, entre otras, se han nutrido para hacer intercambios internacionales o de varios de los maestros que han impartido sus conocimientos en las casi treinta ediciones del Laboratorio de Creación. Y que precisamente de dicho programa de formación, se haya generado con una suerte de “linaje” que ha mantenido y renovado a los elencos que han conformado los montajes de Atalaya (salvo el caso de la actriz Carmen Gallardo, quien ha estado desde el la primera generación hombro a hombro, con Ricardo Iniesta).

Asimismo, del Laboratorio de Creación han emergido compañías como Zaherí Teatro, Hilo Rojo, Teatro Incandescente o Buruzbera Cía, las cuales de un modo u otro, han conservado las enseñanzas y principios que han situado a dicho programa de formación como uno de mayor referencia a nivel español, en lo que se refiere, a un lugar idóneo para terminarse uno de encaminar como intérprete y creador profesional de artes escénicas de investigación contemporánea. Por ello, han apostado en el Centro TNT ceder algunas de sus aulas para que compañías compuestas de ex alumnos o que hayan compartido cierto recorrido en común, que ensayen y preparen sus montajes. Lo anterior, es uno de los síntomas del efecto multiplicador que ha desencadenado el legado de Atalaya, o su compañía hermana, Andanzas (que también opera en este centro de la ciudad de Sevilla).

Lo anterior me reafirma en la idea de lo importante que es que profesionales involucrados de un mismo sector (intérpretes, directores, técnicos de luces y sonido, estudiantes de artes escénicas, gente de vestuario y atrezo, personas que escribimos sobre artes escénicas, productores y distribuidores, programadores, docentes, etc…) colaboren entre sí para hacer crecer al susodicho. Por tanto, invito a que se dejemos de disputas que pueden tener más que ver con cosas de tipo personal (incluyendo, si es el caso, de malos entendidos que se pueden resolver con una constructiva conversación), o quizás una simple falta de afinidad de líneas de trabajo. De verdad, dejémonos de llevar por esas dinámicas que entorpecen el proceso de crecimiento y supervivencia de mucha gente con talento e ímpetu por autosuperarse, que de tener los medios adecuados para el desempeño de su profesión, favorecerán a medio y largo plazo al desarrollo de las artes escénicas en su globalidad. Sí es que una vez dijo la bailarina y creadora andaluza, Raquel Madrid: “Si a ti te va bien, a mí me irá bien”. Ello me parece un fundamento, que nos puede guiar a la hora de poner el foco en el lugar en el que prosperaremos en tanto personas relacionadas con estas nobles disciplinas.

 

De esta manera Atalaya no sería una “sorprendente excepción”, sino, únicamente, una compañía que se ha dejado la piel, mientras ha sabido gestionar con inteligencia y atino los recursos de los cuales ha disfrutado. En esto todos tenemos nuestra parte de responsabilidad, para que la tarea de generar más público y de poner en valor a aquello que pertenece a nuestro patrimonio cultural que compartimos, sean dos de las cosas a las que entreguemos nuestras empresas. En vez de entrar en perniciosos conflictos por hacernos con un “pedacito de un pequeño pastel”, sólo con el afán por garantizar la subsistencia propia (o de un limitado círculo de personas) por un rato más. Considero que eso es lo que hará que las artes escénicas corran riesgos innecesario de estar en peligro de extinción, dado que de otros agentes externos ha reducido, notoriamente, sus contribuciones desde hace unos cuantos años (al menos en Andalucía).

En definitiva, hemos de tener a la compañía Atalaya como un orgullo en este país, como algo que merece nuestro reconocimiento y afecto. Celebremos juntos que a ellos que les va bien, y que tienen con qué para seguirnos ofreciendo momentos de emoción y reflexión con sus montajes. Ahora nos queda observar los numerosos lugares que recorrerá el documental El Abrazo del Tiempo, que según parece, está llamado a proyectarse en numerosas salas de España y diversos países del mundo, dando testimonio de que en España no nos faltan las creaciones de gran consistencia.

 

 

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